Haciendo un recuento de los recientes ataques criminales ocurridos en distintas ciudades de nuestro país, mismos que ocuparon los titulares de todos los medios durante varios días, este es el saldo (en orden cronológico) hasta ahora:

- Jalisco , 15 vehículos incendiados y bloqueos en carreteras.

- Guanajuato , 28 comercios incendiados y 19 vehículos destruidos por el fuego.

- Chihuahua , 10 muertos (incluyendo a dos pandilleros encarcelados) más de una docena de lesionados, tres vehículos incendiados, al igual que tres comercios.

- Baja California , 25 vehículos incendiados y múltiples bloqueos de calles y carreteras.

- Colima , 14 vehículos destruidos por el fuego.

Los asesinatos de civiles inocentes en Ciudad Juárez son la mayor pérdida, muertes sumamente dolorosas, un absurdo sin sentido por dónde se le quiera ver. Por otro lado, en términos de quebrantar el sentimiento de seguridad en la población, los efectos fueron devastadores. Esto, tanto para quien lo vivió, como para las autoridades locales, pasando por los millones de observadores de otros estados hasta llegar a impactar al gobierno federal.

¿Daños económicos? Aparte de las obvias pérdidas causadas por los incendios, un cliente en Ciudad Juárez decidió no tener actividades en sus plantas industriales al día siguiente de los ataques, alrededor de 17 mil empleados se quedaron en sus casas. ¿Cuántas empresas y comercios habrán decidido lo mismo? ¿Cómo calcular las pérdidas globales?

Se han escrito múltiples columnas y artículos acerca de si estos ataques debiesen ser considerados actos terroristas (narcoterrorismo), y las opiniones se columpian hacia espectros opuestos. Hay quien dice que por supuesto que sí, al igual que hay quienes dicen que de ninguna manera. Veamos…

Acorde a la ONU, el terrorismo incluye “actos criminales con fines políticos concebidos o planeados para provocar un estado de terror en la población en general, en un grupo de personas o en personas determinadas”, y que esos actos son “injustificables en todas las circunstancias, cualesquiera sean las consideraciones políticas, filosóficas, ideológicas, raciales, étnicas, religiosas o de cualquier otra índole que se hagan valer para justificarlos”.

Si nos apegáramos únicamente a esta definición, la mayoría diría que los actos criminales que vimos podrían ser clasificados como acciones de corte terrorista. Aunque, comúnmente los actos terroristas dirigidos contra la población civil procuran objetivos políticos o ideológicos.

Y es entonces que los estudiosos o académicos más puristas negarán que haya terrorismo en nuestro país, ya que detrás de los cárteles y/o del crimen organizado, no hay ideología alguna, a diferencia de grupos como los islamistas de Al Qaeda, las FARC colombianas o lo que en su momento fue la ETA en España o Sendero Luminoso en Perú. Esto, respaldado en que el único objetivo de los narcos y criminales es ganar dinero, ergo, la comparación no es válida.

Ahora, lo que observamos fue una operación bien orquestada, pero con un bajo nivel de sofisticación. Los agresores aprovecharon el factor sorpresa atacando “blancos suaves” como tiendas de conveniencia, vehículos que fueron interceptados en un cruce de calles e inclusive, vehículos estacionados, para proceder a rociarlos con gasolina, prenderles fuego y dejar que las llamas hicieran su trabajo, proyectando un infierno que todos vimos en imágenes, precisamente, de terror.

La inversión en tiempo y dinero de estos ataques fue prácticamente nula al compararlo contra el resultado causado. ¿Y aquellos que fueron detenidos se preguntarán? En primera, falta ver si algún día son sentenciados y encarcelados. En segunda, son soldados de a pie, fácilmente reemplazables en una estructura criminal, no son una gran pérdida en términos operativos.

Para concluir, terror es el sentimiento de miedo o fobia en su expresión máxima. Si el miedo se define como esquema de supervivencia, se puede asumir que el terror sobreviene cuando el miedo ha superado los controles del cerebro y ya no puede pensarse racionalmente. Es imposible no ver las imágenes del fuego devorador y no sentir escalofríos.

En mi opinión, lo que observamos fueron actos salvajes, poco sofisticados, de muy bajo presupuesto, bien orquestados y llevados a cabo para provocar terror en la población y para mandar un mensaje nada alentador a las autoridades de los tres órdenes de gobierno.

¿ Narcoterrorismo ? Todavía no, pero de seguir por el mismo camino sin duda llegaremos a ello.

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Consultor en seguridad y manejo de crisis
Twitter: @CarlosSeoaneN


 

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