Carlos Mora Álvarez

Tiempo de periodistas: Licenciado Francisco Ortiz Franco (II)

Carlos Mora Alvarez. Foto: EL UNIVERSAL
20/07/2024 |02:05
Carlos Mora Álvarez
Autor de opiniónVer perfil

Abrazo solidario, eterno para Gabriela y Lauro.

"Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos; sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir".

- José Saramago -

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Según cuenta la leyenda, las cuestiones más trascendentales de la existencia de Don José de Jesús Blanco Ornelas ( LOS DONES I ), que firmó todo lo que publicó como Jesús Blancornelas, le sucedieron en noviembre, mes en el que nació, falleció y sufrió el primer atentado, del que milagrosamente salvó la vida. El 27 del onceavo mes del año 1997, recibí una llamada de mi Papá alrededor de las 8 de la mañana, que en tono muy angustiado me dijo gravemente: "Carlos hijo, ven a la casa de inmediato, en la esquina acaba de desatarse una terrible balacera, parece que quisieron matar a Blancornelas". Lo que por fortuna no sucedió, aunque triste y dolorosamente pereció - más que su escolta - un real amigo de toda la familia, de todo el equipo que invariablemente lo cuido, de nombre Don Luis Valero, que literalmente evitó la muerte de Don Jesús, sacrificando su propia vida. La paradoja de esta incomprensible situación, fue el hecho de que los asesinos que intentaron acallar su valiente voz y su inconmensurable pluma, lograron totalmente lo contrario. Desde esa lamentable fecha, Don Jesús recibió la valerosa protección de las gloriosas Fuerzas Armadas por instrucciones del Presidente de México el Doctor Ernesto Zedillo Ponce de León (LOS DONES I) que lo cuidaron hasta su partida terrenal. Sin embargo, esas condiciones le permitieron publicar libros y escritos con una monumental valentía, rayando en la osadía, gracias a la protección permanente, pero sobre por el obligado encierro dividido entre la casa y la oficina, difícilmente se le volvió a ver en público, incluso dejó de asistir los domingos a la iglesia, de la que nunca se separó sinceramente, era francamente un hombre muy devoto, un fiel creyente. Esta larga introducción es para enfatizar los hechos acontecidos el 4 de junio del año 2004 cuando arribé a las instalaciones del Semanario Zeta en mi amada Tijuana, Baja California a las 7:00 pm. Ahí, al llegar, me topé con una escena dantesca desplegada ante mis ojos sorprendidos, al observar a Don Jesús en la entrada principal de pie frente a una incontable multitud de representantes de medios de comunicación locales, nacionales e incluso internacionales que buscaban una declaración del Director General, sobre el cobarde asesinato del Licenciado Francisco Ortiz Franco, efectuado esa misma mañana en presencia de sus hijos menores de edad, indescriptible tragedia. Como pude me escabullí hasta la sala de juntas para esperar a Don Jesús y darle un doloroso abrazo de pésame, que fue lo primero que hice cuando entro visiblemente agobiado, consternado a la habitación, jamás olvidaré sus primeras palabras, que aún retumban en mis oídos 20 años después .... "Tenemos que cerrar el periódico Don Carlos, esto es insostenible, no puede seguir así, no debemos, no podemos soportar más muertes, atentados y amenazas, todos corremos peligro", me dijo sollozando, antes de preguntarme "¿No cree que sea necesario, cree que es lo correcto, lo justo? ", profundamente afectado solo atine a responder: "Qué pensarían Pancho, Héctor, el propio Luis que dieron su vida por este monumento a la libertad, por usted, por nosotros sus miles de lectores, creo sinceramente de todo corazón que se debe continuar con la lucha en honor a ellos, en honor a la verdad, a su memoria y legado". Siento que eso que me atreví a decirle salió de lo más profundo de mi corazón, por la admiración permanente a estos verdaderos héroes del periodismo de mi bendita tierra, ejemplares a nivel mundial, que dieron y siguen dando todo lo posible y hasta lo imposible, por algo que es la libertad de acción, de pensamiento, de expresión. Las balas que nos arrebataron la heroica vida del Licenciado Francisco Ortiz Franco, que hizo de su vida un apostolado, siguen vigentes, siguen derramando sangre, estas líneas son una exclamación feroz y profunda para encontrar La Paz en nuestra maravillosa patria, porque bien lo merece, gracias a hombres que como él, sembraron e intentaron un futuro mejor para sus hijos, los hijos de sus hijos, los tuyos, los míos y los nuestros. Para concluir elevo mi voz por la justicia y la memoria más vigente que nunca de un periodista incomparable, que nos dejó una estela llena de objetividad y bondad exquisita, durante su inolvidable e intachable existencia.

Hasta siempre, buen fin.

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