Septiembre, mes de los sismos. Una frase que ilustra de manera sencilla, un mito que ha surgido en torno a estos eventos geológicos que, al menos en las últimas décadas, han dejado huella en dicho mes: El sismo de 1985, los sismos de 2017, el más reciente de 2021… sismos o temblores que han marcado a nuestro país por sus efectos catastróficos y que en el imaginario colectivo parecieran suceder inexorablemente en el mes Patrio. No obstante, aunque pareciera un suceso que ocurre con cierta regularidad, la realidad es distinta: un sismo puede ocurrir en cualquier momento, a cualquier hora del día, con lluvia, COVID y frío…

“Organizando colectivamente a los ingenieros con autoridades
y la comunidad ante un sismo”


 

En efecto, un sismo produce miedo, pero ese miedo no surge de un cuento infantil o de una fantasía milenaria, ni mucho menos se reduce a una simple sensación nueva y desconocida que nos recorre el cuerpo. Un sismo produce miedo porque roza con la muerte y la desgracia, porque sus efectos negativos al volverse incontrolados conducen a una situación desastrosa de la que es difícil reponerse, en la medida en que las pérdidas -humanas y económicas- se vuelven incuantificables.

Como sociedad expuesta al riesgo sísmico, nuestra memoria nos plantea la necesidad de estar preparados de la mejor manera para sobrevivir a un fenómeno de gran magnitud, conscientes de que no tenemos el control total ni la respuesta perfecta durante la crisis post-sísmica, pero que podemos reducir el volumen de las pérdidas, mitigar los efectos desastrosos y colaborar conjuntamente para restablecer la operatividad y la funcionabilidad lo antes posible, si construimos conjuntamente estrategias colaborativas entre población, gobierno y especialistas para enfrentar la incertidumbre. Las experiencias pasadas han mostrado la capacidad inherente de la población mexicana a cooperar y participar de manera desinteresada en la recuperación y el salvamento durante la zozobra.

Los ingenieros civiles, arquitectos, constructores, entre muchos otros, sabemos de la importancia que tiene la salvaguarda de la infraestructura para mantener la continuidad de las actividades ordinarias de una población afectada por un sismo: la resiliencia de una región aumenta en la medida en que sus líneas vitales, sus instalaciones, sus sistemas de movilidad y comunicación, sus edificios públicos se mantienen funcionando y operando inmediatamente después de la ocurrencia de un sismo.

Simultáneamente, en los últimos treinta años se han construido instrumentos de prevención tales como los simulacros y la alerta sísmica que, a medida que se han integrado al ambiente urbano, han permitido que la población reaccione coherentemente, promoviendo su supervivencia y resguardo ante un sismo.

Sin embargo, sabemos que esto no basta, porque durante una crisis post-sísmica hay diversas situaciones que se presentan y deben atenderse en tiempos razonables, entre las cuales destaca brindar apoyo y confianza a la población en relación con la seguridad estructural que les ofrecen sus casas, sus departamentos, sus escuelas, sus oficinas. El integrar de forma emergente brigadas de ingenieros y voluntarios pareciera ser una solución, pero las experiencias previas nos han enseñado que pueden volverse ineficaces además de insuficientes, si no se prevé su organización y disponibilidad durante la crisis, además de requerir de un plan de acción que sea coordinado por personas competentes y previsoras.

El Colegio de Ingenieros Civiles de México, a través del Comité Técnico de Seguridad Estructural, ha desarrollado un “Protocolo de Actuación Post-Sísmica” , cuya misión es organizar colectivamente a ingenieros y arquitectos, a investigadores y estudiantes, y a toda persona capacitada en cuestiones de seguridad estructural, para que puedan efectuar una inspección visual de edificaciones habitacionales y de oficinas no gubernamentales, con altas posibilidades de haberse dañado estructuralmente luego de la ocurrencia de un evento sísmico con importantes afectaciones en la Ciudad de México y el área metropolitana. La vocación del protocolo es apoyar a la población civil, sumándose a las acciones que encabece el gobierno en caso de la ocurrencia de dicho evento disruptivo.

Para explicar cómo funcionará el protocolo, es preciso mencionar que el Comité está subdividido en varios subcomités, cada uno de ellos con un cometido distinto, pero trabajando en conjunto para garantizar el buen funcionamiento de la estrategia. Los subcomités son:

1) El Subcomité de Protocolo ante la Emergencia, quienes son los responsables de dirigir todas las acciones que desarrollen los diferentes subcomités durante la emergencia sísmica.

2) El Subcomité de Capacitación, el cual tiene entre sus tareas, impartir durante la emergencia cursos breves sobre qué evaluar y cómo evaluar edificaciones desde un punto de vista estructural.

3) El Subcomité de Brigadas, tiene la dura tarea de organizar a todos los participantes (voluntarios y especialistas) tanto en grupos de trabajo como en formas y tiempos de colaboración, así como en definir su distribución en la región afectada.

4) El Subcomité de Equipo Consultivo, es un grupo de consulta integrado por especialistas de renombre que podrán apoyar en evaluar situaciones complejas donde se requiera un punto de vista especializado.

5) El Subcomité de Banco de Información, tiene por tarea recibir, concentrar y clasificar la información que llegue de las brigadas, así como transmitirla en caso de ser requerida por algún ente autorizado para evaluarla.

6) El Subcomité de divulgación, tiene por misión ser el órgano vinculante entre el Colegio de Ingenieros Civiles de México y la población a través de los medios autorizados.

El protocolo de actuación está pensado para realizarse de la siguiente forma:

- Fase de planeación general, se realiza en “tiempos de paz”, es decir, cuando la comunidad realiza actividades de forma ordinaria, con la participación de todos los miembros del Comité Técnico de Seguridad Estructural, siendo de índole permanente.

- Fase 0, inicia en el instante mismo en que ocurre un sismo.

- Fase 1, el protocolo se activa en cuanto se recibe la instrucción por parte del coordinador del CTSE; en esta fase participan exclusivamente los miembros del Comité.

- Fase 2, se establecen los espacios físicos y virtuales de trabajo, se inicia la capacitación, se organizan las brigadas y se hace la planeación estratégica de las zonas afectadas; en esta fase se amplía el círculo de participantes y apoyos para la inspección post-sísmica, al integrarse voluntarios con formación en inspección/evaluación de daños o conocimientos aceptables de ingeniería.

- Fase 3, se inicia la inspección post-sísmica. En esta fase se hace contacto con el público en general, representando la participación oficial del CICM a través del Comité Técnico de Seguridad Estructural.

- Fase 4, esta fase se imbrica con la fase 3, correspondiendo a los trabajos de evaluación del estado de seguridad estructural de edificaciones dañadas que solo pueden realizarse mediante procedimientos técnicos de ingeniería estructural, pudiendo concluir en la emisión de un dictamen de seguridad estructural. El Comité Técnico de Seguridad Estructural como figura del CICM, se mantiene ajeno a estos trabajos y no tiene ninguna obligación de efectuar dichos estudios, pero se mencionan debido a su potencial requerimiento por parte de autoridades o público en general.

- Fase 5, con su arranque se da por concluido este protocolo de actuación, y corresponde a los trabajos de rehabilitación que procedan para recuperar y garantizar la estabilidad y seguridad estructural de edificaciones afectadas.

En el proceso de revisión estructural de una edificación se identifican tres etapas consecutivas de distinto nivel de complejidad: a) inspección visual u ocular post-sísmica; b) evaluación rápida; c) dictamen estructural. Nuestra estrategia está pensada para llevar a cabo exclusivamente toda inspección visual de edificaciones.

Sin embargo, esta estrategia depende directamente del gran grupo de ingenieros, arquitectos, especialistas y voluntarios que, de manera desinteresada, pueden colaborar con su conocimiento y experiencia en el restablecimiento de la vida normal luego del sismo, coadyuvando con la población a identificar edificaciones que, de reutilizarse, pondrían en grave riesgo a las personas que regularmente, las habitan o utilizan. A este grupo lo hemos llamado la gran red de voluntarios y especialistas de apoyo a la estrategia de actuación post-sísmica.

Nuestra intención es sumarnos a los esfuerzos colectivos optimizando los recursos humanos especializados que, ante una situación de emergencia, son invaluables para la recuperación y restablecimiento de la normalidad para nuestra sociedad mexicana.

Dr. Norberto Domínguez Ramírez

Coordinador de Operación y Redes de Investigación y Posgrado del Instituto Politécnico Nacional
Coordinador Adjunto del Comité Técnico de Seguridad Estructural del CICM
Coordinador General del Comité Institucional de Seguridad y Resiliencia del IPN

Dr. Moisés Juárez Camarena

Profesor Investigador de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura Unidad Zacatenco del Instituto Politécnico Nacional
Secretario del Comité Técnico de Seguridad Estructural del CICM
Coordinador del Subcomité de Divulgación del Comité Técnico de Seguridad Estructural del CICM

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