México ha sido testigo de una transformación que afecta profundamente su vida pública: el creciente protagonismo de las fuerzas armadas en tareas de seguridad. Lo que inicialmente fue una medida temporal para enfrentar al crimen organizado, se ha convertido en una política estructural.

El libro Desmilitarizar a México: ¿Dónde estamos y hacia dónde vamos?, publicado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, ofrece un análisis riguroso sobre este proceso y sus implicaciones para el Estado mexicano.

Ayer se publicó la primera parte de esta columna, hoy les comparto la segunda.

La influencia internacional: el rol de Estados Unidos

El proceso de militarización en México no puede entenderse sin considerar la influencia internacional, en particular la de Estados Unidos. Este proceso está estrechamente ligado a las políticas de seguridad promovidas por el gobierno estadounidense, especialmente en el contexto de la guerra contra el narcotráfico. Desde la década de los 70´s, nuestro vecino del norte ha presionado (y lo seguirá haciendo) para que adoptemos una postura más agresiva en la lucha contra las drogas.

El Plan Mérida (2008) es quizás el ejemplo más claro de esta influencia. Bajo este acuerdo, Estados Unidos nos ha proporcionado millones de dólares en asistencia militar, reforzando la idea de que la lucha contra el narcotráfico es una guerra que debe librarse con armas y soldados.

Este enfoque ha tenido un impacto profundo en la forma en que el Estado mexicano concibe la seguridad. En lugar de invertir en instituciones civiles, como la policía y el sistema de justicia, se ha priorizado por la militarización, confiando en que la fuerza bruta será suficiente para disuadir y contener al crimen organizado.

Sin embargo, esta estrategia ha fracasado y lejos de reducir la violencia, se ha contribuido a una escalada del conflicto, mientras que las organizaciones criminales productoras de violencia siguen creciendo.

La Ciudad de México: un modelo alternativo de seguridad

A pesar de la tendencia general hacia la militarización, el libro presenta un caso interesante de desmilitarización parcial: la Ciudad de México. La policía capitalina ha seguido un proceso de profesionalización y separación de los militares desde finales de los años 90. A diferencia del resto del país, en la capital se ha apostado por un modelo de policía civil, lo que ha permitido reducir la dependencia de las fuerzas armadas en tareas de Seguridad Pública.

Este proceso no ha sido fácil ni perfecto, pero ofrece una alternativa interesante. La desmilitarización de la policía capitalina ha estado directamente relacionada con la alternancia política en la ciudad, que desde 1997 ha estado gobernada por partidos de izquierda. A medida que estos gobiernos han impulsado reformas para profesionalizar la policía, se ha logrado establecer un modelo más civilizado y efectivo.

Sin embargo, la falta de recursos, la corrupción y la inercia burocrática han sido obstáculos importantes para la consolidación de una policía civil plenamente profesional. Aun así, este ejemplo muestra que es posible avanzar hacia un modelo más democrático y menos dependiente de los militares.

Resistencia civil a la militarización: un caso de éxito

Otro de los puntos destacados del libro es el análisis de las formas de resistencia civil frente a la militarización. En particular, se exploran casos como el de Xochimilco, donde los pobladores se han organizado para oponerse a la construcción de un cuartel de la Guardia Nacional en una zona ecológica protegida.

Este caso es un ejemplo de cómo la militarización puede ser vista por las comunidades locales como una amenaza para su forma de vida. A través de la organización comunitaria, los pobladores han logrado frenar la construcción del cuartel, aunque la disputa legal y política sigue en curso.

Conclusiones: el futuro de la seguridad en México

La militarización, al debilitar la instituciones civiles, podría estar creando más problemas de los que resuelve. ¿Hay alternativas? La respuesta es sí, pero requieren un cambio profundo en la forma en que el Estado mexicano concibe la seguridad.

En lugar de seguir delegando tareas civiles a los militares, es urgente invertir en la construcción de policías profesionales y en el fortalecimiento del sistema de justicia. Sin estos cambios, la militarización seguirá siendo una estrategia sin salida y que solo perpetuará la crisis de inseguridad.

Mientras sigamos apostando a las Fuerzas Armadas para resolver problemas civiles, nos alejamos cada vez más de la construcción de un verdadero Estado de derecho.

La militarización, lejos de ser la solución, podría convertirse, paradójicamente, en el mayor obstáculo para alcanzar la paz que tanto anhelamos.

Consultor en seguridad y manejo de crisis

@CarlosSeoaneN

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