Debido a la pandemia, la muy notoriamente exitosa serie “The good doctor”, ya en su cuarta temporada, tuvo que esperar como casi todas para grabarse. Luego de un lapso considerable, sus productores retomaron el trabajo y lograron algo que sucede en muy pocas ocasiones en la ficción: adelantarse al futuro.

Si usted no ha acudido a ella aún, la trama sin spoilers versa en principio sobre la aparición del Covid-19. No podía ser de otra forma porque los hechos que se narran en ella suceden en el presente —los avances científicos, los medicamentos y los procedimientos quirúrgicos, por ejemplo, son de vanguardia corroborable— y porque además prácticamente todo gira desde el inicio en un entorno médico.

Así que para los guionistas, que dependen de los productores, el problema era muy serio. El abordaje debía ser cuidadoso en extremo dadas las delicadísimas circunstancias por las que atraviesa el mundo respecto de la pandemia. Y así lo fue en las dos primeras entregas de la más reciente temporada: el bicho hizo su aparición, se propagó y había que dar la pelea. Hasta ahí los hechos eran del todo comprensibles. Pero luego, vino la profecía.

Y los guionistas, contra casi cualquier pronóstico a mediano plazo, acertaron en todo con su vaticinio. Desde luego, en los dos primeros episodios de los que le hablo hay un prólogo y un posicionamiento firme respecto de la enfermedad en los cuales se habla de la seriedad del problema. Luego viene propiamente la trama que será la pelea inicial contra la enfermedad. Pero ya para la tercera entrega, y por única ocasión, en vez de prólogo y posicionamiento quien aparece a cuadro antes de que dé inicio el capítulo, quien enfrenta al público como lo haría un médico ante un paciente, es el propio actor Freddie Highmore, además ya productor del programa —o sea, el doctor Shaun Murphy— y da cuenta del peso que para su equipo representa hacer una serie sobre una enfermedad en curso y, entre otros apuntes, espera y confía en que llegará el momento en que el problema médico sea vencido y haya un regreso a la normalidad. O sea, otra vez el vaticinio, y otra vez, un acierto.

Desde luego, para cuando apareció al aire el episodio tres de la cuarta temporada, en noviembre del año pasado, ya existía la vacuna de Pfizer, pero nada más. La vacunación masiva que anunció y cumplió el ahora presidente Biden iniciaría casi nueve semanas más tarde si es que todo salía bien. Y “The good doctor” acertó en la profecía y se dio el lujo de que sus personajes, un nutrido grupo de cirujanos, pasaran del ala hospitalaria dedicada al Covid-19 a la de su especialidad, con lo cual la trama siguió su curso de una manera relativamente normal dado que algunos de sus personajes vieron pasar muy de cerca el ataque del virus.

Ahora, es mejor dejar muy en claro que esto de la profecía estuvo basado en la confianza que los científicos estadounidenses y el gobierno de aquel país ofrecieron a los ciudadanos. Pudo salir mal, cierto, pero cuando un país es la primera potencia mundial en avances médicos las expectativas de fracaso se vuelven mínimas. Tanto el presidente Biden como el doctor Anthony Fauci, a la cabeza en la batalla contra el bicho, tenían razón.

Lo que hizo “The good doctor” fue altamente arriesgado: la trama, al transcurrir en otra ala del hospital, fue regresando a los problemas usuales y a la interacción de los personajes. El proyecto pudo irse a la basura con todo lo invertido, pero no fue así: las autoridades sanitarias cumplieron su palabra y la serie acertó en la profecía.