Alberto Jaime P.

Ingeniero Consultor

Miembro del Comité de Resiliencia de la Infraestructura del CICM

El primer paso para mejorar la resiliencia de la infraestructura en México es identificar los sectores clave de la infraestructura y de los recursos. Por ejemplo, en Estados Unidos se consideran 18 sectores, mientras que en Gran Bretaña son 9 (NIAC, 2009; Houses of Parliament, 2010). Estos sectores incluyen, entre otros: bancario y financiero, transporte, comunicaciones, presas, alimentos, agua y drenaje, energía, servicios de emergencia y el propio gobierno.

En Inglaterra (Houses of Parliament, 2010), la infraestructura nacional se define como: “Las instalaciones, sistemas, sitios y redes indispensables para el funcionamiento del país y la prestación de los servicios esenciales necesarios para la vida diaria”.

En EUA, el organismo encargado es el Consejo Nacional Consultor de la Infraestructura (NIAC), a través de la Secretaría de Seguridad del Territorio Nacional (Department of Homeland Security). El Consejo también tiene la función de ser un canal facilitador de la comunicación entre los diferentes sectores del gobierno y de la economía, tanto públicos como privados, relacionados con la infraestructura. Además, promueve la elaboración de estudios de riesgo sobre los sistemas de información y telecomunicaciones. En Inglaterra, está en discusión la creación de un órgano responsable del futuro de la infraestructura en su país.

La imagen mental de la resiliencia de la infraestructura, según Flyn, citado por NIAC, 2009, consiste en cuatro características: 1) Robustez, capacidad de absorber un golpe causado por un evento catastrófico (sismo, huracán, terrorismo, etc.) y continuar operando; 2) Capacidad de Respuesta para manejar la crisis que acompaña los efectos causados por la perturbación, conforme esta se desarrolla; 3) Recuperación rápida, habilidad para poner en operación la infraestructura o servicio tan pronto como sea posible; y 4) Adaptabilidad, capacidad para incorporar las lecciones aprendidas de eventos actuales y similares del pasado y mejorar la resiliencia. Esta imagen mental de la resiliencia permite una mejor comprensión de la relación que existe entre todos los sectores de la infraestructura (energía eléctrica, agua y saneamiento, seguridad pública, servicios hospitalarios, carreteras, ferrocarriles, aeropuertos, etc.) y entre los ciudadanos, la industria, el comercio y el gobierno.

Es imprescindible hacer una clasificación o tipificación de la infraestructura nacional con el fin de evaluar el estado de su resiliencia. De esta manera, se podrán tomar medidas para mejorarla, así como planear y construir mejor la futura. Es tentador clasificar la infraestructura por separado, es decir, hablar de edificios, caminos, hospitales, hoteles, entre otros. Esto provoca que se pierda la visión integral de los grupos que conforman los diferentes tipos de infraestructura.

Por ejemplo, en el caso de la electricidad, su generación depende principalmente de presas, de abasto de combustóleo, gas y carbón. Las presas, a su vez, en nuestro país son multiusos. El abasto de combustóleo se maneja a través de la industria petrolera, al igual que el gas. El carbón, por su parte, se maneja a través de la industria minera. Todos estos combustibles requieren para su manejo instalaciones especiales, distintas entre sí y con características diferentes; algunas son portuarias, otras de ductos, transporte carretero, almacenamiento en terminales de llegada y en las plantas de generación. Esto solo por mencionar algunas. Faltaría agregar los aspectos de la

transmisión de la energía eléctrica y de la distribución final: industrial, de servicios, urbana y residencial.

Otro ejemplo es el caso de los hospitales. Si se habla solo de los edificios y el equipamiento, se pierde de vista la parte de atención a los enfermos, la formación y preparación del cuerpo médico y de enfermeras, los servicios auxiliares de ambulancias y transportes, el mantenimiento de equipos, el suministro de medicinas, su almacenamiento y distribución, la investigación, el trabajo social, etc. Otros aspectos soslayados en muchas ciudades son las rutas de acceso a los hospitales. En la Ciudad de México y otras del país, estas están bloqueadas por el tráfico la mayor parte del tiempo.

Tomando como ejemplo los casos mencionados, se sugiere que la tipificación de la infraestructura se haga por sistemas o sectores. A nivel federal, la lista sugerida de los principales sistemas es:1) Energético; 2) Alimentario; 3) Salud; 4) Educación; 5) Comunicaciones (telefonía, Internet, radio, etc.); 6) Transporte; 7) Agua, presas, acuíferos, drenaje y saneamiento; 8) Bancario, financiamiento y seguros; 9) Servicios de emergencias; 10) Gobierno en sus tres niveles (incluye Ejército, Armada y Guardia Nacional); 11) Hospitalidad (turismo); 12) Información, medición y colección de datos (agua, aire, tierra, climatología, conservación de flora y fauna, incendios).

Cada uno de estos sectores tiene diversos componentes que pueden ser muy complejos en sí mismos. En el caso del transporte, los componentes principales serían: carreteras, puertos, aeropuertos, ferrocarriles, túneles, puentes, medios de transporte (personal, masivo, colectivo, a granel, terrestre, aéreo, marino, fluvial), vías y enlaces.

Además de lo anterior, debe enfatizarse que, a nivel de regiones metropolitanas y ciudades, cada una de ellas debe analizar su propia resiliencia, tomando en cuenta factores adicionales. Por ejemplo, el abastecimiento y distribución de bienes y servicios, tanto del exterior como en el interior de ellas, antes y después de eventos catastróficos. La resiliencia de las regiones metropolitanas y ciudades es altamente compleja y tiene matices muy importantes para cada caso.

En el área metropolitana del Valle de México, un problema de salud y ambiental es la contaminación del aire. A pesar de que existe una Comisión metropolitana para ello, los programas, planes y acciones para prevenirla, disminuirla o enfrentar episodios extremos no se aplican cabalmente o fallan por falta de coordinación y oportunismo político de los participantes. En este asunto, los gobiernos federal, de la CDMX y los estados de México, Hidalgo y Morelos, junto con los municipios correspondientes, no han podido ponerse de acuerdo en la normatividad (en 25 años) para homologar las mediciones de las emisiones contaminantes ni los niveles permisibles de los automóviles y vehículos automotores. Esto se debe al principio de la soberanía y autonomía de estados y municipios, o simplemente porque no aplican la normativa vigente.

La organización política actual es un gravísimo obstáculo. Es necesario legislar para considerar a las regiones metropolitanas en estos casos de contaminación (salud) y otros relacionados con la gestión de la infraestructura, como el transporte, la gestión del agua, las comunicaciones, los servicios de emergencias, etc.

También, se deben promover y fomentar los estudios de resiliencia para mejorar la infraestructura existente y para diseñar la nueva.

El tema de la resiliencia de la infraestructura es de gran importancia para México. La aplicación de los conceptos de resiliencia nos permitirá, además, mejorar la respuesta que muchas veces se ha dado de manera errática a emergencias provocadas por sismos, hackeo de redes bancarias y de secretarías de Estado, huracanes, lluvias de convección intensas, protestas sociales (la autopista México-Puebla cerrada hace unos días provocó pérdidas económicas de cientos de millones de pesos), etc. Esta tarea va más allá de lo mucho que se ha avanzado en protección civil desde los sismos de 1985.

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