En la madrugada del 24 de febrero, Rusia lanzó un ataque militar a gran escala contra Ucrania, bombardeando ciudades importantes e invadiendo desde Rusia, Bielorrusia, Crimea y el Mar Negro. El ataque siguió a meses de acumulación de tropas, ultimátums rusos a Estados Unidos y la OTAN, negociaciones con líderes norteamericanos y europeos, y advertencias estadounidenses sobre los planes de invasión, y fue precedido por el reconocimiento por parte de Moscú de dos enclaves separatistas en el este de Ucrania como independientes.
Vladimir Putin está obsesionado con Ucrania por su elección de un sistema democrático y vínculos más estrechos con Europa, por esto es por lo que rebasó el sentido político común y las evaluaciones de riesgos estratégicos. Las guerras rara vez salen acorde a los planes (si no pregunten a los Estados Unidos por su incursión en Afganistán) y esta tiene un gran potencial de volverse amarga para Rusia, ya que se basa en errores de cálculo sobre la capacidad de Ucrania para defender su condición de Estado, la determinación de la OTAN, las consecuencias financieras, las penalizaciones de carácter internacional e inclusive, el rechazo del pueblo ruso a participar en esta agresión. Ya hemos visto impresionantes imágenes de protestas contra la guerra en Moscú.
A medida que este conflicto avance a la siguiente fase de esta crisis, Putin impulsará narrativas que nieguen o desvíen la culpa por sus agresiones. De hecho, acusó al gobierno de Ucrania de ser neonazi y que él “desnazificaría” esa nación. Dato de interés, el presidente ucraniano y su primer ministro son judíos.
Por otro lado, la invasión ya está sacudiendo los mercados de petróleo y gas natural. El crudo Brent, un referente en Europa, subió a su precio más alto desde 2014. Este aumento se debe principalmente a las preocupaciones sobre si las sanciones a Rusia afectarán las transacciones financieras de su petróleo, ya que es el segundo mayor exportador del mundo.
También es el mayor proveedor de gas natural de Europa, proporcionando alrededor del 35% del suministro total. Los precios aumentaron justo después de la invasión. En la bolsa holandesa TTF, un punto de comercio clave, los precios de futuros de gas subieron un 40% tras la noticia de la invasión.
Por lo pronto, las sanciones actuales no están dirigidas a las exportaciones de energéticos rusos, debido a los temores de nuevos aumentos en los precios de la energía. Sin embargo, Putin podría reducir o cortar el suministro de gas natural a Europa en represalia por las sanciones financieras. Podría darse el lujo de vender menos gas derivado de los altos precios del petróleo y sus grandes reservas de divisas.
Este ataque es una clara evidencia de que Putin está decidido a alterar el orden de seguridad en Europa oriental. Estados Unidos y Europa occidental no escaparán al efecto dominó, mismo que, más pronto que tarde, padeceremos en México también.
Los próximos días y semanas determinarán los resultados en la propia Ucrania, a medida que sus fuerzas armadas y su pueblo se defiendan (superados en armamento y en desventaja) contra la injustificada invasión.
Pero el impacto de la agresión se extenderá mucho más allá de esa región. Este conflicto tendrá consecuencias impredecibles (y seguramente trágicas) para la economía mundial y para el orden internacional, imperfecto, pero que ha facilitado la expansión de la democracia, la prosperidad y los derechos humanos básicos en gran parte del planeta. Las implicaciones más amplias se desarrollarán durante un período mucho más largo.
No hemos comenzado a ver la magnitud de los efectos de este conflicto armado.
POSTDATA
– En abril del año pasado, Vladimir Putin firmó una ley que le permitirá postularse para la presidencia dos veces más en su vida, manteniéndolo potencialmente en el cargo hasta 2036. Si permanece en el poder hasta esa fecha, su mandato superaría al del sanguinario dictador Joseph Stalin, quien gobernó la Unión Soviética durante 29 años.
Twitter: @CarlosSeoaneN