Son las 04:30 A.M. de un domingo cualquiera y aún faltan dos horas para que el sol asome su rostro sobre un área montañosa de la Sierra Madre Occidental perteneciente al estado de Jalisco. En las sombras de la noche, se alcanzan a vislumbrar varias siluetas que sigilosamente avanzan sobre el pedregoso terreno, es difícil saber quiénes son aquellos que forman el contingente que avanza rápidamente, sin embargo, a través de su desplazamiento coreografiado y lenguaje de señas con las manos, no es difícil deducir que se trata de un equipo militar altamente entrenado.

Si la luz lo permitiera, podíamos ver los rifles de asalto en sus manos y las pistolas enfundadas en sus piernas. Los equipos de visión nocturna permiten que transiten ágilmente sin un ápice de luz de luna.

Finalmente, este comando llega a su destino, una ranchería ubicada cerca a Talpa de Allende. El despliegue de los comandos es raudo mientras forman un cerco sobre una construcción. Ante una señal de su líder, todos cierran el perímetro derribando cualquier objeto a su paso mientras se escuchan múltiples silbidos que en realidad son disparos ahogados por los silenciadores de sus armas. Eventualmente llegan a su objetivo, un alto mando del CJNG que aun respira a pesar de sus heridas.

Lo acontecido podría no llamar la atención, pero la excepción en esta ocasión es que todos y cada uno de los miembros de este equipo de élite tiene bordada la bandera de las barras y las estrellas en sus uniformes.

Esta narrativa ficticia viene a colación ya que recientemente el Wall Street Journal publicó un artículo titulado: “Estados Unidos debe derrotar a los cárteles de la droga de México”, el cual fue escrito por William Barr, quien fuera fiscal general de los Estados Unidos.

El primer párrafo del texto es el siguiente: “Estados Unidos ya no puede tolerar los cárteles narcoterroristas. Operando desde refugios en México, su producción de drogas mortales a escala industrial está inundando nuestro país. Ha pasado ya mucho tiempo para hacer frente a este ultraje con decisión. Los representantes de Texas y Florida propusieron una resolución conjunta que otorga al presidente la autoridad para usar nuestro ejército contra estos cárteles en México. Este es un paso necesario y pone el foco donde debe estar”.

Barr asegura que casi todas las drogas que entran a su país son controladas por los cárteles mexicanos (especialmente Sinaloa y Jalisco), y que éstas producen alrededor de 100 mil muertes al año por sobredosis (de fentanilo principalmente) y provocan un impacto económico negativo del 5 % del PIB. También acusa que el presidente López Obrador protege a estos grupos invocando constantemente la soberanía de México para impedir que Estados Unidos tome medidas efectivas.

El exfiscal dice que, según el derecho internacional, un gobierno tiene el deber de garantizar que los grupos sin ley no utilicen su territorio para cometer actos de depredación contra sus vecinos. Si un gobierno no quiere o no puede hacerlo, entonces el país perjudicado tiene derecho a tomar medidas directas para eliminar la amenaza, con o sin la aprobación del país anfitrión.

“México no puede hacer el trabajo por sí mismo. Su sistema de justicia penal es disfuncional: el 95% de todos los delitos violentos quedan impunes. La corrupción generalizada en todos los niveles del gobierno hace que sea casi imposible montar operaciones policiales o militares efectivas sin que los cárteles sean informados con anticipación. Los grandes cárteles se han convertido en poderosas fuerzas paramilitares, con unidades móviles fuertemente armadas capaces de mantenerse firmes contra las fuerzas militares” (en este punto es difícil no darle la razón al autor).

Y para concluir, Barr recomienda llevar a cabo dos acciones prioritarias: Primero, un esfuerzo mucho más agresivo, incluida una presencia significativa de las fuerzas del orden y de inteligencia de los Estados Unidos, así como capacidades militares seleccionadas, ya sea que el gobierno mexicano participe o no. Segundo, se requiere que los cárteles sean vistos como amenazas a la seguridad nacional y no como un asunto de aplicación de la ley.

Independientemente de si estas dos acciones sugeridas fueran legales y factibles (cosa que no son), llama poderosamente la atención que este señor achaque todo el problema a México, como si nuestro vecino del norte no tuviera absolutamente nada que ver con la absurda guerra contra las drogas declarada por Richard Nixon desde hace más de medio siglo y el gusto desmedido de sus ciudadanos por las drogas ilegales.

La santurronería hipócrita de Barr es rematada en su afirmación “la cabeza de la serpiente está en México” implicando que el origen de todos los males del narcotráfico nacen, crecen y se reproducen exclusivamente en tierras aztecas, como si los cargamentos de drogas ilegales se atomizaran mágicamente en pequeñas raciones individuales al cruzar la frontera para ser vendidos por solitarios dealers en las esquinas oscuras de las calles en las grandes metrópolis como Los Ángeles, Chicago, Filadelfia o Nueva York.

No es la primera vez que lo escribo, el fentanilo será el punto de inflexión en la guerra contra el narcotráfico y, aunque no lo veo ocurriendo en el corto plazo, no nos sorprendamos si un domingo cualquiera a las 04:30 A.M. un comando de marines se encuentra cazando narcos mexicanos en nuestro territorio. Bajo advertencia no hay engaño.

POSTDATA – Se cumplieron tres años del primer caso de Covid-19 en México. Oficialmente murieron 332,986 personas por esta enfermedad. Sin embargo, el INEGI reconoce que el exceso de mortalidad entre enero de 2020 y septiembre de 2022 se ubica entre 650,000 y 793,000 fallecimientos.


*Consultor en seguridad y manejo de crisis
@CarlosSeoaneN

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