A diario leemos frases que pretenden ser insultantes para quienes ejercen el periodismo. La más fácil de ellas, algo así como: “Ya te llegaron al precio”. Desde luego, están dichas desde el anonimato que dan hoy las redes sociales, y hasta antes de ellas, el mismo anonimato de una marcha multitudinaria. Así es muy fácil tener la idea de insultar, porque mientras no haya un acusador identificado que a su vez ofrezca al menos una prueba de contubernio entre la prensa y la gente del poder económico o político, aquello no es más que un pobre deseo de llamar la atención o de manifestarse en contra de una afirmación periodística que no le resulta favorable a quien la descalifica.
El problema que periodísticamente se ha vivido en el mexicano domicilio en los más recientes 10 días, uno tras otro, sin falla, es otro y llamémoslo como lo que es: antiperiodismo.
No lo ejercen personas anónimas, sino personajes públicos a quienes me evito el llamarlos periodistas porque estar sentadito en un estudio, con aire acondicionado y café, con un guión y ahí sí una línea discursiva a seguir no es periodismo en ningún sentido. Tristemente, el sujeto del que se han querido apropiar algunos medios es un cuerpo humano ya sin vida. Es José José —bueno, el cuerpo en que habitó su conciencia— el motivo de peleas, gritos, sombrerazos, quizá lo sea de litigios futuros y por lo pronto sí que lo es de ataques completamente antiperiodísticos.
Para nadie que viva en México le será ajena la noción de que el cantante falleció en Estados Unidos, donde vivía, donde está su más reciente esposa y una de las hijas que con ella procreó. Quizá un poco menos conocido sea el dato de que mientras el intérprete pasó en Miami alrededor del último año de su existencia sin regresar a México, aquí dos de sus hijos provenientes de un matrimonio previo buscaron traérselo sin lograr su objetivo a saber por dos razones: porque la hija menor de José José, conocida como Sarita, muy probablemente tuvo desde mucho antes la custodia legal de su padre —en Estados Unidos no se andan con chiquitas en ese tipo de asuntos, y menos en el estado de Florida, a donde acuden a refugiarse personas mayores y con capacidades monetarias considerables—, severamente enfermo, y porque, también hasta donde ha trascendido, el cantante nomás no quiso regresar. Vamos, que pese a su débil condición, de haberlo deseado, pudo realizar una llamada telefónica, al menos una, a cualquiera de sus múltiples conocidos para pedirles que lo trasladaran a otra parte. Y ni siquiera le hacía falta pedirlo como favor, porque sin problema alguno José José pudo pagar ese gasto y todos los que le pusieran delante. Pero no lo hizo.
Y ahora que ha fallecido, algo que en su momento era un problema estrictamente familiar entre los hijos de dos de sus matrimonios se convirtió en una pelea formal en la cual el antiperiodismo decidió crucificar a una de las hijas del cantante, Sarita, y acusarla, sin ninguna prueba, de retener a su padre en vida en Miami y no sólo eso, sino de sembrar dudas respecto a la manera en que falleció —nadie parece recordar que el hombre padecía una condición terminal agravada por otras de no menor riesgo— y de realizar algo así como el robo de un “patrimonio nacional” que es como quieren vender el cuerpo de José José.
Los argumentos, y ahí están los videos, son irrisorios. Dicen al aire, por ejemplo, que cómo es posible que en Miami todos estén tan tranquilos, particularmente su hija Sarita, mientras todo “el pueblo mexicano” está pidiendo a gritos que le regresen a su cantante, que aquí sólo hay desesperación y gritos desgarradores y las masas aguardan con lágrimas en los ojos y los puños en alto que regresen los restos de José José.
No es cierto. Salga usted a cualquier calle o avenida en cualquier estado del país y verá que no hay ninguna manifestación grupal ni individual que exija tal cosa.
¿Quién clama, entonces, por el regreso de un cuerpo sin vida? Pues el antiperiodismo. ¿Y por qué será, oiga? ¿Nomás por joder, por tomar partido, porque se haga justicia?
No nacimos ayer ni empezamos en el periodismo hace un par de horas. En Estados Unidos hay medios muy bien estructurados, con periodistas altamente capaces, con recursos enormes tanto en el área tecnológica como en la económica, que pueden, si así les parece bien, ofrecer un trato digno a la joven Sarita y lo que ella representa —casi nada: el último bastión en que se refugió su padre—, y no compartir ese logro con nadie porque el periodismo es de quien lo trabaja.
O sea: se les peló el negocio que representan por ejemplo las entrevistas exclusivas y los adelantos de información conforme se van dando los hechos y no se diga esto que podríamos calificar de “cobertura total”, con toda la chismografía del medio del espectáculo incluida.
Hay otros medios aquí en México que se han dedicado a incluir una nota en sus noticiarios en donde se da cuenta, ahí sí, de la reacción del público, que es de lo más inocente: apuntarse en la lista de un karaoke e interpretar una pieza de su apreciado cantante, algunos y algunas con gran acierto vocal.
Hoy, el antiperiodismo, insistimos, se la peló. O sea que el marcador en el que patalea es de 5-2. Lástima, Margarito.