Soy, como muchísimos más de mi generación, hija de la escuela pública de este país. Estudié en la Prepa 6 “Antonio Caso” y cursé la licenciatura en la Facultad de Economía en Ciudad Universitaria, donde prevalece el pensamiento crítico, científico, de gran calidad y de izquierda que está presente en el debate y en los anhelos de un país mejor. Mi padre fue también economista, egresado de la UNAM y con especialidad en Estudios del Desarrollo en África.

Mi vida estudiantil se repartía entre clases, debates en el auditorio Ho Chi Minh, visitas a la biblioteca y círculos de estudio. Además fui consejera técnica dentro de una intensa etapa de discusión y orientación sobre la propuesta de un nuevo plan de estudios en la Facultad.

Junto con amigas y amigos entrañables —que siguen siendo parte de mi vida— tuvimos maestros tan diversos como respetados, entre los que destacan: Julio López, Rolando Cordera, Arturo Huerta, Alejandro Valle, David Colmenares, Óscar Guerra y mi querido Enrique Semo. Aprendimos de ellos, así como de la diversidad y la pluralidad cotidiana que nos formó y transformó.

Para mí, la UNAM es investigación, ciencia, deporte, inclusión, historia, debate, propuesta, conocimiento, cultura, arte, diversidad, ideologías, colores y sabores. Por ello me llena de orgullo pasar frente al edificio de la Biblioteca Central, con su extraordinario mural; así como el número de cuenta, el cual llevamos tatuado en el alma. Aún me lo sé de memoria y en alguna ocasión bromeaba con un exrector de que todos deberíamos presentarnos con él, en lugar de nuestro nombre.

La UNAM es sinónimo de excelencia; es una muestra fehaciente de que la universidad pública, laica, gratuita y de calidad es necesaria, ya que permite que personas de orígenes diversos confluyamos, nos formemos y forjemos en ella. También es un pilar de la movilidad social; su continuidad y fortalecimiento, incluido el presupuestal, son fundamentales para el país.

Alfonso García Robles, Octavio Paz y Mario Molina, los tres Premios Nobel mexicanos, han sido formados en la Máxima Casa de Estudios. También personajes tan admirables como Julieta Fierro, Alicia Bárcena, Rodolfo Neri, Emmanuel Lubezki, Adolfo Sánchez Vázquez, Ana María Cetto y muchas personas más han puesto en alto el nombre de México.

Igualmente, diversos cambios sociales han tenido como epicentro a nuestra Alma Mater —uno de los más importantes centros universitarios del mundo—, en ella se gestaron movimientos sociales como el de los jóvenes del 68, que exigían democracia. Ha sido baluarte, transformación y origen del pensamiento de la libertad y la igualdad.

Sus contribuciones al desarrollo científico la han colocado entre las instituciones de excelencia a nivel global. En todas las disciplinas es referencia obligada y también en el debate sobre los grandes problemas del país: la economía, la desigualdad, la pobreza, la salud y el Estado en su conjunto.

Finalmente deseo hacer un reconocimiento a quienes contribuyen con sus donaciones, en especial al trabajo que realiza Fundación UNAM, asociación civil sin fines de lucro que apoya económicamente a los estudiantes con buen desempeño escolar que provienen de familias de recursos modestos.

Por esto y más, la UNAM siempre será mi casa y siempre contará conmigo. ¡Le debemos tanto a sus egresados, son nuestro orgullo!

Titular de la Unidad de Igualdad de Género y Cultura de la Fiscalización de la Auditoría Superior de la Federación

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