Ahí estaba ya todo y no aprendimos nada.

Justo se cumplen 10 años del estreno de la cinta Contagio, de Steven Soderbergh (Tráfico, Ocean's eleven, Solaris, El informante), escrita por el extraordinario guionista Scott Z. Burns quien realizó para ello una larga investigación con especialistas médicos en la materia.

La cinta, que algunos recordarán, debería volverse de vista si no obligatoria al menos sugerida imperativamente para concientizar de la seriedad y el riesgo que conlleva una pandemia.

Y, de veras, ahí están todos los elementos de una enfermedad en principio desconocida que se transmite tal cual lo indica el título, por contagio. Desde luego, para hacer énfasis en el problema en poco más de una hora y media de duración, se precisaba aumentar el ritmo dramático del padecimiento, su altísima viralidad y una sintomatología muy visible. Salvo la velocidad de los hechos, eso que podemos ver en pantalla es lo que ocurre con la actual variante del coronavirus.

Ahí estaba la enseñanza, desde la transmisión por tocar superficies contaminadas —el doctor Alejandro Macías, jefe de jefes, ha matizado al respecto del Covid-19 que la latencia del bicho en los objetos es muy pobre, afortunadamente—, hasta el caos que ocurre tanto por las muertes como por la fractura de los usos y costumbres de la vida cotidiana. Ahí estaban ya las redes: uno de los personajes advierte, “esto lo van a tuitear”, o sea que no se puede maquillar con politiquerías mañaneras la brutalidad del maldito bicho. Ahí estaba la problemática que podían enfrentar los hospitales llegado un caso de salud pública tan extremo. Y ahí estaba enunciada, merrecachis, la globalización del contagio a través de los viajeros entre un país y otro.

Es de pensarse que las personas actualmente en lo más alto de la administración federal no se asomaron a los libros sobre el tema ni mucho menos que tengan siquiera la referencia cinematográfica. Recuerde, lector querido y contagiable, las célebres y trágicas afirmaciones: no pasa nada, abrácense, vayan a los “restorán”… Menudas gansadas. Y así nos fue y así nos va porque puede usted confiar que bastaría ver Contagio para azorrillar un poco al personal y no que ese mismo personal tenga una idea concreta del coronavirus sólo cuando ya hubo una pérdida fatal en sus entornos familiar, amistoso, estudiantil o laboral. Mire si no, lo que pasa en prácticamente un centenar de comunidades chiapanecas, señaladamente en Tonalá: las autoridades han considerado regresar dosis de vacunas porque una parte de la población no desea protegerse. Y no hay en ello sólo el componente del capricho —¿lo están oyendo, inútiles, allá en Palacio?—, sino la simple falta de información y, para desgracia de nuestro mexicano domicilio, el pensamiento mágico que es muy reconfortante en ciertos avatares existenciales pero que en ocasiones como la actual se opone a la ciencia y todo se puede ir a la goma sin escalas.

En México, la cinta Contagio fue vista diríamos que muy poco en cartelera, tuvo un paso por Netflix de donde la retiraron hace mucho tiempo conforme le tocó la renovación del catálogo pero puede revisarse ya sea en grabaciones o en alguna otra plataforma. Y más vale acudir a ella, se lo digo a un año de iniciado el problema en nuestro suelo, para acrecentar las precauciones porque a partir de los datos duros la vacunación de al menos el 70 por ciento de personas aquí va a tomarnos quizá un par de años. Las autoridades pueden andar de chilletas en foros internacionales —victimizándose para ocultar el desvío de millones de dólares a proyectos inútiles por faraónicos y que pudieron emplearse desde el inicio en combatir el problema— pero eso no servirá de nada.

Contagio, de Soderbergh, es la cinta en la que vivimos, es la pesadilla que enfrentamos despiertos.

@cesarguemes

Google News

TEMAS RELACIONADOS