Conocí a Fadí en junio de 2016. Él tenía 15 años, pero parecía de 10. Enormes ojos negros, igual que su pelo, aunque ese se disimulaba entre capas de tierra y polvo. Más delgado y más bajo en estatura que cualquier otro joven de su edad. Fue el primero con el que hice contacto visual al entrar a una de las cientos de fábricas ilegales de ropa de la ciudad de Gaziantep , Turquía, epicentro del sismo que ha provocado más de 25 mil muertes, desde hace una semana. Muchas de esas fábricas, hoy están colapsadas.

Fadí dejó su máquina de coser y se levantó de inmediato a saludar, pero parecía tener más curiosidad en echarle un ojo a las cámaras de televisión. Estábamos ahí para documentar la huida de millones de ciudadanos sirios, la gran mayoría niños que, como él, encontraron en esa ciudad turca un refugio de la guerra civil en su país y de los horrores cometidos por el grupo terrorista Estado Islámico.

Además de árabe , Fadí hablaba un buen inglés y un fluido turco. Sus primeras palabras nos dejaron helados en el equipo, primero por la dureza y segundo porque las decía con una sonrisa de resignación: “La tragedia me persigue”.

Fadí comenzó a contarnos que había escapado de Siria porque los yihadistas estaban a unos kilómetros de entrar a apoderarse del pueblo en el que vivía. Sus papás le dieron el poco dinero que tenían ahorrado y le encargaron cuidar de sus otros tres hermanos de 12, 10 y 6 años. Los cuatro huyeron a Gaziantep, con ayuda de vecinos y amigos. Dos semanas más tarde se enteraron que habían quedado huérfanos. Los terroristas asesinaron a sus papás por tener una antena de televisión satelital. Era suficiente pecado.

Fadí era un “privilegiado” en esa fábrica. El resto de los niños trabajadores rondaba entre los 6 y los 10 años. No podían doblar turnos y ganar más. Él sí. El resto de los niños no había tenido educación en toda su vida. Él sí. El resto de los niños no tenía acceso a un teléfono. Él sí.

Fadí me pidió mis datos porque quería ver el reportaje que estábamos preparando una vez que viera la luz. Compartimos correos electrónicos y desde entonces comenzamos a compartir mensajes. Primero con regularidad, aunque con el tiempo eso se perdió y luego lo hacíamos una o dos veces al año. La más reciente fue en diciembre de 2021. Me contó que había ido a Grecia de vacaciones y que trabajaba en una zapatería de Gaziantep. Que sus hermanos estaban bien, pero no me dio más detalles.

Con el sismo de la semana pasada le volví a enviar un correo. Hasta hoy, Fadí no ha respondido. Ojalá que la tragedia no lo haya perseguido esta vez.

Stent :

Samuel García, gobernador de Nuevo León, tiene pólvora en las manos: se llama Julieta López Bautista , encargada de comunicación social en el gobierno del perredista Silvano Aureoles, en Michoacán. Samuel la sumó a su equipo y cada día le da más poder, sin saber que ella es uno de los hilos más delgados que están próximos a jalar contra el exgobernador.

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