Hacia los primeros minutos del encuentro que ahora confirma al Cruz Azul como actual campeón del futbol mexicano , apareció un peculiar tweet que apoyaba a la Máquina. No era cualquier mensaje porque provenía del periodista David Páramo —el Padre del análisis superior—, quien hace poco más de un mes tuvo un severísimo incidente cerebrovascular . Un profesional que ha sido crítico con todas las administraciones y que ha pasado por tragedias familiares difícilmente superables, anunciaba así su regreso, que será en algún momento, esperemos que pronto, y mostraba cómo dar la batalla. Y eso, en un periodista que ha enfrentado a la muerte, lejos de ser un augurio para lo que sucedería en la cancha, era una realidad en el mundo periodístico , donde cuando alguien que lo ejerce es noticia usualmente por un suceso desdichado.

El Cruz Azul , por su parte, ahora ya con una dirigencia administrativa distinta a la de los 23 años de sequía, fue enredándose en un partido complejo. El gol de ventaja del encuentro de ida no garantizaba nada. La maldita “mínima diferencia” que reza el lugar común, en una final, es muy poco para abonar la confianza. Todos los primeros 45 minutos fueron desarticulados, poco dignos de un equipo que espera con verdadera sed el campeonato . Claro, por fortuna, Santos andaba igual. Los de la Comarca Lagunera dieron por ahí un par de sustos y, ni hablar, lograron anotar, ante una defensa francamente de chicle, un gol que parecía evocar al mismísimo Dickens al atraer de golpe a los fantasmas del pasado.

Pero en el futbol, y en cualquier deporte, aquello de la llamada “maldición” que pesaba sobre el Cruz Azul era sólo una tontería llena de maledicencia, del odio gratuito de quienes se burlaban de que La Máquina era el eterno subcampeón , sin reconocer que para serlo primero hay que llegar a la final y antes atravesar toda la temporada. Desde luego que la envidia llega a incordiar y hasta se propuso que la Real Academia Española incluyera en su diccionario el neologismo de “cruzazulear”. Lamento decirles que el pasado domingo manitas les faltaron a los de la República del Odio.

Desde luego, quien ha llevado desde hace un tiempo el liderazgo del equipo ha sido Jonathan Rodríguez . Durante la temporada fue el que armaba el ataque desde la media cancha y en muchas ocasiones fue el que la concluía con éxito, con gol , con realidad. Y fue él quien en una jugada que nada tiene de polémica, le dio el campeonato . No faltó ni faltará quien alegue que había fuera de lugar. No. Por fortuna existen varias tomas del gol y con enorme astucia cuando viene el pase lateral Jonathan Rodríguez está habilitado y no acelera la marcha precisamente para que si el balón lograba llegar hasta él no lo pillara en posición adelantada. Un crack, como se decía hace unos años. Un profesional con instinto y oficio, como se puede decir siempre.

Ya difícilmente habrá que esperar otros 23 años para un campeonato más, aunque el porvenir es inescrutable. Lo concreto es que ahora el Cruz Azul está libre de ciertas ataduras administrativas y con don Juan Reynoso en los controles, campeón como jugador y ahora como entrenador, el futuro se antoja promisorio.

Curiosamente, personas conocidas y reconocidas por preferir a diversos equipos, el domingo se sumaron en redes para apoyar al Cruz Azul: sabían todo el simbolismo que implicaba, permítame decirlo así, derrotar al fracaso anunciado .

Por su parte, los integrantes del chairismo pambolero callaron, como los mariachis aquellos de la canción.