Ahí tiene usted que se encuentran un crítico de los de verdad y aquí su escribidor. El crítico, que todavía es de los que entran al cine con pase, abre fuego sin que nadie lo invite:

—El cine de acción tiene sus propias reglas y comparte recursos y trucos con el resto de los géneros. Sin embargo, yo creo, ¿escribidor, dijo que se llamaba?

—Sí, escribidor.

—Creo, señor que escribe, que el spin-off de la deleznable saga de Rápidos y Furiosos es más desechable que sus ancestros.

—La saga es un poquito del nabo, señor crítico. Al menos en eso estamos de acuerdo.

—Dispense: la expresión “del nabo” no me queda clara, pero he de decirle que entre la expresividad de los personajes que hubo en la parte cuatro y la séptima y octava hay una distancia insalvable. Espero que ahí también estemos de acuerdo.

—No del todo, señor crítico. Verá usted: es que como escribidor no pierdo mi tiempo en ver estos churros palomeros…

—Pero, pero, pero si acaba de ver uno.

—En realidad no. Vine a ver una película de acción con tres de los mejores exponentes de esta variante temática. Es como ver en un solo encuentro a Messi, Cristiano y Griezmann.

—Me parece que otra vez no lo sigo, escribidor.

—Es que sus ancestros no sabían de la existencia del ácido fólico.

—Le solicito que deje fuera de esta discusión a mis ancestros. Decía usted que esos actorcitos de quinta le parecen tan buenos como no sé quién.

—Son tan buenos en su profesión como lo son otros en la suya, señor crítico. Idris Elba es gente de la academia, formado para realizar cualquier tipo de trabajo actoral. Por eso ha sido considerado para ser el nuevo Agente 007, pese a que la estructura ósea del sujeto no corresponde del todo con la idea que tenemos del personaje, más bien anoréxico.

—Acepto sin conceder… Pero los otros dos son unos payasos.

—Viera que no, señor crítico. Ambos han hecho papeles dramáticos sin problema alguno. La naturaleza de Dwayne Johnson, propia según el tópico para realizar sólo papeles de oso tonto, pero fuerte en realidad, enmascaran lo que en realidad vende la imagen del actor: confianza. Además, una confianza que invita a la amistad, a tomarse una cerveza con el tipo. Fíjese bien, usted que es crítico y para eso le pagan, cómo las mejores escenas de cualquiera de las películas en las que aparece no destacan por sus horas en el gimnasio, sino por esa especie de tranquilidad que proyecta a la cámara. Y eso, señor crítico, es pura actuación. Además, no tiene ningún problema en participar en una cinta como la presente y decir sus líneas, que no son pocas, cargadas de ironía y de humor que tiene el suficiente ácido para provocar la risa cómplice del espectador pero no para propasarse y que le cambien la clasificación a la película.

—Bueno, eso no es un hecho que salte a la vista, escribidor y amigo. Al menos acepte que el Jason ése es un hígado.

—Acepto un par de hechos: el primero, que si emplea usted la expresión de ser como “un hígado”, tenemos ahí un problema generacional que durante esta charla dejaremos fuera, así sea la primera y quizá la última. El segundo hecho, señor crítico, es que Jason Statham en efecto no está hecho para el drama sino para el cine de acción del cual se ha apropiado con la facilidad que le dan sus horas de entrenamiento físico. Y, aquí también tiene que fijarse: si lo alejamos del drama pero lo acercamos a la comedia, el tipo cumple con creces y se multiplican sus virtudes actorales. Usted oyó a la gente en la sala: le festejaron hasta las bromas escondidas, las que no eran de risa fácil.

—Admito, como crítico, que el carisma es una de las cualidades esenciales de la actuación. Sin embargo, veo cierto desbalance entre las presencias femeninas y masculinas. Esta cinta chorrea testosterona.

—No lo creo, señor crítico. Si lo que busca es una dosis de testosterona, vea de nuevo, a solas, en su casa, con la luz apagada, Asesinos por naturaleza. Y ponga el volumen un poco más alto de lo que lo emplea. Al final de esa película su cerebro le va a ordenar que salga a la calle a dispararle aunque sea con globos de agua a todo aquel que se le cruce por el camino. Pero esa es otra variante del cine de acción, el metacine, el que muestra la acción y al mismo tiempo mueve a la acción.

—¿Me recuerda qué autor mantiene esa tesis?

—La mantengo yo, señor crítico. Y en cuanto al “desbalance” del que habla, la verdad es que no existe. Quizá usted no lo habrá notado, pero si bien la acción física por parte de los personajes masculinos está en principio sostenida en tres ejes: Elba, Statham y Johnson, hay una correspondencia narrativa de poder en personajes femeninos. Uno, muy visible a lo largo de la cinta, la hermana de Statham, de cuya mirada bien pudo hablar Joaquín Sabina con aquello de “tus ojos de gata”; otro, la madre del mismo Statham, que le da cátedra de entereza aun en la cárcel, y también la madre de Johnson, sin cuya presencia no habría tenido la cinta la batalla final.

—Me recuerda usted, escribidor, a un mago de barriada que engaña con la palabra.

—Me recuerda, usted, señor crítico, a un tal Pepe Maromino, cuya ceguera voluntaria ante la realidad ya no inspira coraje, sino ternura.

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