Desde que fue jefe de gobierno de la Ciudad de México, López Obrador supo leer y entender, como pocos, a las clases populares y medias del electorado mexicano. Su política se basó en la construcción de segundos pisos, programas sociales enfocados en la entrega de dinero o bienes y becas de distinta naturaleza. Así construyó una política de lo tangible, de lo real y atendió un problema de desigualdad y desencanto con la función de gobiernos anteriores.

Durante cinco años, ya como presidente, estructuró acciones que permitieron a la gente ver, con sus propios ojos, el destino del dinero público. Por fin, bajo el discurso simplista, ese dinero ya no desaparecía por la corrupción del pasado.

La política de lo tangible identificó perfectamente a los grupos que debía atender y cómo hacerlo para revertir la percepción de un gobierno corrupto y ausente, convirtiéndolo en uno visible y presente. Esta estrategia funcionó y como prueba están las victorias de su partido y sus aliados el 2 de junio.

La consolidación de la llamada Cuarta Transformación implica un cambio profundo en el funcionamiento del poder público en México, un cambio de régimen impulsado desde las urnas que tiene su origen en el desencanto del electorado en las promesas del pasado. Lo grave sería que todo cambie para que no cambie nada… y aquí entran los ministros intangibles. Los que están ahí y son fundamentales para la división de poderes y la democracia, pero que para una gran mayoría de país no existen.

Hoy, el Presidente cuenta con múltiples obras de infraestructura y programas sociales que explican a la gente el destino de los recursos públicos y garantizan su presencia en todos los rincones del país. Sí, puede que sea un aeropuerto en desuso, una refinería que no refina y un tren que transporta una cantidad limitada de pasajeros, pero ahí están. Si alguien pregunta a dónde se fue el dinero, la respuesta obvia es que está en esos proyectos, aunque también en los bolsillos de unos cuantos cercanos al régimen. Si alguien pregunta qué hace el Poder Judicial, la respuesta, en cambio, queda lejos de ser obvia. Este jueves, el propio ministro Javier Láynez dio una cátedra en el primer foro de discusión de la reforma judicial en la Cámara de Diputados al reconocer que no han sabido explicarle a la gente su papel ni qué hacen ni cómo toman decisiones.

Este enfoque de lo tangible ha sido crucial para la narrativa de López Obrador y Morena: la visibilidad de sus acciones y proyectos es un argumento contundente en un país donde la corrupción y la ineficiencia han sido la norma, incluso durante su gobierno. La política de lo tangible, aunque criticable en muchos aspectos, ha sido efectiva en mantener el apoyo popular, mostrando resultados palpables, aunque queden mucho que deber, incluso más que los intangibles ministros y el Poder Judicial que está a punto de desaparecer cómo lo conocemos.

Stent:

Gerardo Fernández Noroña confía en poca gente, casi siempre anda solo, pero esos cuantos lo han escuchado contar historias que pondrían a temblar las carreras de varios de los que lo han ninguneado. ¿Resistirá a los deseos de venganza como obediente soldado?

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