Llevé mi historia a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde a pesar de estar rodeada de stands repletos de literatura de ficción, presenté una realidad que ha cambiado millones de vidas.
Me invitaron a participar en el encuentro “Globalización y Nearshoring: La emergencia de las ciudades”, junto con dos compañeros que admiro profundamente por los resultados que han legado en las ciudades que gobernaron: Ada Colau, la primera mujer alcaldesa de Barcelona, y Sergio Fajardo, de Medellín. Allá compartí mi experiencia como alcaldesa de Iztapalapa y los sueños de una Ciudad de México con mayor inclusión, seguridad social y laboral, crecimiento económico y desarrollo sustentable. Una ciudad con perspectiva de derechos, donde la honestidad continúe dando resultados.
La capital, en su dimensión metropolitana, es el centro urbano más importante del país y de los mayores del mundo. Una referencia global, generadora de riqueza y bienestar. Sin embargo, su crecimiento representa desafíos dado que ha registrado una evolución asimétrica, desigual e injusta.
En ese proceso, las periferias fueron abandonadas y marginadas no solo de los servicios y derechos fundamentales, sino de una vida pública que les diera identidad y dignidad. Por ello, la lucha de las y los pobladores que le apostaron al futuro y la esperanza fue indispensable para lograr un gobierno emanado de la voluntad popular que entendiera y atendiera las necesidades de estas zonas relegadas históricamente.
Los más recientes datos del Inegi indican que en la Ciudad de México hay 4.8 millones de personas económicamente activas, de las cuales 41.1% se dedican a empleos informales, la mayor parte de ellos en el sector comercial y de servicios. Además, si bien la Ciudad de México se ubica entre las entidades a nivel nacional con menor pobreza y se ha reducido 8.6% entre 2020 y 2022, al pasar de 32.6% a 24%, no debemos perder de vista que ninguna persona tendría que vivir sin seguridad social, acceso vivienda, servicios básicos, bienes durables o ingreso digno.
Siempre digo que para los pobres lo mejor y un ejemplo de esa filosofía de vida implementada es Iztapalapa, en donde durante mi paso como alcaldesa, impulsé una transformación sin precedentes de la mano de la entonces Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo. Sabemos que aún nos falta para lograr la meta de no dejar a nadie atrás, pero caminamos hacia ella con la creación de nuestras Unidades de Transformación y Organización para la Inclusión y Armonía Social, (Utopías), para acercar a las personas que se encontraban excluidas a través de territorios de justicia, igualdad y paz.
Las Utopías son irrupciones estéticas para el bienestar en donde se ofrecen actividades culturales, deportivas, recreativas y de cuidados sin costo; en otras palabras, son una forma comunitaria de regenerar el tejido social y construir la paz social. A pesar de su nombre, los efectos de este proyecto son muy reales y han atraído atención global; así como fui a la FIL Guadalajara, en este año también asistí invitada a la ONU, en Nueva York, para compartir cómo con mi visión de gobierno se rompen brechas hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En ese sentido, el componente de género es central. Iztapalapa cuenta hoy con el único Sistema Público de Cuidados integral del país porque estoy convencida de que la transformación no estará completa hasta que toque el espacio privado, lugar donde se reproducen la mayoría de las violencias contra infancias y mujeres. En mis recorridos por la ciudad, diario escucho a vecinos y empresarios pedir “utopías en todas las alcaldías”.
Y es que servicios como casas de día para la atención de adultos mayores, centros de rehabilitación para las personas con discapacidad, lavanderías públicas, comedores populares y centros de cuidado infantil nos acercan, también, al horizonte de una ciudad de clases medias. Este es mi sueño.
Soy una mujer que hace realidad no sólo lo que sueña sino también aquello que nos han dicho que es imposible: las utopías.
