Comentemos algunos aspectos relativos al agua y el desarrollo de nuestro país, según fueron tratados recientemente en el Foro organizado por el Comité del Agua del Colegio de Ingenieros Civiles de México, resumiendo los puntos más relevantes.
Coordinador del Comité del Agua
Colegio de Ingenieros Civiles de México
En primer lugar, hablemos de la seguridad alimentaria de la población, entendida como el acceso permanente a alimentos suficientes, sanos y nutritivos, para una vida activa y saludable. Se estima que apenas algo más de la mitad de los mexicanos alcanza esa situación, por lo que el desarrollo humano deseado debe incluir el objetivo de dotar a toda la población de más y mejores alimentos, lo que lleva a la necesidad de aumentar la superficie cultivada y a incrementar su productividad. Para esto, siendo el agua el principal insumo para la producción de alimentos agrícolas, resulta primordial la infraestructura de riego; no debemos olvidar que más de dos terceras partes del territorio nacional, en donde se lleva a cabo la mayor parte de la actividad económica, tienen clima árido o semiárido.
Entre las recomendaciones para resolver ese problema, están las siguientes: a) desarrollar planes de ordenamiento territorial que consideren a la disponibilidad de agua como un elemento clave; b) rehabilitar, modernizar y tecnificar la infraestructura hidroagrícola y los métodos de riego, para un uso más eficiente del agua; c) incorporar al riego al menos un millón de hectáreas, e incrementar en tres millones de hectáreas el área de temporal tecnificado; d) impulsar las actividades que permitan asegurar mejores rendimientos en los cultivos; e) incrementar la investigación científica, el desarrollo tecnológico, la innovación y la transferencia de tecnología, así como la capacitación técnica, administrativa y empresarial, para fomentar la productividad agrícola; f) hacer un manejo sustentable del agua, con seguridad en el campo, mayor intercambio de información, atención a la calidad de agua y el medio ambiente, estrategias y acciones para el control de avenidas y azolves, prevención y mitigación de daños por fenómenos hidrometeorológicos extremos; g) coordinar a las instituciones de los tres órdenes de gobierno y a las organizaciones de usuarios para desarrollar nuevos modelos de producción que aseguren mayor competitividad y aprovechar la posición estratégica del país frente al mercado global; h) formar profesionistas y técnicos especializados en las instituciones educativas adecuadas.
La ingeniería puede intervenir ampliamente en lo anterior y así contribuir a solucionar el grave problema de la seguridad alimentaria en nuestro país, pero hacen falta recursos. La inversión federal en infraestructura hidroagrícola de este año es, por mucho, la menor de los últimos quince.
Hablemos ahora de la generación de energía. En México, las hidroeléctricas representan el 18% de la capacidad instalada y producen algo más del 10% de la energía eléctrica, básicamente en las horas pico.
Recordemos que las plantas hidroeléctricas tienen amplias ventajas sobre otros modos de generación eléctrica: producen energía firme, no consumen agua, pues únicamente utilizan su energía, y no emiten contaminantes al medio ambiente. Pensemos, pues, en la generación hidroeléctrica, sin olvidar que el papel de la hidroelectricidad en el mundo está cambiando en parte, de una generación firme y de base, a una generación flexible y complementaria a la generación eólica y solar.
Se estima que el beneficio total de las presas durante el presente siglo puede ser hasta cinco veces mayor que el beneficio que han producido desde 1950. Modernizar y sobreelevar las presas hidroeléctricas del país es una excelente alternativa para ganar capacidad y regular más agua. Si se pudieran hacer sobreelevaciones promedio del orden de 5,000 hm3 en las 60 presas hidroeléctricas del país, eso equivaldría a construir otras tantas nuevas presas de igual o mayor capacidad de generación.
Otra consideración es que las plantas de rebombeo, de las que no tenemos aún ninguna en México, son proyectos deseables para atender las demandas en horas pico, ya que se pueden construir en presas existentes y no consumen agua para su operación; adicionalmente, tienen poco impacto social y ambiental por el reducido tamaño de los embalses que requieren. Estos sistemas pueden complementar a los proyectos solares y eólicos, además de convertir energía intermitente en energía firme garantizada y aportar estabilidad a la red.
Se necesita trabajar en planear la seguridad hídrica y energética del país. Estudiar, proyectar y construir nuevas presas, sobreelevar las existentes, e instalar plantas de rebombeo, se deben convertir en acciones prioritarias. Son, sin duda, funciones de la ingeniería, pero se necesitan políticas públicas y recursos para lograrlo; los problemas técnicos, económicos, sociales, políticos y ambientales no deberán interferir con la implementación de estas acciones.
Por último, hablemos de un importante tema de orden territorial: el desarrollo de las planicies costeras.
En la planeación hídrica de nuestro país ha faltado una visión integral de largo plazo que contemple a las aguas que se encuentran en lagunas litorales como el conjunto de lagunas en la parte baja de la cuenca de los ríos Tamesí y Pánuco, que pueden utilizarse para regular avenidas y para agricultura, ganadería y acuicultura, o las lagunas de Alvarado y del bajo Papaloapan, u otras tan significativas como la de Tamiahua o la de Términos.
Hay que incorporar la porción costera del territorio al desarrollo sostenible del país. El aprovechamiento de las lagunas y planicies costeras que actualmente están sin uso permitiría la producción de alimentos y el transporte marítimo de mercancías, complementando el transporte terrestre, así como proteger las playas. Pensemos en las zonas bajas del sur de Veracruz (Minatitlán, Coatzacoalcos) y de Tabasco (el sistema Grijalva-Usumacinta y el Mezcalapa-Samaria-Carrizal).
Podemos decir que para lograr el desarrollo sostenible del país en el siglo XXI debemos utilizar las planicies costeras, ríos, lagunas adyacentes y lagunas litorales, en temas como producción agrícola y acuícola de alimentos, sistemas industriales regionales, integración del sistema de transporte terrestre y marítimo con navegación de corta distancia, desarrollo de turismo ecológico, apoyo a áreas naturales protegidas, conservación de playas y manglares y desalación de aguas marinas. En todo esto, la ingeniería tiene una participación evidente, pero se requieren adecuadas políticas públicas y recursos suficientes.
Hemos repasado algunos temas del agua y el desarrollo. Agradezco a los miembros del Comité del Agua, ingenieros César Ramos Valdés, Humberto Marengo Mogollón y Héctor López Gutiérrez sus aportaciones en el Foro, y a Jorge Saavedra Shimidzu su apoyo para la preparación de este artículo.