Si hay alguna fortuna en dedicarse al periodismo en el área cultural es que a diario, o casi, puede encontrarse quien trabaja en ello a personas que de otra forma sólo habría visto muy de lejos. También, es verdad, hay eso que se llama “debe” y que no es más que un caprichito de alguien que en el organigrama de un medio está ahí por mala fortuna para todos y solicita que inflen a tal o cual amigo sin el menor talento. Pero si sabe usted sortear los “debes” y además se reconoce adicto a la entrevista, aquellos encuentros que le decía al inicio son frecuentes y felices.
Quino, por ejemplo, señorón, caballero de suave tacto social, con un volumen de voz muy discreto, de mirada atenta, y todo ello en contraste con ser una leyenda viva, tuvo la generosidad de concederme algunas charlas periodísticas que le agradecí en su momento y que rescato porque no tardan en bajarlas del servidor en donde se encuentran. Ambas fueron en la década de los 90. Y me atrevo a invocar y traer a la vida al amabilísimo señor Quino porque cuando se aprecia a un creador es mejor que hable él, así sea desde el otro mundo, a leer o escuchar las opiniones de terceros.
Sobre su oficio:
“Publico desde hace 43 años. Y cuando llevaba 11 de hacerlo me encargaron una historieta, la hice, salió bien, la trabajé durante 10 años y funcionó. De modo que para mí ese personaje u otros, son como la madera para un carpintero. Si hago sillas y otro tipo de muebles, sigo siendo carpintero. Mafalda es un mueble que salió bien y quiero continuar con la carpintería. Ahora, es verdad, no hago diferencia entre cómo la dibujaba a ella y cómo hago ahora a mis nuevos o más recientes personajes. Los trabajo igual, los quiero igual. Soy el mismo carpintero.”
Sobre su transcurso de vida:
“Lo de la vejez es un tema constante y me interesa abordarlo. Me aterroriza, porque implica que se depende de otras personas. Me horroriza tener que depender de una enfermera o de familiares. No me gustaría, aunque vemos que pasa, que uno se quiera tomar una copa de vino y te digan: no, abuelo, el médico ha dicho que eso no. Es tremendo que ni siquiera cuando se es viejo se pueda uno dar sus gustos. Siempre la dependencia es algo malo. Es siempre una situación política.”
Sobre la inefable Mafalda:
“… Lo que más me gusta hacer (es) un solo dibujo a toda la página, lleno de elementos y cositas. Hacer una historieta con personaje fijo quita mucha libertad de acción. Esto de tener una plana donde uno hace lo que se le da la gana es magnífico. Quizá no le supe encontrar esa libertad al cómic con personaje fijo. Contar con una página entera es como tener una casa más grande. En cuanto al tema, si nos fijamos bien, sigue siendo el mismo de Mafalda, la lucha de los débiles en contra de los poderosos. En Mafalda era contra los padres, la sociedad que la rodea o el colegio, y en las páginas completas de ahora es contra las fallas de la medicina o las cañerías. La temática es más o menos siempre la misma, uno cree todo el tiempo que tiene más ideas de las que realmente encuentra y no es verdad.”
Y sobre la separación definitiva de Mafalda:
“Nunca hubiera dibujado una historieta con personaje fijo si no me la hubiesen encargado. Luego que me dediqué a ella, hice lo posible para que saliera bien. Es halagador que tenga vigencia y eso indica que fue un buen trabajo. No me arrepiento ni de haberla hecho ni de dejarla de hacer.”
Dispense, Quino, por traerlo desde el más allá, pero es que aquí todo sigue igual, o peor.