Transcurrieron las dos primeras semanas del juicio de Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública federal, y si quisiéramos comprimir lo dicho hasta ahora por los testigos protegidos, aquellos criminales convictos que cooperaron con la autoridad a cambio de privilegios legales, el siguiente bien podría ser un resumen: “Yo nunca vi al acusado en persona”, “no le pagué directamente algún soborno”, “nunca vi a otros pagarle sobornos”, “lo que sé es lo que otros me dijeron”, “Alguien me dijo que le entregaron una maleta con miles de dólares”, “yo mandé a matar a docenas de sujetos”, “yo ayudé a traficar toneladas de narcóticos hacia los Estados Unidos”. No precisamente son los argumentos que brindan la credibilidad que la Fiscalía requiere y menos, sin proveer evidencia física que respalde sus dichos.
Por otro lado, aquellos testigos no protegidos, como agentes de la DEA o expolicías federales mexicanos, que brindan su testimonio sin obtener nada a cambio, y que son los que verdaderamente podrían hundir a García Luna, tampoco han acompañado sus dichos con evidencia alguna, al menos hasta ahora. Sigue sin haber una fotografía, video, documento, archivo electrónico o cualquier cosa que respalde lo que los agentes (o exagentes) de la ley dicen haber visto en su momento que pudiese representar la lápida del acusado.
El jurado solo tendrá dos veredictos posibles: culpable o no culpable (en Estados Unidos no procede el término “inocente”) de los diferentes cargos que se le imputan. Blanco o negro, prendido o apagado, luz u oscuridad, no habrá tintas medias. Aunque vale la pena recordar que para cada uno de los cargos por los cuales se le acusa, obtendrá un veredicto individual, lo que significa que podría ser declarado culpable de uno y no culpable de otro.
Ahora, más allá de lo que ha acontecido y de lo mucho que aún nos espera (al menos otros dos meses de juicio), es imposible no voltear y ver alrededor de todo lo que se ha dicho en estos últimos días y lo que ello implicaría si fuese verdad.
En México, este juicio y su trascendencia se diluye en el juego de política interna. Ya sea el partido en el poder o la oposición (en este caso el PAN va solo) buscará sacar beneficios sin voltear a ver hacia adentro.
Todos los testimonios describen una radiografía de la brutal y agresiva expansión del narco en nuestro país, misma que no podría haber avanzado de tal forma sin gozar de la protección y complicidad de múltiples organismos de los distintos órdenes de Gobierno.
No veamos a los grandes capos (o al mismo Genaro) como aquellos supervillanos en una película del agente secreto James Bond. Un solitario y poderosísimo líder que rige a su organización criminal sin ayuda externa, con recursos propios y sin complicidad alguna por parte de las autoridades.
En este juicio no solo va implícita la reputación de los expresidentes Fox y Calderón (especialmente la del segundo), sino la del Estado mexicano. No hay forma de poder haber hecho lo que han dicho los testigos (más los que faltan) sin que militares, policías, gobernadores y múltiples funcionarios públicos (llámeseles cómplices, omisos o corruptos) estuvieran involucrados en una maquinaria de importación, almacenaje, producción, trasiego, venta y/o exportación de drogas ilegales. Y seamos claros, los Cárteles hoy en día siguen necesitando exactamente lo mismo que en el pasado priista y panista.
Es evidente que esta cadena de suministro no puede operar solamente a través de “los malos” y su jefe supervillano, se necesitan muchos “buenos” del otro lado para completar la misión con éxito, implica a las máximas esferas de seguridad mexicanas. Y por favor, no pensemos que esto solo es necesario de este lado de la frontera…¿o qué?, ¿los narcos norteamericanos no necesitan lo mismo para su propia cadena de suministro? (aunque por ahora, esa es harina de otro costal).
La Fiscalía dará el 100% para tratar de convencer al jurado, contrastando declaraciones y hechos verificables de decomisos importantes y la estadística sobre el crecimiento territorial de los cárteles con los últimos gobiernos. Por otro lado, la defensa hará hasta lo imposible para desmontar su lógica y la validez de los testimonios.
Para concluir, si García Luna fuera declarado culpable, significaría la vergüenza total para quien fuera su jefe, al igual que para nuestro país, demostrando el profundo grado de putrefacción, podredumbre y penetración que el crimen ha logrado construir dentro de las estructuras administrativas, operativas y de seguridad en México y que, seguramente, se mantienen vigentes al día de hoy.
POSTDATA – La organización Transparencia Internacional acaba de publicar su Índice de Percepción de la Corrupción. México es calificado con 31 puntos de 100 posibles ubicándonos en el lugar 126 de 176 países (descendimos dos lugares respecto al año pasado). Dinamarca es el mejor calificado con 90 puntos, mientras que Somalia yace en el fondo de la tabla con 178 puntos.
@CarlosSeoaneN