Desde inicios de septiembre, presume en pasillos y reuniones que el presidente López Obrador le dará el ascenso y lo convertirá oficialmente en el titular de la Secretaría de Infraestructura Comunicaciones y Transportes. Asegura que le tiene mucha confianza y que lo considera el mejor para el puesto, sin importar sus vínculos con la era Peña Nieto.

Es Jorge Nuño Lara, subsecretario de la SICT, y quien quedó como encargado de la oficina de manera temporal tras la licencia que solicitó Jorge Arganis Díaz-Leal, por problemas de salud.

En su cortísima gestión, que suma menos de un mes, Nuño Lara se ha encargado de abrirle por completo las puertas al Ejército para que sus elementos terminen por apoderarse de la Agencia Federal de Aviación Civil, AFAC. Ambas partes tienen un encargo presidencial pendiente: recuperar la categoría 1 en seguridad aérea que degradó la Agencia Federal de Aviación de Estados Unidos, en mayo pasado.

Para lograrlo, más de 50 integrantes de la Sedena, con enfoque jurídico y administrativo, entran y salen de esa oficina con el visto bueno de Nuño Lara. Desde niño se siente cómodo con el verde olivo a sus alrededores. Su papá es el coronel en retiro Jorge Nuño Jiménez, secretario particular de Luis Echeverría Álvarez por casi cincuenta años, hasta el día de su muerte.

Sin embargo, en su afán de quedar bien con la tendencia de militarizar todo lo que esté a la vista, Nuño Lara encendió las alarmas en Palacio Nacional. Ha cometido una serie de violaciones a los procesos y normas de la propia secretaría. Por ejemplo, hace unos días ordenó que la dirección de medicina preventiva en el transporte de la SICT ceda a la AFAC las atribuciones para realizar exámenes a los pilotos de aviación comercial. En otras palabras, los militares realizarán las pruebas. Ese proceso tendría que haber seguido una ruta administrativa, jurídica y legislativa para modificar la Ley General de Aviación Civil, pero no importó con tal de satisfacer al Ejército.

Otra cosa incomodó. Su papá, el coronel Nuño Jiménez, también presume una supuesta cercanía e influencia con los altos mandos militares y con el presidente López Obrador.

Mientras su mundo paralelo gira, hay muchas realidades: el tiempo se agota para que la Agencia Federal de Aviación de Estados Unidos le regrese la categoría 1 a México. El contrato de supervisión contempla 10 visitas, han quemado ocho cartuchos. El aeropuerto Felipe Ángeles es el más afectado porque no puede abrir rutas a ese país. Los controladores aéreos civiles mexicanos se sienten desplazados por la llegada de elementos militares y todo nos encamina a ser el único país democrático en el mundo con una aviación civil en manos del Ejército.

Stent

“Alito” no fue el único. La intimidación alcanzó a otro priista de altos vuelos. Una carpeta por lavado de dinero tiene los nombres de Rubén Moreira Valdez, su esposa Carolina Viiggiano y hasta uno de sus hijos. Como las aguas se calmaron, el folder se hizo perdidizo en el escritorio donde se toman las decisiones de este país.


claudio8ah@gmail.com 

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