Un vehículo de guerra israelí muy similar a un tanque, pero sin cañón, se acomodó en el frente de batalla contra Hamas, afuera de la Franja de Gaza. Adentro del blindado iban varios soldados, alistándose para la misión. De pronto, un dron voló sobre él y dejó caer una granada de mano que entró con un tino preciso por un pequeño espacio. Segundos después explotó y un soldado murió. Parecería una anécdota más de una guerra si no fuera porque un hombre decidió que no podía volver a repetirse algo así.

Rani Birak es soldador. Al enterarse de la noticia, se apersonó en la zona de conflicto, habló con los mandos y tomó medidas del agujero culpable en todos los vehículos gemelos al que sufrió el ataque. Después se fue a su taller a fabricar unas tapas de metal que solucionaran el problema. En cuatro días hizo 37 y la noche de este sábado comenzó a colocarlas una por una. Él resolvió un asunto que le tocaba a uno de los ejércitos de mayor prestigio en el mundo. Él resolvió un asunto que le tocaba a un gobierno descrito como incompetente por buena parte de la población, más después de la atrocidad cometida por Hamás.

Israel ha vivido una semana de cambios en los ánimos sociales. Primero el shock y la sorpresa. Después la solidaridad de ciudadanos. Rani no fue el único. Al ingreso a Israel, vía Aqaba, Jordania, encontramos a Shahar Dvir, un reservista del ejército. Estaba cargando gasolina en una estación. Su camioneta, repleta de banderas, arrastraba un remolque cargado de cajas de cartón. Alto, calvo, con gorra verde militar y una pistola escuadra en la cintura, respondió emocionado cuando le preguntamos qué cargaba y a dónde iba. Estaba recolectando cigarros, dulces y chocolates para los soldados de la primera línea de batalla. Lo ha hecho toda la semana.

En la misma estación de carga, aparecieron otras tres personas con armas largas en un lapso de cinco minutos. Todos con una misión distinta, enfocada en la guerra. Todos con una idea conjunta: el gobierno está desaparecido. Hace unos días causó indignación el video de un conocido político local llamado David Bitan, integrante del partido Likud, el mismo del que forma parte el primer ministro Benjamin Netanyahu. En medio de la crisis y el dolor, él estaba tomando un café en las mesas de una terraza de Tel Aviv, como si nada. La frustración creció cuando el gobierno llamó a la población a reportar de inmediato a familiares desaparecidos después del ataque, pero el número telefónico de emergencia respondía a lo largo del fin de semana que el servicio solo estaba disponible de lunes a viernes.

En ese mismo gobierno se ha encargado de propagar la idea de que no es momento de averiguar qué falló, sino de enfocarse en la unidad. Para los locales, es una respuesta fácil, que tiene fecha de caducidad. Igual que el discurso de que detrás de Hamas estuvo Irán.

La cobertura completa, en Latinus.

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