M. I. Norlang Marcel García Arróliga

M. I. Stephanie Jiménez Ávila,

Integrantes del Comité Técnico de Seguridad Estructural del CICM

México se ubica en el llamado cinturón de fuego del pacifico donde se registra el 85% de la actividad sísmica del mundo y aunado a la interacción de cinco placas tectónicas, las cuales convergen en el territorio, históricamente tiene una alta exposición al fenómeno sísmico. Tan sólo durante el 2022, de acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional se presentaron 29,872 sismos de diversas magnitudes.

En este contexto, la historia de la Ciudad de México ha estado marcada por la presencia de los terremotos, cuyas consecuencias destructivas han delineado en gran parte, las modificaciones a los instrumentos normativos del desarrollo urbano de la Ciudad.

Hace más de 500 años, la Ciudad de México fue construida sobre una antigua cuenca compuesta por un sistema de cinco lagos, actualmente desecados, cuyo suelo, por sus condiciones, aumenta la intensidad y el efecto de los sismos, provenientes esencialmente de la costa del Pacífico mexicano. Por tal motivo, se genera un alto riesgo al sistema urbano de la Ciudad y sus inmuebles de uso habitacional comercial, industrial, infraestructura estratégica y equipamiento urbano, entre otros, ante la amenaza sísmica.

Bajo este contexto, la seguridad y sismo resistencia de los inmuebles en la Ciudad de México juegan un papel trascendental derivado del peligro sísmico inminente y la alta vulnerabilidad de las construcciones. Para articular medidas de protección ante desastres en el país, desde 1986 contamos con el Sistema Nacional de Protección Civil. Sin embargo, en la ciudad, tenemos 100 años con un marco normativo sólido que se ha adaptado en el tiempo para fortalecer la seguridad de las nuevas construcciones.

Desde el primer reglamento de construcciones en 1920, con 36 páginas orientadas al urbanismo, hasta la reforma integral de 2022, acelerada por los efectos de los sismos de 2017, el gobierno de la Ciudad de México ha centrado su interés en la seguridad de los inmuebles, sobre todo en aspectos claramente preventivos con el propósito de mitigar los efectos de los daños y las pérdidas en la infraestructura, equipamiento y vivienda, pero principalmente en la seguridad de la población.

En este sentido, el pasado 6 de noviembre de 2023 se publicó en la Gaceta de la Ciudad de México, las Normas Técnicas Complementarias (NTC) sobre criterios y acciones para el diseño estructural de las edificaciones. En palabras llanas, estas normas son las reglas que se deben de seguir al diseñar y construir cualquier tipo de edificación en la Ciudad de México. Estas reglas establecen los requisitos mínimos que usualmente deben considerar las empresas constructoras con la finalidad de que las obras funcionen correctamente y garanticen aspectos importantes como la accesibilidad, habitabilidad, higiene, servicios, evaluación, seguridad y prevención de

emergencias, integración correcta al contexto e imagen urbana donde se edifique, entre otros, pero fundamentalmente podría decirse que en esencia estas Normas buscan construir edificaciones cada vez más seguras y resilientes.

Las normas son en esencia medidas de política pública que buscan garantizar la prevención de riesgos. Estas medidas se insertan en la visión de la Ley General de Protección Civil del mes de mayo de 2012, la cual, amplió su alcance más allá de la protección civil reactiva, adoptando un enfoque más holístico al insertar el concepto de la Gestión Integral de Riesgos (GIR).

La Gestión Integral de Riesgos se define como un proceso de planeación, participación, evaluación y toma de decisiones basadas en el conocimiento de los riesgos y su proceso de construcción, donde es crucial la intervención de los órdenes de gobierno y de la sociedad, para implementar políticas, estrategias y acciones. El fin último es la previsión, prevención, reducción y mitigación permanente del riesgo de desastre.

Este concepto está integrado con elementos como el conocimiento del riesgo, la previsión, la prevención, mitigación, preparación, respuesta, rehabilitación y la reconstrucción, asimismo, se incluyeron medidas para la reducción del riesgo de desastres y la participación ciudadana en la protección civil.

Por lo anterior, las Normas Técnicas Complementarias (NTC) resultan una parte medular de la gestión del riesgo en particular del sísmico, ya que buscan mitigar (reducir) la vulnerabilidad en las edificaciones a causa de los sismos que se presentan. Su implementación, es fundamental para garantizar la seguridad de los inmuebles y con ello proteger la vida y la propiedad de las personas en zonas propensas a sismos como es el caso de la Ciudad de México.

Las normas técnicas complementarias permean en prácticamente todo el ciclo de la Gestión Integral del Riesgo por el fenómeno sísmico, ya que para su elaboración es importante el conocimiento del riesgo, es decir, en la evaluación de la amenaza sísmica local y en la clasificación de las zonas sísmicas, posteriormente se formulan las recomendaciones, tomando en cuenta estos estudios. Las NTC también se enfocan en la prevención de daños que se pudieran presentar en inmuebles a causa de un terremoto concibiéndolas más seguras; buscan mitigar las condiciones de vulnerabilidad de los inmuebles al poner reglas en la edificación y, finalmente tratan de evitar altos costos en la reconstrucción de la infraestructura que pudiera resultar dañadas en caso de sismos.

En síntesis, las normas técnicas complementarias son parte de la gestión prospectiva del riesgo, es decir a futuro, el cual se centra en la identificación y la reducción de los riesgos de desastre antes de que ocurran, con el objetivo de minimizar el impacto destructivo y prevenir pérdidas humanas y en las actividades económicas. Por otra parte, estas normas también aplican a la gestión correctiva, al detectar las vulnerabilidades presentes y establecer mecanismos necesarios para la rehabilitación o reconstrucción de aquella infraestructura que sea susceptible a tener daños en caso de sismos, o en su caso, que hayan sido afectadas.

En conclusión, la aplicación del reglamento de construcciones y las normas técnicas complementarias, son determinantes para reducir la exposición y las vulnerabilidades dentro de la construcción y con ello reducir posibles daños y pérdidas en caso de presentarse un terremoto. De esta manera, se contribuye a la gestión efectiva del riesgo por fenómenos sísmicos en Ciudades como la Ciudad de México.

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