El reciente anuncio de Donald Trump sobre una “guerra contra el narco mexicano” ha empezado a sonar campanas de alerta. La propuesta que aboga por el despliegue de fuerzas especiales y operaciones militares en territorio mexicano para enfrentar a los cárteles marca una escalada en el discurso de seguridad binacional y plantea preguntas cruciales sobre nuestra soberanía... aunque he de decir que para varios conocidos(as) la soberanía pasa a un (muy lejano) segundo término si es que en realidad se lograra acabar con la maldita violencia que parece no tener fin.
Trump ha sido claro: los cárteles representan una amenaza directa para la seguridad de Estados Unidos, y él no dudará en emplear fuerza militar para contrarrestar esa amenaza. Esta propuesta, que abarca desde operaciones encubiertas hasta posibles ataques con drones en suelo mexicano, constituiría una agresión hacia México, desafiando los principios de respeto mutuo y cooperación.
La retórica de Trump, aunque provocadora y orientada a satisfacer su base de seguidores, no es del todo nueva. Durante su primera administración, ya insinuaba acciones de corte militar en la frontera, aunque las amenazas nunca se concretaron. Sin embargo, con su regreso como presidente con carro completo, y ante un contexto de alta polarización y crisis migratoria, sus palabras resuenan con una contundencia que nos obliga a profundizar frente a posibles intervenciones con “propósitos benignos”.
Nuestros poderosos narcos representan un enemigo ideal en su narrativa de ley y orden. Enfrentarlos le permite no solo establecer una postura firme en temas de seguridad, sino también desviar la atención de sus problemas internos de consumo y adicción. Los flujos de fentanilo y otras drogas que atraviesan la frontera han sido instrumentalizados políticamente para ganar puntos con una gran parte del electorado que ve en México el origen de la crisis de salud y seguridad que afecta a su país.
La propuesta de intervención es estratégica. Proyecta a Trump como un líder fuerte y decidido, dispuesto a tomar acciones drásticas para proteger a su nación, aunque ello implique violar la soberanía de su vecino. Sin embargo, el propio Departamento de Defensa ha advertido históricamente sobre las complejidades y las consecuencias negativas de una intervención militar en nuestro país.
Claudia Sheinbaum ha enfatizado que la seguridad de nuestra nación es responsabilidad del Estado mexicano y ha expresado su rechazo a cualquier intervención unilateral de nuestro vecino del norte.
Sin embargo, la presidenta enfrenta el desafío de presentar resultados en su propia lucha contra el narcotráfico. La percepción de ineficacia y corrupción en el combate a los cárteles, sumada a la violencia sanguinaria y persistente en varias regiones del país, ha alimentado la narrativa de Trump y da lugar a que algunos sectores en Estados Unidos consideren la intervención como una opción válida.
La historia ha demostrado que las intervenciones militares en territorios extranjeros raramente logran los resultados esperados y suelen desencadenar consecuencias imprevistas. México, dudo que fuera la excepción. Una intervención militar en territorio mexicano podría agudizar la violencia, fragmentar aún más a los cárteles y desencadenar represalias contra la población civil norteamericana que vive aquí.
El despliegue de fuerzas estadounidenses al sur del río Bravo, más allá de violar la soberanía nacional, podría tener efectos devastadores en las relaciones diplomáticas de ambos países. La imagen de Estados Unidos se vería erosionada y la cooperación en otros ámbitos - como el comercio, la inversión y la migración - se vería severamente comprometida.
La intervención militar en otra nación no puede ser una promesa de campaña. Punto.
Para México, este es un llamado urgente a fortalecer su estrategia de seguridad y demostrar que es capaz de hacer frente a sus propios desafíos. La soberanía no solo se defiende con palabras, sino con hechos, y México tiene la obligación de reafirmarse como un país capaz de decidir y enfrentar sus propios retos.
POSTDATA – Durante el fin de semana pasado, 10 personas fueron asesinadas y al menos siete resultaron heridas en un ataque armado en el bar “Los Cantaritos” ubicado en Querétaro. Mientras que, en Chilpancingo, once cuerpos desmembrados envueltos en bolsas de plástico fueron abandonados en la batea de una camioneta. Qué difícil va a ser contrariar el punto de vista de Trump.
Consultor en seguridad y manejo de crisis
@CarlosSeoaneN