"Hoy Ecuador está tomado por Jalisco Nueva Generación, el Cartel de Sinaloa y también la mafia albanesa. Es decir, queda claro para América Latina, lo mismo que en Colombia y en México, que no es posible que el narcotráfico se instale en una sociedad y la someta sin el contubernio y la connivencia del poder político", dijo en una entrevista ofrecida en mayo pasado a CNN el candidato a la presidencia Fernando Villavicencio, quien fuera asesinado a tiros la semana pasada tras finalizar un acto de campaña en Quito y a tan solo a solo 10 días de los comicios en ese país sudamericano.

Los asesinos materiales han sido detenidos y ya veremos que tienen que decir las autoridades ecuatorianas respecto al móvil de este crimen una vez que las investigaciones hayan concluido. Sin embargo, no hay reportaje, artículo o medio de comunicación que no deje ver la participación del narcotráfico en este asesinato, ya que Villavicencio era un férreo crítico de la actividad ilegal de las drogas y la violencia y corrupción que estas acarrean.

En Ecuador, la violencia criminal, los motines en las prisiones y los homicidios van a la alza como consecuencia del tráfico de cocaína con sus vecinos productores, Colombia y Perú, y de su ubicación geográfica con dos grandes puertos marítimos en el eje medio del planeta.

Por otro lado, Anne Milgram, jefa de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA por sus siglas en inglés), reveló recientemente que los principales cárteles del narcotráfico mexicano, Sinaloa y Jalisco Nueva Generación operan con casi 45,000 elementos en más de 100 países alrededor del mundo. ¿Se imaginan la nómina mega millonaria necesaria para mantener a tanto criminal activo arriesgando tanto su libertad como la vida?

Por último, desde que inició “la guerra de Calderón al narco” a partir del 2007, nuestro país ha acumulado casi 440,000 asesinatos y 95,500 personas desaparecidas y no localizadas. No todas estas muertes y desapariciones se pueden achacar a los Cárteles y a las actividades relacionadas con el narcotráfico. Pero los grandes generadores de violencia en México (Zetas, Golfo, Sinaloa, Familia Michoacana, CJNG, Tequileros, Rojos, y un largo etcétera) desde hace más de 15 años, sin lugar a duda, tienen que ver con las organizaciones dedicadas a la producción, trasiego y venta de drogas ilícitas.

Después de leer estos tres relatos del mundo del narcotráfico, no se pregunta usted, ¿y de dónde sale tanto dinero y poder para mantener esta maquinaria infernal activa? Pues resulta que los grandes (y no tan grandes) Cárteles viven de atomizar, a través de la venta al menudeo, las drogas ilegales.

De pastilla en pastilla, de churro en churro, de grapa en grapa, de carrujo en carrujo, de bolsita en bolsita, de dosis en dosis es que estos monstruos se alimentan y crecen sin control. ¿Y qué necesitan para tener éxito? Pues un mercado compuesto por millones de usuarios que consuman regularmente sus productos de uno en uno.

¿Y cómo detener este fenómeno? Estamos entrampados, durante décadas se ha pretendido erradicar y destruir las siembras para que no haya producto. Se han endurecido las leyes para castigar al vendedor de drogas. Se ha penalizado el consumo para que no haya clientes que las compren. Y, sin embargo, quien las quiera usar va a encontrar a quien se las pueda vender.

Desde la creación de la DEA en 1973 y el presidente Nixon declarando la guerra contra las drogas, desafortunadamente se criminalizó un tema de salud pretendiendo resolver el consumo y la adicción, creando así un mercado ilegal de miles de millones de dólares.

Entonces resulta que la prohibición aumenta el peligro para los proveedores… el mayor peligro incrementa los precios… los precios altos hacen más atractivo el negocio para los narcos… los usuarios no dejan de consumir ante el alza de precios… el combate lejos de ser un impedimento eficaz se convirtió en la fuerza motriz del negocio.

Así es que le pregunto amable lector, ¿y si mejor dejamos de drogarnos? ¿Se imagina a los narcos sin clientela?

POSTDATA– Un amigo que padeció adicción a la cocaína, me platicó alguna vez que él siempre manejaba su auto para ir a comprarle producto a su “dealer” que andaba a pie. El tiempo pasó, su consumo creció y acabó vendiendo su vehículo para poder seguir consumiendo. Y fue entonces que el dealer, en su camioneta nueva, ahora le llevaba la coca, ya que él andaba ahora a pie. Así o más claro.

Consultor en seguridad y manejo de crisis

@CarlosSeoaneN

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