Si un pueblo quiere conservar sus derechos y libertades esenciales debe estar dispuesto a pelear por su libertad de expresión. Si ésta se encuentra en riesgo, estará en riesgo la continuidad misma de un Estado democrático.
En México, hoy la expresión libre está amenazada por ataques sistemáticos desde el poder público, particularmente desde el Ejecutivo Federal, que descalifica y agrede a medios de comunicación, voces críticas y cualquiera que tenga posiciones diferentes a las del oficialismo.
Esta tendencia ha permeado en la sociedad: la agresividad con la que se denuesta a los críticos parece legitimar los ataques contra personas que expresan ideas u opiniones distintas, mediante feroces linchamientos mediáticos y en redes sociales, que en algunos casos ya han llegado al acoso físico en las calles.
Como si la diversidad y la pluralidad de un gran país como el nuestro pudiera expresarse y conformarse desde una sola interpretación del mundo. Como si la libertad no descansara, justamente, en el derecho fundamental que tenemos todas y todos, de alzar la voz para emitir nuestra opinión.
Si bien hasta ahora no ha habido una censura directa, sí ha habido acciones para intimidar a voces críticas y tratar de evitar, mediante la burla y el ataque, que se expresen ideas que chocan con la versión de la realidad que desea construirse desde el poder.
Frente a estas amenazas, se ha formado un consenso cada vez más amplio entre un buen número de intelectuales, académicos, líderes de opinión, periodistas, artistas, científicos y ciudadanos en general.
Recientemente, esta preocupación cobró notoriedad con la publicación de un potente y valiente desplegado en defensa de la libertad de expresión.
En este oscuro panorama hay una oportunidad: la posibilidad de que las muy diversas oposiciones y voces críticas, en medio de nuestra pluralidad, nos unamos en una causa colectiva: la defensa de la libertad de expresión, y con ella, del resto de derechos y libertades fundamentales de nuestra democracia.
Se trata de una causa que trasciende a los partidos y sus postulados; una causa que nos aglutina en torno a valores democráticos compartidos, que se diferencian marcadamente de los valores autoritarios de quienes anhelan regresar al país de un solo hombre y de una sola opinión “legítima”, sancionada por el gobierno.
Debemos estar conscientes de que la construcción de este bloque democrático por la libertad de expresión no está exenta de retos: es necesario que las diversas oposiciones dialoguemos y actuemos con generosidad y de buena fe; que partidos y sociedad civil aprendamos a comunicarnos y entendernos mejor; que estemos dispuestos a poner de lado diferencias superficiales e intereses de grupo en nombre de una visión de Estado más amplia e incluyente.
La realidad que atraviesa México nos exige subir la mira y dimensionar el momento histórico que nos toca vivir.
Estamos frente a una bifurcación: de un lado está el camino arduo hacia defender y profundizar los avances democráticos, y del otro el sendero tentador que podría llevarnos de regreso hacia los tiempos de las unanimidades impuestas y artificiales. Una República libre para los años por venir es lo que está en juego. Por la libertad, se necesita unidad en los valores democráticos.