Entre las ciudades mexicanas las zonas metropolitanas de Monterrey, Guadalajara y Valle de México han emprendido programas de calidad del aire desde hace varios años, pero aún distan mucho de lograr los objetivos de protección a la salud que estas políticas deberían alcanzar. Conforme a datos de la iniciativa Breathelife de la OMS, Monterrey alcanza 36 ug /m3 de partículas 2.5 es decir 6 veces más de lo que la OMS considera el nivel seguro de 5 ug/m3 y existen unas 20 ciudades mexicanas con problemas similares.
La OMS acaba de actualizar los criterios de calidad del aire haciendo más estricto el promedio anual de partículas 2.5 , conocidas como fracción respirable por su capacidad de penetrar a las profundidades de los pulmones y sofocar los alvéolos. La medida segura de estas partículas pasó de 10 microgramos por metro cúbico a 5, reflejando lo que las ciencias médicas han confirmado sobre los enormes daños que provocan las partículas fracción respirable en las personas y que se reflejan en los índices elevados de asma y enfermedades del tracto respiratorio en poblaciones expuestas. Esta declaración de la OMS obliga a que las ciudades tengan que redoblar sus esfuerzos para buscar mejorar la calidad del aire y planear políticas públicas de mediano y largo plazo.
Conforme se incrementan los lazos de cooperación y la importancia de los acuerdos globales ambientales, las ciudades latinoamericanas también se enfrentan a problemáticas comunes y cada vez toman ventaja de experiencias que se comparten en el diseño e implementación de políticas de calidad del aire y de mitigación y adaptación climática.
Al respecto existen avances y señales positivas en Santiago de Chile y en Ciudad de México, ciudades qué otrora alcanzaron los máximos niveles de contaminación por partículas en Latinoamérica. Actualmente ambas ciudades toman acciones como programas de mejora del parque automotor, con énfasis en el transporte urbano y transición a combustibles bajos en carbono (Euro VI, gas natural, eléctricos e híbridos); ambas ciudades cuentan también con planes a mediano plazo que les permitan avanzar y eventualmente alcanzar la neutralidad de carbono al 2050. Paralelamente ciudades como Bogotá proyectan un cambio de la flota particular a eléctrica al 47% para el 2050 y buses de transporte masivo del 100% para el 2050. Algunas ciudades son más proactivas y como San Juan de Puerto Rico proyectan la conversión de vehículos de gobierno a un 100% eléctricos para 2028.
De esta forma 2050 prospecta ser el cambio de una era en América latina con compromisos de neutralidad de carbono en Chile, México, Colombia y otros. De la misma manera Perú y Ecuador esperan alcanzar una reducción de emisiones en Lima y Quito, una vez puedan mejorar sus combustibles.
Es de esperarse que en el futuro las ciudades alcancen mayor influencia política para que a su vez las decisiones de política energética y hacendaria permitan continuar con los programas de calidad del aire y cambio climático que requieren inversiones importantes pero cuyos beneficios se multiplican en cuanto al bienestar y a la salud.
Estas tensiones de las que México es un buen ejemplo entre el sector energético que intenta minimizar costos en contra de la calidad del aire y las políticas climáticas, podrían volverse más comunes en toda la región. Los países latinoamericanos enfrentarán está tensión pero las ciudades y las principales capitales exigen cada vez más que no se impongan costos ambientales a los ciudadanos urbanos. Las ciudades latinoamericanas seguirán dando la batalla cada vez más en alianza y trabajo colaborativo, pues es en las ciudades dónde se verá el balance entre decisiones e inversiones que favorezcan la calidad del aire aunque impliquen cambios importantes en la política energética. Aunque aún falta un largo camino, las ciudades latinoamericanas comienzan a marcar la pauta disminuyendo su huella de carbono y los efectos en la salud por la contaminación ambiental. Sus líderes hablan ahora de cómo resolver problemas de movilidad a la vez que buscan fuentes renovables de energía aunque dicho enfoque contravenga criterios de ahorro en el sector energético tan dado a pretender que el abasto de combustibles y electricidad sea su única variable de bienestar cuando en realidad no existe desarrollo si es a costa del aire y el clima de los que depende también el bienestar humano.
En el caso mexicano no será extraño que aún a contrapelo del gobierno federal, pronto veamos a más ciudades abordando el reto de la neutralidad de carbono y haciendo planes para declarar su ambición aunque sea en metas a largo plazo como 2040 o 2050. Hablando de calidad del aire y cambio climático en nuestras ciudades, el futuro comienza hoy.
Miembro del Comité de Medio Ambiente y Sustentablidad, CICM