Durante el segundo foro del Frente Amplio por México llevado a cabo en Durango, Santiago Creel, siendo aún candidato en aquellos días dijo lo siguiente: “Yo lo que planteo es convocar a una conferencia continental porque el crimen organizado está criminalizando a todos nuestros países”.

Al escuchar que el crimen organizado nos está invadiendo, colonizando, penetrando o criminalizando (valga la redundancia), no puedo evitar pensar en una grave y generalizada infección que avanza sobre el organismo humano suprimiendo al sistema inmunológico debido a la existencia de un foco infeccioso en el interior del cuerpo del cual pasan patógenos a la sangre provocando que los órganos no funcionen correctamente, lo cual puede derivar en un choque séptico y la muerte.

Amable lector, estoy seguro de que en más de una ocasión usted ha escuchado que el crimen organizado ha logrado “infiltrar” al gobierno… o a la policía… o al Ejército…o peor aún, al Estado mismo. Existe esta noción que “los malos” son como organismos perversos externos que atacan al sistema sin que este haya contribuido a su nacimiento, manutención o desarrollo. Spoiler alert: las redes criminales no infiltran o penetran el Estado, el Estado es uno de los ejes constitutivos de las redes criminales. Pero vayamos por partes.

No es fácil definir el término de delincuencia organizada, sobre todo por la estructura con la que cuentan estas organizaciones criminales capaces de realizar actividades ilícitas a gran escala. Cuando hablamos de ellos, nos referimos a colectividades socialmente organizadas que desarrollan permanentemente actividades delictivas a fin de ganar enormes cantidades de dinero.

La Convención de Palermo patrocinada por la ONU y llevada a cabo en el año 2000, definió lo siguiente: “Por grupo delictivo organizado se entenderá un grupo estructurado de tres o más personas, que exista durante cierto tiempo y actúe concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos graves o delitos tipificados con arreglo a la presente Convención, con miras a obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material”. Entendiendo por delito grave aquellos que tienen una penalidad de cuatro años o más de prisión.

Ahora, lo que verdaderamente nos importa, es la violencia ligada al crimen organizado que ha producido (y lo sigue haciendo) docenas de asesinatos diariamente en nuestro país desde hace más de tres lustros. Con Felipe Calderón el promedio de homicidios dolosos por día fue de 55, con Peña Nieto de 71 y con López Obrador (hasta ahora) de 95.

Y bien sabemos que, en algunas regiones del país, la delincuencia ha emprendido una ofensiva total contra la sociedad, rebasando en ocasiones a la capacidad operativa y de armamento de las autoridades civiles. Los actores criminales tienen feudos con una gran fuerza económica, con alta capacidad de fuego y una creciente base social. Esto lo pudimos apreciar claramente durante el pasado mes de julio en Chilpancingo, capital del estado de Guerrero.

Y no, estas organizaciones criminales no llegaron de una dimensión desconocida para invadirnos, colonizarnos y explotarnos. Nacieron y crecieron al amparo de los distintos órdenes de gobierno y de la sociedad. Sin la corrupción política no hubiera sido posible desarrollarse y expandirse para los que hoy son esos grandes monstruos tipo Jalisco Nueva Generación o Sinaloa. Y sin un mercado que almacene, distribuya y/o consuma sus productos (drogas, armas, mercancía robada, etc.) tampoco hubieran podido florecer.

A las instituciones de gobierno les corresponde atacar a las cúpulas del crimen desmantelando su estructura patrimonial, al igual que el combate frontal de sus brazos armados. Esta gente nunca entenderá nada que no sea por la fuerza del Estado, hablar de abrazos desde hace mucho sale sobrando. A nosotros (como mínimo) nos toca dejar de consumir o comprar todo aquello que sabemos tiene un origen ilícito o al menos sospechoso. Al menos dejemos de alimentar a los monstruos.

El crimen organizado es un producto del sistema, no una falla de este.

POSTDATA I - El Índice de Paz México 2023 constata que la tasa nacional de delincuencia organizada ha aumentado un 64.2 % en los últimos ocho años. Con la excepción de un ligero descenso en 2020, la tasa ha aumentado cada año desde 2016.

POSTDATA II - Nayib Bukele, presidente de El Salvador, tuiteó que el pasado mes de julio había sido el mes más seguro de toda la historia en su país: “Si anualizamos la tasa de homicidios de enero a julio, El Salvador (hace poco el país más peligroso del mundo) tendría 2.2 homicidios anuales por cada 100,000 habitantes. El país más seguro de América.”

Consultor en seguridad y manejo de crisis

@CarlosSeoaneN

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