Las características geográficas de la planicie costera del sur del Golfo de México la hacen susceptible de sufrir inundaciones, por lo escasamente accidentado de su relieve, la magnitud de las lluvias que ocurren y la posibilidad de desbordamiento de sus ríos.
En la parte central de esa planicie, donde se asienta el estado de Tabasco, esas características se acrecientan por la configuración del terreno, formado por llanuras muy planas de suelos blandos de origen aluvial, así como por la influencia de los huracanes del Caribe y de otros sistemas meteorológicos que generan grandes precipitaciones, y por la excepcional hidrografía de la región, dominada por el sistema Grijalva-Usumacinta. En efecto, la mayor parte del territorio del estado tiene elevaciones menores a los 20 metros sobre el nivel del mar, con depresiones pantanosas en diversas partes, en tanto que la precipitación en él, con una altura media anual de 2,200mm, es la mayor de todas las entidades federativas, en ocasiones se presentan lluvias extraordinarias hasta de 1,000mm en pocos días, y el volumen de agua que fluye por los ríos que lo cruzan representa el 30% de todo el escurrimiento fluvial del país.
Adicionalmente, sus condiciones naturales se han visto alteradas de una manera desfavorable para los aspectos hidrológicos e hidráulicos por la acción del hombre a lo largo del tiempo, que ha eliminado gran parte de la cubierta vegetal y ha modificado el uso del suelo. En la planicie tabasqueña se ha perdido la masa forestal en favor de actividades agrícolas, pecuarias y urbanas, lo que incrementa la cantidad de agua de lluvia que escurre sobre la superficie del terreno. Por otra parte, se ha desviado el curso de los ríos en algunos tramos, a veces interconectándolos, lo que ha modificado el tránsito natural del agua hacia el Golfo de México.
Por todo lo antes dicho, la planicie tabasqueña no sólo puede sufrir inundaciones, sino que ellas constituyen un fenómeno natural propio de ella: está destinada a inundarse.
Un fenómeno natural no es un desastre en sí mismo, pero se convierte en desastre cuando causa o provoca daños y perjuicios a la sociedad, lo que lamentablemente ocurre con frecuencia en Tabasco, pues gran parte de la creciente población se ha asentado en tierras bajas, las más inundables, creando comunidades muy vulnerables ante las inundaciones, como se ha visto en varias ocasiones recientes.
Ahora bien, no es posible suprimir totalmente las inundaciones. Entonces ¿qué hacer para evitar, o al menos reducir sustancialmente, el riesgo de daños a la población tabasqueña en sus vidas, su salud y sus bienes, provocado por ese fenómeno? En el Colegio de Ingenieros Civiles de México consideramos que las soluciones deben incluir varios tipos de acciones, enfocadas a los diversos factores que inciden en el problema: por una parte, hay que pensar en las medidas ligadas a los aspectos naturales y, por la otra, en los aspectos relacionados con la población, el territorio y el uso del suelo.
No podemos incidir en los fenómenos meteorológicos, por lo que las soluciones relacionadas con los aspectos naturales del fenómeno de las inundaciones tienen que ver fundamentalmente con el manejo y control de las corrientes de agua, para eliminar o reducir sus desbordamientos. La red hidrográfica principal del estado de Tabasco se alimenta básicamente de tres sistemas fluviales: el del Alto Grijalva, el de los ríos de la Sierra (el Pichucalco, el Teapa, el Puyacatengo y el Tacotalpa) y el del Usumacinta. De los tres, únicamente el primero cuenta con presas que permiten el control de sus escurrimientos, las grandes presas de La Angostura, Chicoasén, Malpaso y Peñitas, en el estado de Chiapas, que han servido para reducir la frecuencia y la magnitud de las inundaciones, y cuya operación siempre tiene en cuenta ese objetivo, pero que únicamente controlan algo menos del 30% del total de los escurrimientos fluviales de la planicie de Tabasco. Aunque hay proyectos listos para construir presas en los otros dos sistemas fluviales, por diversas razones no se han llevado a cabo.
Naturalmente, esos proyectos deben combinarse con otras obras, pues los problemas de las inundaciones en las planicies costeras deben considerar, además de la construcción de presas en la parte alta de la cuenca, el encauzamiento de las corrientes de agua, la posible modificación de su curso, el uso de las lagunas adyacentes a los ríos como reguladoras de los picos de las avenidas, y el análisis de las desembocaduras para conocer el funcionamiento de la interacción de cada uno de los ríos con el mar y definir cuáles serían las obras más adecuadas para asegurar un funcionamiento eficiente, tales como escolleras, espigones o muros guía.
La puesta en marcha de distintos programas para el control de avenidas y protección de las poblaciones, tomando en cuenta las consideraciones anteriores, fue ejecutada en su momento por la extinta Secretaría de Recursos Hidráulicos y por la Comisión Federal de Electricidad. Más tarde, la Comisión Nacional del Agua elaboró el Proyecto Integral Contra Inundaciones (PICI) y el Plan Hídrico Integral de Tabasco (PHIT). Hay que actualizar estos planes, con la información generada en los años recientes, y considerando el cambio climático.
Pasando ahora a los aspectos relacionados con la población, el territorio y el uso del suelo, no olvidemos la conveniencia de emprender una amplia reforestación del territorio tabasqueño. Por otra parte, como hemos dicho, no se podrán suprimir totalmente las inundaciones, por lo que hay que aprender a convivir con ellas de una manera inteligente. Eso implica, entre otras cosas, destinar las áreas inundables de preferencia a actividades temporales, no a la vivienda, y modificar la arquitectura urbana, incluyendo en muchos casos el uso de palafitos. Implica asimismo mejorar la legislación y los planes de ordenamiento territorial estatal y municipal, y garantizar su cumplimiento. Naturalmente, no hay que descuidar las medidas de protección civil que habrá que definir para la prevención, respuesta y recuperación de cara a una emergencia.
Finalmente, enfrentar el problema de las inundaciones nos pone automáticamente frente al objetivo de lograr que la población de Tabasco, y en particular la de su llanura costera, sea menos vulnerable y más resiliente frente a él. La ingeniería civil mexicana, al servicio de la sociedad, tiene mucho que aportar para conseguirlo.