Por primera vez, PRI, PAN y PRD decidieron aliarse para competir en 219 de los 300 distritos electorales, así como en diversos procesos locales. ¿Esto confirma la falsa consigna de que “son lo mismo”? De ninguna manera. Para comprender esta decisión, debemos analizar sus motivos; pero, sobre todo sus propósitos.
En primer lugar, la alianza obedece a una razón pragmática, sintetizada en la fórmula “solos donde podamos, aliados donde debamos”. Los partidos reconocieron la necesidad de sumar esfuerzos para fortalecer su competitividad; particularmente, en las contiendas donde ninguna oposición, por sí misma, era capaz de hacer frente al oficialismo; ahí, competir por separado habría implicado facilitar un resultado desfavorable.
Sin embargo, dicho pragmatismo está vinculado a una fuerte convicción programática: reafirmar los contrapesos institucionales al Ejecutivo Federal desde el Congreso de la Unión. En la Cámara de Diputados, una oposición más fuerte permitirá frenar imposiciones mayoritarias en la discusión de reformas legales y obligará al Ejecutivo Federal y sus bancadas afines a negociar la distribución de recursos en el Presupuesto de Egresos de la Federación de cada año.
En última instancia, se trata de una coalición inédita para hacer frente a circunstancias inéditas en la época del pluralismo político: el deterioro democrático, el desmantelamiento institucional y la vulneración sistemática del régimen de libertades y derechos de las personas. En este contexto, la elección del 6 de junio será una decisión sobre el tipo de país que queremos: la consolidación de un Estado democrático de derecho que reconozca la diversidad de nuestra sociedad, bajo el imperio de la ley; o la regresión hacia un sistema de mayorías automáticas, donde en realidad se impone una sola voluntad.
“Va por México” es una alianza de fuerzas políticas plenamente conscientes de nuestra responsabilidad histórica que, con visión de Estado, hemos decidido hacer a un lado cualquier interés particular para unirnos en torno a principios e intereses comunes. Es cierto: somos partidos con ideologías muy distintas entre sí, que históricamente hemos sido adversarios electorales; no obstante, hemos sabido competir bajo las reglas de un juego democrático que posibilitó la alternancia en todos los órdenes de gobierno. En ello radica, precisamente, una de las grandes virtudes de la coalición: nuestra lealtad compartida hacia las instituciones democráticas, incluso por encima de nuestras divergencias.
Mientras los críticos de la alianza creían que nuestras diferencias serían causa de un mal desempeño, las encuestas más recientes reflejan todo lo contrario. Un sector cada vez más amplio de la ciudadanía está dispuesto a respaldar a “Va por México” como alternativa frente al partido en el gobierno y sus aliados.
En la renovación de gubernaturas, las y los candidatos de la coalición siguen dando la batalla en estados como Michoacán; en Zacatecas, Tlaxcala, Sinaloa y Sonora, enfrentarán una elección cerrada; mientras que en Baja California Sur y San Luis Potosí, mantienen una clara ventaja. Recordemos que, hasta hace no mucho, las tendencias favorecían al oficialismo en 14 de los 15 estados en juego.
En la Cámara de Diputados, las proyecciones indican que el partido del gobierno perdería su mayoría absoluta; y el conjunto de bancadas oficialistas perdería la mayoría calificada, necesaria para reformar la Constitución; mientras que los partidos de la coalición opositora obtendrían entre 175 y 218 posiciones, convirtiéndose en una voz más potente en el pleno parlamentario.
En política se vale disentir tanto como coincidir en torno a las ideas. Gracias a nuestras coincidencias, hoy la alianza se ha consolidado como una alternativa con posibilidades reales de quitarle la mayoría al oficialismo en el Congreso de la Unión; así como una opción competitiva en los estados y municipios donde postuló candidaturas comunes. Sin embargo, más allá de los cargos, es el destino del régimen democrático lo que está en juego. En defensa del país que queremos, vamos juntos.
Senadora de la República