La jornada electoral del 6 de junio inauguró la segunda mitad del sexenio. Sus resultados alteraron la correlación de fuerzas y los equilibrios legislativos; en esa medida, movieron los cálculos y las posibilidades de los actores políticos, tanto del gobierno como de las oposiciones. Todo indica, además, que se adelantó la efervescencia sucesoria.
Para todo gobierno en México, el primer trienio es crucial para sentar las bases de su proyecto; como su legitimidad suele ser mayor y aún no sufre el desgaste propio del ejercicio del poder, tiene la posibilidad de hacer las grandes reformas, crear las instituciones y diseñar las políticas que marcarán su administración. En el caso del actual gobierno, los ejemplos son claros: la Guardia Nacional, el inicio de obras como Dos Bocas, el Tren Maya o el aeropuerto Felipe Ángeles, y programas como Jóvenes Construyendo el Futuro.
En el segundo, el objetivo es consolidar el proyecto, así como administrar los resultados, buenos o malos, de las decisiones tomadas. Si bien pueden impulsarse algunos cambios, como la reforma fiscal anunciada esta semana, éstos se enmarcan en una ruta no sólo trazada, sino en parte recorrida. En nuestro país, esta etapa también está marcada por el proceso de sucesión, en el que comienzan a perfilarse las potenciales candidaturas presidenciales del partido en el gobierno.
Los resultados electorales muestran cambios respecto de la elección de 2018. La expresión de la mayoría ciudadana ha ajustado el mandato al gobierno, a través de la nueva integración de la Cámara de Diputados. El grupo mayoritario necesitará concertar alianzas para alcanzar la mayoría absoluta; y si pretendiera modificar la Constitución, para temas como la reforma del INE, estaría obligado a dialogar con las fuerzas opositoras para alcanzar la mayoría calificada.
Esta nueva etapa trae consigo retos y oportunidades también para las oposiciones. Durante los primeros tres años de la administración, la labor fue en gran medida defensiva. En el Senado de la República, por ejemplo, diversos partidos nos agrupamos en el Bloque de Contención, que nos permitió articular acciones para defender el Estado de derecho; modificar reformas constitucionales o frenar la designación de funcionarios que no cubrían el perfil idóneo para sus respectivos cargos.
También logramos consolidar una amplia coalición que consiguió su principal objetivo: fortalecer la presencia de la oposición en el Congreso de la Unión. El éxito electoral de la alianza nos impone ahora la responsabilidad de ser un contrapeso eficaz frente al oficialismo, para honrar la confianza de la ciudadanía. Ese fue el mandato popular que recibió “Va por México”, que se ha comprometido a refrendar la alianza electoral en el terreno legislativo.
En la segunda mitad del sexenio, la oposición no sólo está llamada a continuar con estos esfuerzos; también es momento de ser propositivos para construir una alternativa viable con base en nuestra visión de país. Nos toca definir posturas claras en temas fundamentales, como la gobernabilidad, la seguridad, la economía y la salud; y no podemos ceder en nuestra convocatoria a la unidad, a converger en un acuerdo nacional para atender los problemas más urgentes de nuestro país.
Esta nueva etapa nos ofrece la posibilidad de dejar de ser sólo oposición, hacer una propuesta para la Nación y ser una verdadera opción de gobierno. Está en nuestras manos aprovecharla.
Senadora de la República