En menos de cuatro meses, Claudia Sheinbaum rendirá protesta como la primera presidenta de la República. Internamente, enfrentará un escenario sumamente complejo. A pesar de tener un gran bono de legitimidad democrática y sólidas mayorías parlamentarias, su margen de acción estará acotado en gran medida por la voluntad del actual presidente y las lealtades encontradas al interior del oficialismo.
Además, el próximo gobierno enfrentará desafíos ineludibles como la necesidad –casi inmediata– de una reforma fiscal para evitar una crisis mayor en las finanzas públicas. Y prioridades de carácter nacional como la renegociación del T-MEC en 2026.
Sheinbaum será sucesora de un presidente popular que ha ejercido un liderazgo personalista y ha centralizado prácticamente todas las decisiones de su gobierno, debilitando a las instituciones del Estado mexicano. Con ese estilo, intervino sistemáticamente en todo el proceso electoral. Y ahora, en lugar de ceder poco a poco el protagonismo a su sucesora –como es casi natural en una etapa de transición–, se ha dedicado a mostrar que aún es él quien toma las decisiones.
Es cierto que una mayoría ciudadana se expresó en las urnas en favor del proyecto obradorista: el mandato de continuidad es muy claro para la próxima presidenta y sus mayorías en el Congreso. Sin embargo, eso no significa que no existan espacios para impulsar una agenda propia: áreas de oportunidad para corregir insuficiencias, retomar tareas abandonadas en este sexenio y hacer los ajustes necesarios para darle viabilidad al país más allá de los próximos seis años.
Hacia el exterior, el escenario es más favorable. El mundo ha reaccionado con cierto optimismo ante los resultados de la elección presidencial en México. Sin profundizar en su militancia partidista o su oferta política, los medios internacionales han centrado su atención en el perfil de la presidenta electa. Su formación como científica, su experiencia en el servicio público y su participación en espacios como el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático son señales positivas para analistas, organismos y grupos de interés internacionales.
Ese optimismo y esa confianza representan una gran oportunidad para que México recupere espacios de incidencia en el mundo, reconstruya sus relaciones estratégicas e impulse causas de la agenda internacional. No sólo con la presencia de la próxima presidenta en foros multilaterales o cumbres internacionales, sino aprovechando la plataforma que esos espacios ofrecen para construir alianzas con actores estratégicos: jefes de Estado, inversionistas, organizaciones no gubernamentales o grupos de expertos.
Frente a las dificultades y resistencias internas, construir alianzas internacionales puede ofrecer al próximo gobierno el respaldo necesario para apuntalar su propia agenda interna, sobre todo, en áreas estratégicas como la política comercial, energética o ambiental. En la arena internacional, Claudia Sheinbaum encontrará muchas oportunidades para México. Y tendrá la enorme responsabilidad de aprovecharlas. Sobre todo, si pretende hacerse de un lugar propio en la historia de nuestro país.
Senadora de la República