Por supuesto que López Obrador lleva el timón y guía con el ejemplo, pero a veces su estatura política hace que olvidemos a sus colaboradores. Para empezar, Hugo López-Gatell, quien impidió que los hospitales colapsaran, lo que ocurrió, casi sin excepción, en todas partes del mundo. El confinamiento, ni antes ni después del caso 9, logró que la reclusión tuviera el lapso necesario. La compra de las vacunas se logró, gracias al dinero disponible y las gestiones de Marcelo Ebrard. La oportunidad nos colocó entre los ocho primeros países en obtenerlas. La organizada y hasta cálida vacunación, aquí, fue de Claudia. Importantísima fue la información digital de Eduardo Clark en Radio Fórmula, y todavía más valiosas las vespertinas del propio López-Gatell, quien con memoria asombrosa y brillante inteligencia (Noroña la califica de elegante) nos fue guiando para evitar los principales peligros como retrasar el diagnóstico o descuidar las comorbilidades tales como diabetes, obesidad, cardiopatías etc. y al mismo tiempo, salirle al paso a los rumores y combatir las noticias falsas. (Luego vino lo de las etiquetas para evitar la mala alimentación). Total, el más odiado por la ultraderecha, porque le tocó el papel más difícil: la pandemia.

No dudo que Rocío Nahle sea el personaje central en la Refinería de Dos Bocas, pero no se puede desconocer la tarea de Octavio Romero Oropeza, quien desenmarañó y rescató a Pemex de la jaula legal en que lo atrapó el neoliberalismo. Baste mencionar que para el capital privado y transnacional fue la joya de la corona de las privatizaciones. No sobra añadir que el rescate de Pemex orientó la lucha de López Obrador desde el inicio.

Como maestra de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, nada más calcule lo que me importa que la nueva ley del Conahcyt añade e incluso antepone a su nombre, la H de humanidades. María Elena Álvarez Buylla Roces encabezó la investigación sobre los transgénicos y, sin cobrar sueldo, Andrés Barreda ha realizado las investigaciones para prohibir el peligroso glifosato. La vacuna patria es otro logro del Conahcyt saliente.

A Ana Gabriela Guevara, los profesores de mi Facultad le debemos que se haya acordado restituir las materias de Historia de la Filosofía, Ética y Lógica en la enseñanza media superior, ya que como senadora presentó el alegato de Gabriel Vargas Lozano y Guillermo Hurtado, que consiguió el acuerdo de restituir esas materias, aunque la SEP a ratos se hace la remolona.

El senador Napoleón Gómez Urrutia promovió los aumentos salariales y, como todos sabemos, hoy está prohibido e incluso penado el abusivo out sourcing (subcontratación) que anulaba los derechos laborales.

A los intelectuales los mencionaré en montón: Rafael Barajas, el Fisgón, que junto con mi hermana Magdalena, advirtieron de la estrategia imperial del golpe blando. Jesús Ramírez Cuevas que le siguió el paso veloz al Presidente en las mañaneras. El culto Fabricio Mejía Madrid, Armando Bartra (“sin maíz, no hay país”), el a veces atrabancado John Ackerman e Irma Eréndira Sandoval, mi consentido Pavel Granados, director de Canal 22. Noroña, el máximo orador de la 4T, Toño Álvarez Lima, Elena Poniatowska, Rodolfo Rodríguez en Los Pinos y Taibo II en el Fondo de Cultura Económica, y, por supuesto ya incorporadas al gobierno de Claudia, Diana Alarcón y Rosaura Ruiz. Y al final, pero no en último lugar, Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta de México.

Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM e integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social, CACEPS,

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