Una de las voces más importantes en la Deutsche Welle desde hace algunas décadas, especializado tanto en la producción noticiosa como en el análisis y la narración futbolística, con un pasado que incluye lo mismo una sólida formación en guitarra clásica que un sereno desempeño en la entonces Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, el mexicano Enrique A. López Magallón es un tipo serio y formal por cuya templanza de juicio aquí su escribidor decidió invitarlo a este espacio a fin de mantener con él una charla periodística, desde Alemania, sobre algunos puntos de natural interés para el querido lector.
—Sin buscarlo, se creó un enfrentamiento entre la pandemia y el futbol. La razón le daba la victoria a la prudencia absoluta, pero no fue así. Además de los motivos económicos, el futbol en el mundo occidental era un riesgo necesario tal vez como un paliativo. ¿Qué piensas de ello?
—La mente humana no está hecha para el encierro, y ciertamente el futbol y Netflix han cumplido un papel distractor importante en tiempos de la pandemia. Pero civilizatoriamente estamos por entrar en el “carcelazo”: la etapa de desesperación que invade a los presos, no inmediatamente después de ingresar a prisión, sino semanas después. En un mundo emocional como el del futbol, tarde o temprano los hinchas buscarán regresar a los estadios, con permiso o sin él.
—Te ha correspondido ver de muy cerca el futbol y la realidad social alemana. Y, además, la Champions. Sin misericordia, en tu experiencia, ¿cuántas décadas de civilización separan ahora a nuestro país de Europa?
—El futbol mexicano de primera división equivale, en su nivel deportivo, táctico y físico-atlético, a la tercera división de la Bundesliga, y en algunos casos, es inferior. Los clubes mexicanos más grandes, en sus mejores momentos, se acercan a la segunda división alemana. Ahora, si comparamos al fútbol mexicano sólo con los gigantes de Europa, la distancia es monumental. Se me quedó marcada la imagen de Serge Gnabry superando él solo —por velocidad, habilidad y técnica— a tres desesperados defensores de Tigres. No hace falta decir mucho más.
—La realidad social mexicana nos lleva a la política. Hasta antes de la actual administración México era una nación en problemas. Mi planteamiento es que hoy el gobierno federal, en manos de una sola persona, se volvió parte del problema mismo.
—En México, el gobierno federal siempre fue parte del problema, sin excepción. Aun en la época post PRI, el gobierno de Vicente Fox traicionó la democracia en una oportunidad única e irrepetible. Dije sin excepción. La capitulación de Culiacán, la incondicionalidad a un ejército corrupto, la misoginia, la falta de una visión estratégica para un país tan diverso y complejo, la necedad en evadir el consenso son algunos aspectos que no resuelven, e incluso profundizan, los problemas de fondo. También ha habido otros momentos, inéditos e impensables en el antiguo régimen, que no han sido reconocidos por la opinión pública.
Pero, desde la perspectiva de un proceso democrático, repito, pensado a largo plazo, Andrés Manuel López Obrador es un Presidente necesario para México. Tenemos que saber quién diablos es el personaje que ha protagonizado la vida política del país por casi 20 años, qué tan capaz es de cumplir promesas tan enormes, y cuán cerca o lejos está del diablo que pinta la oposición. Ya lo estamos conociendo. No hemos acabado.
—¿Ves alguna salida real para el país, así sea a largo plazo?
—México debería decretar una emergencia humanitaria por el tema de la violencia y el crimen organizado, e involucrar a la comunidad internacional en una solución altamente estratégica, no militar. Ningún gobierno mexicano, de ningún partido, podrá hacerle frente solo a este desafío. Luego se debería emprender una lucha real contra la corrupción a todos niveles. Debería retomarse además el tema de la reforma política: acabar con la aberración de los sexenios, definir el cuatrienio como periodo presidencial, e instituir la segunda vuelta electoral. Son sólo algunos puntos de lo que, me temo, es ya una utopía.
—Cerremos con un comentario amable: sin el Bayern y sin el Barcelona, qué equipo dirías que tiene más elementos para llevarse la Champions.
—No soy corifeo de Pep Guardiola, pero probablemente las etapas inmediatas anteriores en su carrera son la preparación para lo que podría suceder este año. Hoy el Manchester City aplica un pressing terso, dinámico, efectivo, muy distinto del pressing marcial y depredador del Bayern Múnich y otros equipos. Guardiola tiene a enormes virtuosos en cada sección de la orquesta, y sólo una contingencia como las lesiones, el cansancio o un grave descalabro mental —de los que Guardiola no admite— podrían ponerse en su camino. Llegó la hora de Pep.