Hoy más que nunca, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) tiene que manejarse en horizontes diversos y simultáneos de innovación. A los países que integramos la Celac, es decir a todos los países de América Latina y del Caribe, nos une la geografía, la historia y la cultura. Hemos luchado por los mismos ideales de libertad, independencia y autodeterminación y todos buscamos el bienestar de nuestras poblaciones. Esta es la base de los consensos que mantienen vigente a la Celac, organismo que ya ha dado muestras de especial vigor en esta crisis.

Los cancilleres y representantes de los distintos gobiernos se han reunido en varias ocasiones de manera virtual, innovando las formas de ejercer la diplomacia. La diversidad propia de la región ha enriquecido los intercambios de experiencias y preocupaciones. Por ejemplo, se han discutido temas como la seguridad alimentaria y el cambio climático, especialmente con respecto al calentamiento de los océanos que tantos problemas ya ha causado en El Caribe y cuya amenaza debe preocuparnos ante la posibilidad de que desaparezcan algunos poblados.

El esfuerzo mundial centrado en la mitigación de contagios ahora puede imaginar nuevos horizontes de desarrollo. En este sentido, las nuevas circunstancias han implicado cambios en las practicas médicas, han resaltado precauciones a tener en cuenta en nuestros intercambios comerciales y en temas de seguridad digital. Y, sobre todo, permiten vislumbrar el impulso creativo que acompaña nuevos ámbitos de relaciones políticas y contactos entre personalidades y comunidades generadoras de cultura.

Para identificar mecanismos de cooperación las futuras conversaciones deben girar alrededor de nuevos mecanismos, por ejemplo, para acceder a recursos financieros desde las instituciones multilaterales, o para analizar los riesgos proteccionistas y aislacionistas en la geopolítica que está por venir. El diseño de las ciudades, las nuevas dinámicas industriales, el futuro de la investigación y la educación son avenidas que, como región, América Latina y el Caribe debe plantearse ante los cambios inminentes que nos dejará la pandemia actual. Es necesario trascender lo interno y dar énfasis a la colaboración internacional.

Deberemos repensar los sistemas de convivencia internacional que con tanto esfuerzo hemos contribuido a establecer y analizar la forma en que podemos modernizarlos, hacerlos más agiles, flexibles y eficientes para enfrentar juntos los problemas. Hace tiempo que se habla de modificar los sistemas de Bretton Woods sin haber avanzado mayormente. Esta crisis nos puede dar la oportunidad de analizar cómo volverlos más útiles para evitar otra década perdida.

Las lecciones de interdependencia que recibimos de la crisis deben convertirse en acciones de colaboración que modifiquen criterios de desigualdad en el sistema financiero internacional, que no permitan la discriminación y que otorguen oportunidades a todos los países. La base de esta nueva arquitectura lationamericana y caribeña debe ser el diálogo renovado, una deliberación, ágil y solidaria, que parte desde Celac.

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