Se atribuye al activista brasileño Chico Mendes la afirmación de que el ambientalismo sin lucha social es simplemente jardinería. Y ciertamente la emergencia climática, ambiental y de salud que vivimos nos lleva a reflexionar si las acciones que se han llevado a cabo en México son suficientes para resolver esto que es ya uno de los problemas más serios que enfrenta la humanidad.

En ese sentido, las ciudades tienen un papel primordial para asegurar un medio ambiente sano y una lucha efectiva contra el cataclismo ambiental al que llevamos aceleradamente al planeta.

En México, el sector transporte es la principal fuente de gases que propician el calentamiento global y la mala calidad del aire. Y contrastando las medidas que se han tomado hasta el momento con la abrumadora realidad, vemos que las primeras son insuficientes.

Despertar un movimiento plural que se aboque a una lucha por el medio ambiente implica generar conciencia sobre el papel de nuestras ciudades, de sus habitantes y sus tomadores de decisiones. Las grandes metrópolis de México son el resultado de un crecimiento acelerado, que ha sido poco o nada planificado, y en el que se ha invertido la mayor parte de los recursos públicos de movilidad para favorecer únicamente a la población que usa un auto, la cual es una minoría.

El resultado de este modelo urbano salta ante nuestros ojos: ciudades grises, extremadamente contaminadas y congestionadas; miles de enfermedades derivadas de esa situación y, sobre todo, vale observar que heredamos entornos urbanos discriminantes que nos han envuelto en una situación de segregación moderna.

En esta segregación, la mayoría de las personas se traslada generalmente en un transporte público que ofrece condiciones carentes de seguridad y eficiencia. A esto se suma un brutal hacinamiento al que millones de personas se deben someter todos los días, lo cual se convierte en una humillación y un atentado contra la dignidad de quienes no tienen otra opción para poder acudir a estudiar, trabajar o realizar cualquier actividad.

La única salida que ofrece el modelo actual de ciudad a esta situación es comprar un auto, convirtiendo a ese medio de transporte en una necesidad cuyo uso masivo nos ha costado la salud y un severo deterioro ambiental. Mientras los gobiernos prefieran invertir más recursos públicos en el auto, la discriminación, la humillación y la contaminación no cesarán, lo cual se explica con mayor profundidad en el Manifiesto de la Revolución Urbana (http://bit.ly/2PwxQhA) presentado esta semana por Greenpeace México.

Tenemos que hacer un cambio radical en las 7 zonas metropolitanas más contaminadas por fuentes móviles: Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Puebla, Toluca, Querétaro y Pachuca.

A partir de esto es que surge la necesidad de una lucha social que concientice y movilice a la ciudadanía para exigir a los gobiernos que se comprometan con un cambio profundo que permita resolver problemas complejos.

En este contexto, Greenpeace México promueve el Pacto por la Movilidad Digna, Segura y Sustentable, el cual contiene nueve demandas fundamentales para comenzar a generar entornos urbanos más igualitarios en los que el transporte público y el uso de la bicicleta sean priorizados, de tal manera que hagan que la necesidad de tener un auto comience a desvanecerse.

El Pacto es un llamado que hacemos desde la ciudadanía a los tres niveles de gobierno, con énfasis en las 7 zonas metropolitanas más contaminadas del país, para que firmen y se comprometan a generar esos cambios básicos pero necesarios, que permitirán comenzar una transición a entornos urbanos más igualitarios y que nos permitan gozar de una mejor calidad de vida.

Seguramente, uniendo las voces de la ciudadanía y tomadores de decisiones en un mismo tono y dirección, lograremos dejar de hacer simple jardinería.

Campañista de Greenpeace México

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