"Nunca tengas miedo de levantar la voz por la honestidad y la verdad y la compasión contra la injusticia y la mentira y la avaricia".

WILLIAM FAULKNER

Una de las capitales más hermosas del mundo, y seguramente del continente americano, es Buenos Aires. Ciudad que he tenido la fortuna de visitar en tres ocasiones durante los años 2005, 2007 y, la antepenúltima vez (la última que no suceda, dice mi adorado papá) en el 2009, hace prácticamente 3 lustros.

Nunca he salido más allá −diría cualquier porteño, agréguele el acento por favor− de la capital, y uno de mis más lindos sueños es recorrer la República Argentina completamente, visitando sus 23 provincias hasta terminar en la Patagonia, cosa que haré, si mi Dios Padre me presta vida, tiempo y recursos, de la mano de mi amada Gemy, para mi cumpleaños número 65, en unos treinta y tantos meses.

Sin embargo, no pasa la quincena completa, sin que me siente a comer con los dos amigos argentinos más queridos y famosos de mi bendita tierra, Tijuana, Baja California; Don Juan Carlos Eguiluz (el mejor anfitrión y restaurantero de la Península) y el maestro Don José Alfredo Ciccone.

Hace algunos días, en el marco de la celebración del Día de la Libertad de Prensa, nos citamos a comer en el nuevo comedero de moda de nuestro pedacito de patria, bautizado como Palermo (¿por qué será que los sudamericanos hacen mejores pastas que los italianos?) ubicado en la recta del fraccionamiento Chapultepec.

Después de los abrazos de costumbre en medio de las bromas habituales entre ambos argentinos, el cuarto invitado, Don Édgar Torres, director general de TV Azteca en la región, quien encabezaba la mesa, contestó a mi pregunta de la siguiente forma: “¿Es Pepe Ciccone periodista?”, a propósito de la serie que estoy publicando en esta, mi casa editorial, el mejor diario de México El Universal, respondiendo a la vez, dirigiéndose a quien titula esta columna: “¿Pepe, cuantos artículos has publicado en tu vida, cuantas entrevistas has realizado?”, el referido solo atinó a responder: “Artículos más de ochocientos, entrevistas probablemente unas quinientas, además de mis participaciones en televisión y radio desde hace muchos años”.

El buen amigo Édgar, terminó afirmando “Querido Carlos, para mí, eso lo convierte en periodista, en un real periodista”. A propósito de esta introducción, como referencia a los periodistas, me permito transcribir completamente, porque lo merece en toda su dimensión, el discurso, el brillante discurso que Don José disertó el día del mayor onomástico a la libertad, pronunciado en el Palacio Municipal de mi bendita tierra, frente a las autoridades locales en presencia de todo el gremio periodístico.

AYUNTAMIENTO “Día de la Libertad de Expresión”

Gracias por la invitación y un saludo a los compañeros periodistas aquí reunidos.

Soy José Ciccone, publicista por vocación y escritor por voluntad propia.

Llegué a este país hace 48 años y tuve la fortuna de recorrer sus 32 estados, algunos de ellos con sus medios de comunicación en cadenas radios,

televisión y periódicos de cada zona (esa era la forma de comunicarse con el público en los años ochenta y noventa), también entrado este siglo, claro está. En aquel entonces, tuve el privilegio de leer y conocer algunos de los periodistas que dignificaron la profesión, desde Manuel Buendía, que ya todos conocen su triste final, pasando por Don Julio Scherer o Cristina Pacheco y Margarita Michelena, hasta Vicente Leñero con su “talacha periodística “, Don Luis Spota con sus Palabras mayores y aquí a Don Jesús Blancornelas o Don Rogelio Lozoya.

En todos ellos, el común denominador de su oficio era la búsqueda constante de la verdad para poder aplicarla en sus notas y entregarla a un público siempre ávido de información, que depositaba su confianza en el emisor elegido: El periodista.

En un artículo reciente que publiqué, expresé que el 7 de junio no había mucho que celebrar, sino más bien conmemorar a los compañeros ajusticiados vilmente por defender ese principio de libertad inherente en todos los seres humanos que tratamos de honrar la vida, en cada uno de nuestros actos. Parecería que hoy el informar e investigar a fondo y oportunamente, es como un sinónimo de condena inapelable. Y señalaba también que “son tiempos de afirmar que esta profesión continúa más viva y encendida que nunca, que los periodistas siguen representando la estruendosa voz de las mayorías, porque de otra forma, sería como amordazar a un país entero o quitarle el derecho a sus ciudadanos de saber qué está pasando en realidad, más allá de versiones oficiales o estadísticas, que el buen ejercicio del periodismo, tiene el derecho y la obligación de comprobarlas, para entregarle al público una información apegada a la verdad y la realidad en que vivimos.

Como observador externo en materia comunicativa, pude comprobar que la administración actual de este ayuntamiento estuvo apegada a los principios fundamentales de respeto a la libertad de expresión. Desde su presidenta, hasta el director en funciones Miguel Ángel Torres, que hacen un trabajo

pulcro en materia de comunicación, propiamente dicha. Ustedes que realmente son periodistas, tendrán la última palabra al respecto. Concluyo diciendo que expresarse en libertad seguirá siendo la premisa de todos, más allá de cortapisas, órdenes autoritarias o pretensiones de censura. En unos pocos meses, habrá nuevas autoridades, la esperanza de una respetada libertad de expresión sigue en pie, confiamos en que los nuevos funcionarios, que, dicho sea de paso, los conozco y son gente decente, cumplan con la misión de informar con claridad y dejar que los medios puedan ejercer con libertad absoluta, las expresiones ciudadanas.

Soy amigo de la tolerancia posible, del derecho al disenso, porque sin él, no hay consenso, enamorado de la pluralidad, porque las ortodoxias en la profesión periodísticas no deben ser buscadas, porque no las hay, a menos que algunos llamen así a la denodada fidelidad por la libertad de expresión. La palabra escrita significó siempre y ahora más, una ulterior voluntad con la obsesión de la excelencia, esa asignatura pendiente. Plasmarla, es hoy, compromiso de todos y una afirmación positiva respecto del pesimismo de la época que nos toca vivir. Creer, confiar, nutrir una expectativa, es un modo de desautorizar con firmeza a quienes atacan la libertad en cualquiera de sus manifestaciones, o al menos será, una franca puerta de entrada a la construcción de esperanzas renovadas.

Les agradezco a todos “el aguante” de oírme. Un abrazo.

Mejor imposible, como el título de la magistral película … Continuará.

Hasta siempre, buen fin.

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