La semana pasada fue una semana muy penosa para la agenda de género. La brutal forma en que una mujer fue asesinada por su pareja en la Ciudad de México sacudió a muchas personas. La indignación escaló cuando los diarios La Prensa y ¡Pásala!, decidieron publicar —en sus portadas— imágenes filtradas por autoridades capitalinas del cuerpo desollado de la víctima. La segunda, tuvo incluso la genial idea de acompañar las fotos del cadáver con una mujer en bikini y el encabezado “La culpa la tuvo Cupido” (posiblemente en alusión a la letra de “Un violador en tu camino”, el himno feminista que cobró relevancia mundial en el contexto de las protestas contra la violencia de género).
En respuesta a las críticas en medios de comunicación y redes sociales, La Prensa finalmente publicó un comunicado en su primera plana. El mensaje, sin embargo, fue, en el mejor de los casos, confuso. No incluyó una disculpa a los familiares de la víctima ni alguna postura sobre la revictimización que implica la publicación de esas imágenes. Tampoco hubo un reconocimiento sobre cómo la exhibición de cadáveres de mujeres nos despersonaliza y posiblemente juega un rol en la violencia creciente que padecemos todos los días.
Diez mujeres mueren asesinadas al día en México. Muchas otras son violadas, acosadas, golpeadas en sus casas, en la escuela, en el trabajo y en las calles. Desde 2007, junto con la violencia en general, ha aumentado la violencia contra las mujeres, cambiando los patrones. Estudios de Equis Justicia para mujeres y Data Cívica muestran que los homicidios de mujeres se movieron del espacio privado (de las casas, donde eran cometidos principalmente por las parejas) al espacio público (la calle). En este contexto, las autoridades participan de la violencia impidiendo denuncias, siendo negligentes con las investigaciones o abiertamente como perpetradores. Estefanía Vela, por ejemplo, mostró con datos del ENPOL, Inegi, que 41% de las mujeres detenidas por la Semar y 21% de las detenidas por Sedena fueron víctimas de violación, en contraste con 5% de los hombres para cada caso. Las autoridades, también participan de la violencia contra las mujeres minimizando el problema o poniéndolo como uno poco prioritario.
En la mañanera del 10 de febrero, el Presidente se mostró molesto porque el tema de los feminicidios quitaban atención de la entrega de un cheque que hacía el Fiscal General (y que serviría para cubrir la rifa-pifia del avión presidencial). “Ofrezco disculpa por decir, sí es importante lo del feminicidio, pero ya estoy viendo cómo esa va a ser la nota”, dijo López Obrador. El tema relevante era el circo del sorteo, no cómo atender los feminicidios. El viernes pasado, mientras grupos de mujeres se manifestaban afuera de Palacio Nacional, nuevamente López Obrador intentó evadir el tema hasta que, orillado por una reportera —y visiblemente molesto—, improvisó un decálogo de lugares comunes como “se tiene que respetar a las mujeres” y “vamos a garantizar la paz”. No se había mencionado una sola acción concreta cuando el tema fue cerrado por un reportero que dijo: “Ya se habló suficiente de feminicidios” y procedió a preguntar sobre otra cosa.
Las protestas continuaron el viernes en varias ciudades del país. En la Ciudad de México, las manifestantes pintaron paredes, quemaron un camión de La Prensa y rompieron “cachitos” de la lotería con la imagen del avión. Vendrán más protestas. La cancelación de programas de género por el gobierno federal, el desdeño con el que muchas autoridades (gubernamentales, laborales y universitarias) tratan las denuncias de acoso, la impunidad, como diría el presidente “sí calienta”. Ayer apareció el cuerpo torturado y desnudo de Fátima, de 7 años. Otras niñas y mujeres serán hoy asesinadas de formas brutales, porque se puede. Seguiremos gritando, pintando y pateando hasta lograr justicia, igualdad y seguridad para todas.
Profesora investigadora del CIDE.
@ cataperezcorrea