Entre todas las crisis que se viven en el país se suma ahora una nueva en el sector educativo. Esta fue gestada por la directora de Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla y por José Antonio Romero Tellaeche, impuesto como director del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) en violación a la normatividad del Centro y con un rechazo sin precedentes de la comunidad. Hoy las instalaciones de este Centro Público de Investigación se encuentran tomadas por estudiantes y el sábado pasado miles de investigadores y alumnos de esa y otras instituciones, acompañados por ciudadanos indignados, marchamos hasta las puertas de Conacyt a protestar la imposición.

¿Cómo llegamos hasta aquí? Romero Tellaeche llegó al CIDE como director general interino hace apenas unos meses. A pesar de señalar en las primeras reuniones con la comunidad que no pretendía hacer cambios de fondo y que llegaba solo a ayudar a la comunidad, no tardó en cambiar de parecer y hacer saber su desacuerdo con las normas y procesos que rigen la institución y con los cuadros que conforman al Centro. A las pocas semanas de su llegada, manifestó abiertamente su intención de llevar a cabo una purga entre profesores y una refundación del Centro, sin darse a la tarea de conocerlo. Con descalificaciones y generalizaciones acusó la supuesta existencia de un pensamiento único –neoliberal– entre el profesorado, de ética individualista, y juzgó al trabajo del Centro como poco útil para la sociedad en general y para el gobierno en turno en particular.

Primero vino la destitución del profesor Alejandro Madrazo como director de la sede en Aguascalientes, por defender en un video la importancia de los investigadores Cátedras Conacyt. Luego destituyó como secretaria académica a la profesora Catherine Andrews por negarse a suspender las Comisiones que evalúan a las y los profesores y deciden su permanencia y promoción. Por lo menos tres profesores han sido testigos de dichos explícitos de Romero en que sostuvo que suspendió las Comisiones porque no iba a permitir que evaluaran positivamente a profesores que él no quiere en la institución. Es decir, estuvo dispuesto a violar normas y suprimir órganos internos porque le estorbaban en la purga de profesores que quiere realizar. Cuando los estudiantes exigieron explicaciones, los descalificó afirmando que eran como “esponjas”, influenciadas por los catedráticos que no querían más que defender intereses mezquinos. En pocos meses, Romero logró agraviar a –y enemistarse con– casi toda la comunidad.

El rechazo de la comunidad hacia Romero hizo crecer la candidatura alterna a la dirección del Centro, de Vidal Llerenas, un político profesional afiliado de Morena. Tal fue el descrédito de Romero que los miembros del Consejo Directivo (máximo órgano de gobierno del CIDE, que cuenta con la última palabra en la designación del director, según las reglas vigentes), vieron mal su nombramiento. Al ver que su candidato no contaba con mayoría en el Consejo, Álvarez-Buylla impidió que se realizara la votación del Consejo y optó mejor por imponer a Romero como director.

El encono en que se encuentra el CIDE es preocupante por el mensaje que se manda hacia la academia nacional. No podemos dejar de lado que esta designación tiene lugar con la persecución penal por delincuencia organizada a 31 científicos de Conacyt aún vigente, la anunciada desaparición del programa Cátedras Conacyt y la desaparición de los fideicomisos de los Centros Públicos de Investigación. La purga en Centros Públicos de académicos que son vistos como críticos del gobierno hacen ver que no solo está en juego el respeto de los derechos laborales de una comunidad, sino también de libertad de cátedra, de investigación, de expresión y de una educación plural.

Profesora-investigadora del CIDE.
@cataperezcorrea

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