Muchos consideramos una buena noticia, en términos de seguridad y narcotráfico, que el Senado de la República haya aprobado un proyecto de ley para legalizar la mariguana . Esta iniciativa es un primer paso para la creación del que podría ser uno de los mercados legales de cannabis más grandes del mundo, siempre y cuando sea aprobada también en la Cámara baja el próximo diciembre.
Legislar acerca de un tema tan espinoso, en donde la moral tiene un rol preponderante, es tarea ardua porque las posiciones, tanto personales como políticas, son extremas. Mientras que el PAN acusa que el proyecto es un atentado contra las familias y que el consumo legal incrementará el número de adictos, Morena refuta diciendo que esta iniciativa marcará un momento histórico y argumenta con la fallida guerra contra las drogas.
Mucho se escribirá acerca de los detalles técnicos de la ley, sus aciertos y carencias, textos a favor y en contra abundarán. Desde mi perspectiva profesional, uno de los objetivos centrales (no escrito) del proyecto, es permitir que los consumidores -adictos o no- puedan generar el autoconsumo y evitar de esta manera su exposición al mercado negro, con miras a recortar el flujo de efectivo a las organizaciones criminales dedicadas al narcomenudeo. Aún si este objetivo se cumpliera, tomará todavía mucho tiempo saberlo, pero es un paso en la dirección correcta.
De acuerdo con el más reciente estudio publicado por la ONU, la mariguana es la droga ilícita más consumida en el mundo con un mercado que ronda los 192 millones de usuarios; en un lejano segundo lugar entran los opiáceos con 58 millones de consumidores, en tercero las anfetaminas y sus derivados con 48 millones y, por último, la cocaína con 19 millones.
Es increíble pensar que en un planeta habitado por 7,800,000,000 de personas, un ínfimo cuatro o cinco por ciento de su población alimente un mercado negro que genera miles de millones de dólares en ventas y ganancias. Pero no se nos olvide que también produce ríos de sangre a su paso y de eso tenemos evidencia de sobra en nuestro país.
Mientras alguien esté dispuesto a consumir, otros más estarán prestos a venderle con el riesgo que esto representa. Las ganancias siempre serán suficientemente atractivas. Despenalizar las drogas puede que no las haga completamente legales, pero al menos no irás a la cárcel por consumirlas o adquirirlas. El punto clave es entender los límites de la regulación que vendrá para toda la cadena de suministro y para los usuarios finales.
Diferentes países en Europa, Asia, Oceanía, al igual que en el Continente Americano, han aceptado a la mariguana como una droga “blanda” y sus correspondientes legislaciones permiten el uso recreativo, científico, médico e industrial sin persecución legal alguna. Sabemos bien que esta planta también cuenta con propiedades terapéuticas, por lo que su uso medicinal ha probado tener un gran potencial para la industria farmacéutica.
Es evidente que mucha gente expresará enérgicamente ideas en contra, pues sabemos que las drogas son peligrosas y adictivas. La gran mayoría daña la salud y si no se hace una investigación relativamente rigurosa, es muy fácil meter a todos los narcóticos en una sola categoría, sin clasificarlos adecuadamente.
Finalmente, todo lo que se produce y consigue en el mercado legal, también se puede adquirir en el mercado negro. El uso que se le dé depende del consumidor final.
Celebro esta iniciativa con la esperanza de que en el mediano plazo veamos un efecto en la reducción de homicidios dolosos y violencia callejera, pero esto no ocurrirá automáticamente.
Tenemos que aprender del camino recorrido por naciones como Portugal, Uruguay, Canadá e incluso Estados Unidos. Sus aciertos pueden servirnos de lección para evitar los errores que han cometido.
Me pregunto qué opinarán las organizaciones criminales acerca de este importante cambio. Dudo mucho que incursionen en el mercado legal para competir, pero aún más que se queden cruzados de brazos si su negocio se desploma. Y el gobierno debe estar preparado para enfrentarlos.
@CarlosSeoaneN