El fenómeno del narcotráfico en México ha mutado con el tiempo, adaptándose a los retos y oportunidades que ofrece el contexto global. En una realidad que parece sacada de la exitosa y multipremiada serie transmitida en Netflix “Breaking Bad”, donde un maestro de química y uno de sus exalumnos, se convierten en fabricantes de drogas sintéticas de gran calidad, los cárteles mexicanos han adoptado estrategias similares al reclutar estudiantes universitarios de áreas científicas para sus operaciones ilícitas.

Buscando fortalecer su capacidad de producción y autonomía en el manejo de sustancias como el fentanilo, este método pone de manifiesto cómo los cárteles han perfeccionado sus estrategias para asegurar el control sobre su cadena de suministro y maximizar sus ganancias.

El artículo publicado recientemente por The New York Times que expone lo narrado en el párrafo inicial, detalla cómo los cárteles mexicanos están reclutando a jóvenes talentos en universidades para trabajar en "cocinas" de droga o incluso para investigar procesos químicos que les permitan independizarse de la importación de precursores químicos provenientes de China.

Esto representa un giro significativo: los cárteles ya no solo buscan mano de obra en los sectores más vulnerables de la población, sino que también están apuntando a profesionales con educación avanzada para optimizar sus operaciones, cosa que ya hemos visto en aquellos dedicados a lavar dinero ilícito y que cuentan con estudios en materia de administración, finanzas y economía.

Este nivel de sofisticación también está vinculado a cambios en el mercado global de drogas. Las restricciones impuestas para la exportación de precursores químicos han llevado a los cárteles a redoblar esfuerzos por sintetizar estas sustancias de manera local, aprovechando el conocimiento técnico de quienes se sienten tentados por salarios atractivos y/o por presiones económicas y familiares. ¿Cómo competir contra un sistema criminal que paga muy por arriba que el sector formal?

El reclutamiento de estudiantes también refleja cómo las debilidades estructurales de nuestra sociedad están siendo explotadas. Por un lado, tenemos la precariedad económica: estudiantes que enfrentan dificultades financieras que puedan considerar carreras criminales como una salida.

Más allá de las historias individuales, esta tendencia tiene implicaciones negativas para la Seguridad Nacional. Cada estudiante reclutado por el crimen organizado representa un eslabón más en una cadena que perpetúa la violencia, la corrupción y el debilitamiento del Estado. Además, el hecho de que los cárteles estén invirtiendo en tecnología y conocimiento también los hace más peligrosos y difíciles de combatir.

Ante esta realidad y como si no tuviéramos suficientes temas para preocuparnos, el gobierno mexicano y las instituciones de educación superior (tanto públicas como privadas) deben visualizar un nuevo frente: reforzar los sistemas de vigilancia en las universidades creando mecanismos que permitan detectar y prevenir el acercamiento de grupos criminales a su población.

Amable lector(a), el reclutamiento criminal no es solo un desafío para las autoridades, sino un llamado de atención para toda la sociedad. Si no actuamos ahora, corremos el riesgo de perder mentes brillantes que podrían estar construyendo un mejor futuro para México.

No tengo la solución y esta no debe ser sencilla, pero me queda claro que el primer paso debe ser invertir mayores recursos en educación, reforzar valores y brindar oportunidades para que los jóvenes puedan elegir caminos que fortalezcan a nuestro país en lugar de destruirlo.

La indiferencia ya no es una opción e ignorar y/o negar este problema, tampoco.

POSTDATA – Les deseo de todo corazón una muy feliz Navidad en compañía de sus seres queridos.

Consultor en seguridad y manejo de crisis @CarlosSeoaneN

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