El martes pasado celebramos la última sesión ordinaria en el Senado de la República. La conclusión de las LXIV y LXV Legislaturas nos ofrece la oportunidad de hacer una recapitulación y una evaluación autocrítica de nuestro desempeño como integrantes de la Cámara Alta.

En gran medida, y tristemente, el trabajo parlamentario estuvo caracterizado por la actitud antidemocrática del bloque oficialista, que nunca dejó de confundir su mayoría aritmética con una licencia irrestricta para excluir a las oposiciones, que también representamos a millones de mexicanos. En muchos casos, esto impidió la posibilidad de conciliar; en no pocos, se tradujo en el intento de imponerse incluso atropellando la legalidad interna del Senado y la Constitución.

Conquistas tan destacables como la paridad en la integración de la Cámara fueron ensombrecidas por el desconocimiento de la legitimidad de quienes piensan diferente al gobierno. Incluso cuando se logró crear espacios de diálogo, el oficialismo traicionó su palabra y los acuerdos establecidos. Es el caso de la Guardia Nacional, que aprobamos por consenso en 2019 como una corporación eminentemente civil, pero cuya naturaleza ha sido totalmente trastocada para convertirla en una corporación militar.

Ante ese escenario adverso, las oposiciones logramos articular el llamado Bloque de Contención para defender la Constitución y principios como el federalismo, la división de poderes, el sistema de frenos y contrapesos al poder. El Bloque permitió aprobar reformas relevantes y evitar que las leyes aprobadas por la mayoría violentaran derechos fundamentales.

Entre los logros constitucionales, avalamos cambios como la paridad en todos los órganos del Estado, en todos los órdenes de gobierno; la ampliación del régimen de derechos sociales o el reconocimiento de las comunidades afromexicanas. Rechazamos la propuesta de restablecer el anacrónico monopolio público en la generación de energía eléctrica. Y defendimos las instituciones electorales de la pretensión gubernamental de suprimirlas y deformarlas.

Cuando el oficialismo quiso exceder sus facultades, desde el Bloque interpusimos 37 demandas ante la Suprema Corte para invalidar normas inconstitucionales. Así, logramos frenar el mal llamado “Plan B” de la reforma electoral, cancelar el Padrón Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil y revertir el traslado de la Guardia Nacional a la SEDENA, por mencionar algunos ejemplos.

En el ejercicio de las funciones del Senado, el balance es de claroscuros: la función legislativa dominó ambos periodos, mientras que las funciones de control de la gestión pública se abandonaron casi por completo. Merecen especial reconocimiento las reformas en favor de los derechos laborales o la igualdad sustantiva entre los géneros, así como el fortalecimiento de las sanciones a la violencia contra las mujeres. Asimismo, la emisión del Código Nacional de Procedimientos Civiles y Familiares y la Ley General de Mecanismos Alternativos de Solución de Controversias.

El saldo más negativo está en la participación del Senado en nombramientos y designaciones. La falta de voluntad de la mayoría ha impedido garantizar la integración completa del INAI, el TEPJF y los tribunales electorales locales. En espacios que deberían ser autónomos, el oficialismo impuso personas que llegaron para capturarlos y someterlos a la voluntad presidencial.

El Senado también dejó de realizar el análisis de nuestra política exterior. Y la revisión del desempeño de la Guardia Nacional y de la participación de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública se redujo a la simple recepción de informes, sin elementos sustantivos para la toma de decisiones.

Las LXIV y LXV Legislaturas nos ofrecen una lección sobre la importancia de los equilibrios políticos en el Congreso. Una mayoría sólida puede ser útil para la eficiencia legislativa, pero no es suficiente para garantizar un buen funcionamiento parlamentario.

En el Congreso, la legitimidad no está en las mayorías automáticas y homogéneas, sino en la posibilidad de construirlas a partir de la pluralidad. La convivencia simulada de la mayoría con las oposiciones es un ejemplo de la falta de democracia: no en la elección, pero sí en el desempeño.

Senadora de la República

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