El final de un ciclo usualmente requiere su evaluación y la formulación de las expectativas que el inicio de otro reclama. En este sentido, desde mi personal situación, acaban dos ciclos. El periodo legislativo ordinario en el Senado de la República y el año calendárico. En ambos el balance presenta claroscuros. Quiero aprovechar estas líneas para señalar los retos superados y la línea de lo que cabe esperar para el próximo año.

Durante 2021, la pandemia de la Covid-19 supuso un reto para las actividades legislativas en el Congreso de la Unión. Si bien logramos articular por distintas vías una mezcla de actividades presenciales y remotas, la “nueva normalidad” nos permitió vislumbrar aquellos temas de orden administrativo y de procedimiento que es necesario actualizar. Ello no solo en el afán de insertarnos mejor en las nuevas dinámicas derivadas de la crisis sanitaria, sino también como parte de la revisión de las necesidades legislativas, por ejemplo, relacionadas con los derechos de las minorías integrantes de las Cámaras.

En el Senado, los partidos y miembros del bloque de contención nos mantuvimos como una oposición firme. Ante el oficialismo y su agenda, nos fue posible en muchos casos articular una defensa razonada y argumentada de la inviabilidad de sus proyectos. Hemos, por supuesto, también acompañado algunas iniciativas y propuestas que nos han parecido sensatas. Trabajamos en pos del bienestar y la ampliación de derechos, pero hemos sido firmes contra la insensatez y la vulneración del equilibrio de poderes y la legalidad.

Vale la pena mencionar un par de referentes en torno a procesos que cruzan este año y el que viene. Por un lado, este año supuso una defensa de las instituciones democráticas construidas a lo largo de más de 30 años, ante la ofensiva frontal emprendida por el oficialismo. Destaco en este sentido, las andanadas emprendidas contra nuestro máximo órgano electoral, el INE. He hablado ya antes del tema en estas páginas. En esta ocasión, Morena y aliados se valieron de su mayoría para aprobar una reducción en su presupuesto que pone en riesgo su funcionamiento óptimo; alterando el sano equilibrio que debe mediar entre el órgano electoral y el poder político.

No menor es vislumbrar que en 2022 tendremos la renovación de gubernaturas en 6 estados de la República, más otros cargos locales. Los retos que supone son enormes, tanto para los partidos políticos como para los organizadores y ciudadanos. En el caso de los primeros el desafío es presentar tanto un proyecto de gobierno atractivo y que atienda las inquietudes de la ciudadanía, así como candidatas y candidatos competitivos, con vocación y contacto con las y los ciudadanos. En el segundo caso podemos confiar en el profesionalismo del INE y los distintos organismos electorales locales; de las y los ciudadanos esperamos siempre su compromiso con la democracia, superar la apatía y animarlos a participar.

Estas circunstancias presuponen un desafío y una oportunidad para la democracia en México, la cual se encuentra ante uno de sus mayores retos desde la apertura de 1997. Nuestra labor como agentes al servicio de la ciudadanía y los Poderes del Estado es lograr traducir las demandas ciudadanas en acciones y normativas en un contexto de fuertes libertades y valores democráticos. Nuestra tarea no es menor, más no imposible. El 2022 seguramente será un gran año para reforzar nuestras convicciones.

Quiero aprovechar estas líneas para agradecer a mis lectoras y lectores por acompañarme en este espacio. Les deseo todo lo mejor para el año que viene.

Senadora de la República

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