Por Ing. Carlos Iván Martínez Guzmán

Coordinador Adjunto del Comité de Planeación del CICM

Estamos a punto de iniciar un nuevo ciclo en la administración pública federal, y en ese sentido, las candidatas y el candidato a la Presidencia de la República, han expuesto en diversos foros sus propuestas en materia de infraestructura, los cuales nos entusiasman y nos llenan de optimismo, tal y como ocurre cada seis años, sin embargo, cualquiera que sea el resultado de la elección, para que realmente se puedan materializar sus proyectos propuestos y que sean obras a tiempo, sin sobrecostos, rentables y que atiendan las principales prioridades de la Nación, debemos enfocar los esfuerzos en reinventar los procesos. “No podemos esperar resultados diferentes, haciendo lo mismo”, premisa simple pero efectiva. En ese sentido, quisiera resaltar 3 elementos claves que propiciarían el inicio de esta reinvención y con ello, robustecer y acelerar el desarrollo de infraestructura en México, aplicables para cualquier sector (transporte, salud, energía, hídrico, etc.) los cuales son:

1. Fortalecer las etapas de prefactibilidad y factibilidad con especial énfasis en los estudios y proyectos contemplando una fase de pre-construcción.

2. Explotar las bondades de los esquemas de Alianzas Productivas de Inversión.

3. Colegios y Cámaras del sector celebrar un Convenio de Concertación con el Ejecutivo Federal entrante para participar de manera formal en la elaboración del Plan Nacional de Infraestructura.

Las fases de Prefactibilidad y Factibilidad son cruciales en cualquier proyecto de infraestructura, sin embargo, muchas veces no se les destina el tiempo de maduración necesario, el recurso suficiente, la importancia adecuada ni la tecnología idónea, toda vez que ya se quiere mover tierra y ejercer recurso de obra cuanto antes porque de lo contrario se convierte en subejercicio, sin embargo, debemos cambiar el enfoque y priorizar estas etapas del ciclo de vida del proyecto. No olvidemos que invertirle un par de meses más a la planeación, a la elaboración de proyectos ejecutivos y al análisis de riesgos, se pueden traducir en ahorros de años de ejecución y económicos superiores a lo que pueda representar el monto de inversión de estas etapas, con respecto al monto del Programa-Proyecto de Inversión (PPI) total. Aunado a lo anterior, es momento de implementar nuevas metodologías y tecnologías en estas etapas y que sea un requisito obligatorio contar con un modelo de pre-construcción antes de iniciar cualquier obra, es decir, efectuar una construcción virtual que permita planear y analizar el mayor número de variables posibles antes de llegar a campo, con la finalidad de afinar los alcances, evitar retrabajos, estimación de presupuestos más precisos, optimización de tiempos, mejor comunicación entre partes interesadas (incluso entre dependencias de cualquier orden de Gobierno para la obtención de permisos), mitigar las afectaciones durante la ejecución, incorporar aspectos de sostenibilidad y eficiencia energética y desde luego, mejor control y reducción de modificaciones durante la construcción.

Por otra parte, para detonar proyectos de Infraestructura debemos considerar que es imprescindible tener un flujo de recurso económico constante, seguro y que el recurso público es finito, por lo que se necesita buscar otras fuentes de financiamiento diferentes, es decir, es indispensable impulsar diversas Alianzas Productivas de Inversión, entre el sector público y privado. Estas alianzas permiten al Gobierno hacer más con el mismo presupuesto, no se endeuda ni desembolsa cantidades de recurso exorbitantes o de tal manera que le genere un desequilibrio en las finanzas públicas, sino que le brinda la flexibilidad de diversificar su presupuesto para cubrir otras necesidades sociales, es decir, materializar más y mejores proyectos y estudios para infraestructura productiva. El secreto está en poner los lineamientos contractuales muy claros que den certidumbre a las partes, eliminar la idea errónea que estos modelos son privatizar y que la concesión es el único camino. Otra ventaja de formar Alianzas productivas de inversión es que existen modelos en el que el ejecutor del proyecto tiene como responsabilidad asegurarse de mantener los más altos estándares de calidad, convenidos durante todo el plazo de la relación contractual, lo que garantiza una vida útil efectiva del bien o servicio y por ende esto se traduce en mayor beneficio para los usuarios.

Y la tercer clave, aprovechar la Legislación vigente para coadyuvar en la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo y/o Programas sectoriales relacionados con el desarrollo de Infraestructura y posteriormente en su evaluación, monitoreo y en su caso actualización. Por ello, propongo formalizar esta iniciativa a través de la firma de un Convenio de Concertación, entre el Ejecutivo Federal entrante y un grupo único de interesados formado por Colegios y Cámaras del sector, tal y como lo prevén los Artículos 37° y 38° de la Ley de Planeación. Esto generaría una sinergia indispensable para nuestro país, se evitaría una dispersión de rumbos, proceder con mayor eficacia y rapidez hacia el logro de los objetivos, evaluar resultados y adaptar acciones a las circunstancias cambiantes.

Con base en este último aspecto, por inercia se generaría el escenario ideal para establecer los cimientos para la creación de una Agencia Nacional de Planeación, que permita respetar las prioridades en materia de infraestructura del país con una visión integral y de largo plazo; asignatura pendiente desde hace décadas. Así que, aprovechemos al máximo esta “INMEJORABLE OPORTUNIDAD PARA REINVENTAR LOS PROCESOS EN EL DESARROLLO DE LA INFRAESTRUCTURA EN MÉXICO”.

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