Lo merecen. Y lo escribo en plural porque el proyecto Zenda —que puede usted ubicar fácilmente en su página (zendalibros)— es multitudinario.

Las plumas que ahí participan y que en un inicio se contaban por decenas, ahora se numeran por centenas. Es una enorme maquinaria de pensar en torno a los libros y las artes que con sus lectores, ya incontables, tenía ganada la pequeña eternidad que le corresponde. Y a ello ha sumado justo ahora el prestigioso Premio Liber 2020, en el rubro de Fomento de la lectura en medios de comunicación, que confiere la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), entre otras razones, por “la excelente e impactante labor cultural y literaria desarrollada en Zenda, que aprovecha los medios digitales para hacer difusión de la actualidad de la actividad editorial y literaria”.

De verdad que lo merecen. Lejos de ser un conglomerado con fines de lucro, el interesado puede acudir a los textos, imágenes, archivos y un amplio listado de beneficios culturales tan sólo con acceder a su página y tener al instante la información y la lectura. Y eso, en el mundo que nos ha correspondido, se agradece. Mire tan sólo el ejemplo de los renglones principales de que se compone la ciudad en que ese espacio se ha convertido: firmas, poesía, libros, actualidad, blog, Zenda aventuras, foro, concursos y El bar de Zenda, más algunos otros a los que se suman los varios y correspondientes ramales de cada apartado.

Entre muchas otras firmas, el lector americano se encontrará con nombres queridos: Pérez-Reverte, Espido Freire, Javier Marías, Elvira Sastre o Juan Gómez Jurado, que son apenas una mínima muestra del poderío español más todas aquellas otras firmas provenientes de variopintas nacionalidades que nutren y alimentan cotidianamente a Zenda.

La idea primigenia fue, cabría suponerlo, del padre de más de cuatro pero sobre todo del Capitán Alatriste, Arturo Pérez-Reverte, quien con sus amigos más cercanos se planteó la creación del espacio. Así lo describe él mismo: “En un tiempo en el que la cultura y los libros atraviesan momentos difíciles, ¿por qué no crear un lugar nuestro, libre, independiente, donde reunirnos como si se tratase de un espacio público, cada cual con sus libros, sus comentarios o lo que esté en condiciones de aportar, unido todo eso a reseñas de libros interesantes, lecturas felices, columnas de opinión, blogs, recomendaciones, noticias y entrevistas? ¿Sería posible crear una especie de lugar o plaza común, de legión extranjera donde a nadie se le preguntara sino por libros y literatura, sin buenos ni malos, sin etiquetas ni ideologías? ¿Un lugar desde el que, incluso, orientar a los lectores hacia las revistas de libros y los suplementos culturales de los principales diarios españoles y americanos? ¿Un sitio donde lectores, periodistas, editores, escritores, agentes literarios, autores noveles, libreros y todos los interesados en el mundo de la literatura hispanoamericana se encontrasen cómodos y se relacionaran unos con otros?”

Y cierra así el narrador y periodista: “Nos hemos esforzado, y lo vamos a seguir haciendo durante mucho tiempo, a fin de que transitar libremente por Zenda sea un privilegio de fácil acceso para cualquiera que a título de ciudadano, transeúnte o simple turista ocasional desee visitar o habitar este simpático territorio.”

Acuda, lector querido, al mundo que ofrece Zenda, y seguramente exclamará para sí: ¡Santos libros, Batman!

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