He tenido la monumental bendición, además del gran privilegio, de conocer las principales ciudades de Estados Unidos, mucho ha tenido que ver el trabajo más que la diversión. Nombro algunas, por ejemplo, para no ensanchar la lista: inicio obviamente por San Diego, Los Ángeles, Santa Barbara, Carmel y San Francisco, para continuar con Las Vegas, Lake Tahoe, Reno, Santa Fe y Seattle, sin dejar de lado Houston, Austin o Dallas, hasta topar con Nuevo Orleans, Miami, Atlanta, Chicago e Indianápolis. Sin embargo, es el Este de la unión americana la que más me atrae por una sencilla razón, sin menoscabo de Nueva York o Boston, mi real aprecio y mi absoluta admiración sin la menor duda es para su incomparable capital Washington DC. Capital que debe su nombre al primer presidente estadounidense norteamericano, que tuvo el mandato entre 1789 y 1797; me refiero al general George Washington (1732-1799), otrora comandante en jefe del Ejército Continental de las Fuerzas Revolucionarias durante la guerra de independencia del 75 al 83 del siglo XVIII.

“Espero tener siempre suficiente firmeza y virtud, para conservar lo que considero, es el más apreciable de todos los títulos: el carácter de un hombre honrado”.
George Washington

No pretendo escribir de historia, no es mi estilo, además hoy la información es más rica y accesible a través de internet donde invariablemente encontraremos la mejor descripción narrativa. Lo que les quiero compartir, queridas amigas, apreciados amigos, son algunas experiencias personales vividas en esta bella metrópoli, desde la comodidad del hotel donde me encuentro hoy, precisamente en D.C, justo antes de ir a dar el grito de Independencia de nuestro querido México, ceremonia que encabezará nuestro entrañable embajador don Esteban Moctezuma Barragán. Me encuentro plenamente feliz, huelga decirlo, son las 14 horas del 15 de septiembre del 2022 al lado de mi amada Gemy.

Jamás podré olvidar mi primera visita a la ciudad más politizada de la tierra en el año 1999, visita a la que llegué como invitado, mejor dicho, como becario del Departamento de Estado estadunidense para celebrar una gira laboral por el país, con el ánimo de conocer más a fondo sus políticas migratorias, particularmente sus instituciones y a los titulares responsables del fenómeno en la capital, Nueva York y Miami. Para ese viaje fui convocado en calidad de Regidor (concejal, como se designa el cargo en EEUU y Europa) del cuerpo edilicio del XVI Ayuntamiento de Tijuana, y sobre todo como presidente fundador de la Comisión de Asuntos Fronterizos, además de presidir también el primer Consejo Municipal de Atención al Migrante de la Frontera más activa del mundo.

Aquella fue una experiencia irrepetible de la que sólo destacaré lo más memorable por su singularidad, valía y referencia histórica. Inicio con la Casa Blanca, morada que habita el presidente de Estados Unidos, para la mayoría de las personas el hombre más poderoso de ambos hemisferios. Cómo olvidar cuando las puertas de la incomparable vivienda se abrieron al mundo o, mejor dicho, las abrió la primera dama, Jacqueline Lee Bouvier Kennedy Onassis ( los Dones II ) quien, por cierto, no gustaba del título ejercido decia que ese nombre parecía más el de una yegua de carreras. Fue ella la que orgullosamente la mostró a los ojos del mundo, para que las cámaras de televisión la captaran en todo su esplendor a finales de los años 50.

Antes de concluir esta primera entrega, señalaré sólo algunos espacios legendarios que citaré en la próxima lectura. El Capitolio, El Obelisco, el memorial de Martín Luther King y la maravillosa edificación construida en honor del admirable presidente Abraham Lincoln que aboliera la esclavitud que, tristemente se padece aún en algunas regiones del orbe.

Finalizo rememorando la gran cantidad de libros y biografías que estudié previo a mi primera visita a la capital de los Estados Unidos de Norteamerica. Aprendí su historia y costumbres mucho antes de dar mis primeros pasos por sus amplias y limpísimas avenidas, sus majestuosas edificaciones, museos, restaurantes, hoteles y el conglomerado de grandes oficinas de incontables niveles que acogen a representantes de todos los países que mantienen sus bases de operación. Ahí, me atrevo a decirlo con emoción, hay razas además de credos mezclados, costumbres, idearios que se reúnen en una bendita aura de entrega respetuosa y humanitaria que parece abrazarnos y hermanarnos a todos aquellos que ponemos un pie en esa majestuosa ciudad al norte de nuestro continente…..

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Hasta siempre, buen fin.

 

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