En estas últimas semanas he tenido la oportunidad de leer escritos de brillantes mujeres que publican en diferentes medios sus artículos de opinión. Específicamente me refiero a Alma Delia Murillo (Reforma), Denisse Dresser (Reforma), Maite Azuela (El Universal), Pamela Cerdeira (El Financiero) y Peniley Ramírez (Reforma). El factor que las une y que es motivo de inspiración para esta columna, es que todas (y estoy seguro de que debe haber muchas más) denunciaron a través de sus textos las amenazas a las que han sido sujetas ante aquellos que difieren del análisis que ellas libremente tienen el derecho de expresar.
Frases hirientes como “voy a violarte y voy a violar a tu hija”, “ya sé dónde vives te voy a matar”, “eres una perra zorra y te voy a coger”, “vete del país o accidente automovilístico”, “gusano vete a Cuba”, fueron manifestadas (entre otras tantas) y enviadas por redes sociales, correos electrónicos e inclusive mensajes directos a sus teléfonos celulares. Pero… ¿cuál es el objetivo de enviar amenazas?, ¿qué es lo que buscan los agresores anónimos?
Independientemente de que amenazar constituya un delito potencial que se castiga con penas de tres días a un año de prisión (artículo 282 código penal federal), tratemos de entender que hay detrás de este cobarde fenómeno.
La amenaza consiste en el anuncio de un mal futuro (obviamente ilícito) que es posible, impuesto y determinado con la finalidad de causar un estado de inestabilidad emocional y miedo en el amenazado. Para que esta funcione y cause el efecto esperado, debe ser creíble, o sea, que el destinatario pueda tener motivos para creer en su verosimilitud. El que el mal sea impuesto, significa que quién es intimidado, no tiene control sobre los hechos que lo desencadenarán ni forma de detenerlo, ergo, su culminación depende exclusivamente del agresor. De aquí se desprende esa angustia que ahoga, ya que la víctima no tiene, en teoría, forma de desactivar “la bomba”.
El motor detrás de una amenaza suele ser de origen pasional. Motivos como enojo, celos, rechazo, mobbing laboral, humillación, frustración, etc., magnifican sentimientos negativos que traspasan el mundo de las ideas a una fase primaria de acción. Como en los casos ya descritos, esto significa atreverse a plasmar frases en extremo ofensivas e intimidatorias buscando un objetivo, sin importar que este se logre o no.
Un componente clave en una amenaza es el anonimato del sujeto activo. Ocultar su identidad para que las cosas que diga o escriba no estén conectadas con quién es en realidad, ya que le preocupa una retribución legal o a su reputación. Para bien o para mal, la tecnología hoy en día permite que cualquiera pueda disfrazar su verdadera personalidad con un riesgo minúsculo de ser descubierto.
La amenaza puede ser utilizada también como una especie de transacción básica, en este caso: si dejas de escribir acerca de lo que nos molesta, no sufrirás recibiendo algún tipo de dolor que no podrás prevenir. Las amenazas generalmente funcionan mejor para evitar que las personas hagan cosas que para obligarlas a hacer algo. Esto queda de manifiesto con todo lo que vimos en contra de muchos que buscaban un puesto de elección popular en el reciente proceso electoral.
La respuesta de Alma, Denisse, Maite, Pamela y Peniley fue unísona y contundente: no nos callarán. A mí no me queda sino ponerme de pie y aplaudirles.
México perdería mucho si talentosas voces como estas fueran silenciadas, pero más grave aún, principalmente por el hecho de ser mujeres. Los agresores suponen que una supuesta estereotipada fragilidad femenina las hará recular con mayor facilidad que a un hombre, grave error de cálculo.
POSTDATA
– México registró 2,370 asesinatos en el mes de abril. La violencia homicida no cede. En los primeros cuatro meses de este año 11 mil 595 personas perdieron la vida víctimas de un homicidio doloso o un feminicidio. Se trata, en promedio, de prácticamente 97 hombres y mujeres asesinadas todos los días en el país. Esperemos que los 15 nuevos gobiernos estatales tengan un proyecto listo en materia de seguridad, ya no estamos para improvisaciones.
Twitter: @CarlosSeoaneN