"A veces,

al doblar una esquina

o al cruzar una calle,

me ha llegado,

no sé de dónde,

una racha de felicidad.

La he recibido con humildad

y agradecimiento,

y no he tratado de explicármela,

porque sé que a todos nos sobran los motivos de

tristeza".

- Jorge Luis Borges -

En la entrega anterior les platicaba Queridas Amigos, Apreciados Amigos, Distinguidos Lectores, sobre el esplendoroso libro "El humor de Borges" escrito por su amanuense Don Roberto Alifano, que llegó a mis manos la madrugada del 8 de este incandescente mes de junio y que devore practicante en 12 horas, de las 2:00 am a las 2:00 pm. Ahí, Alifano nos comparte la convivencia casi diaria con Don Jorge Luis Borges en la última década de su vida, y como en medio de la ceguera jamás dejó de trabajar, de producir su magistral obra. En distintos relatos nos comparte su peregrinar por el mundo, la enseñanza y la utopía terrenal de su genialidad, para concluir con este sencillo pero muy sentido homenaje, me permito transcribir algunos pasajes, que retratan de forma inmejorable al mejor autor de literatura hispana del último siglo, espero las disfruten tanto como el escribiente al transcribirlas.

"El inescrutable Borges"

Borges es un escritor para escritores. Su lectura lleva implícita infinitas lecturas, salvo contadas ocasiones como las milongas, en que resulta profesionalmente popular, leerlo involucra una necesaria cultura literaria. Una mañana me comentó: "Ayer me vinieron a ver unos médicos que me dijeron: "Bueno durante mucho tiempo no nos atrevimos a leerlo". "Hay algunos médicos que son bastante ignorantes", los interrumpí". "Sí, sobre todo en materias de medicina", completa Borges con una sonrisa. "¿Y qué otra cosa argumentaron?", pregunto. "Bueno, insistieron en que soy un escritor difícil de entender", prosigue, "¿Pero, por qué?", les dije yo, "Bueno, usted es un escritor famoso"! ¡Qué raro que se piense que un escritor famoso es inabordable!. Quizá eso lo explica todo ¿ No ? Uno de ellos, agregó, "He intentado leer EL ALEPH y no pude seguir; no entendí nada". "Ah, no se haga problema, yo tampoco entiendo nada, que le vamos hacer". Bueno tal vez esta sea una muestra de que un escritor es inabordable.

"El oráculo de Buenos Aires"

Borges fue uno de los más interrogados por el periodismo, fuera de algunos tópicos como el futbol u otras nimiedades, podía responder con sabiduría y afilado criterio. No obstante así opinará sobre deporte ("del que tan solo se, que no sé nada") siempre lo hacía con ingenio. En la sociedad de Distribuidores de Diarios, con motivo de un diálogo que mantuvimos durante "El mes de las Letras", Borges fue abordado por un grupo de periodistas. "¿Usted entiende al tiempo presente?", responde Borges con una pregunta," Yo no. Quizá sea más fácil entender épocas pasadas. El presente es algo que nos acerca, nos oprime, nos confunde. Yo no entiendo el presente; me siento perplejo, hay veces que me siento triste, siento una sensación de pesadilla ante ciertas cosas que suceden. Bueno, el hecho de que yo sea famoso ya es una prueba de lo extraño que es el presente. Otro periodista pregunta: "Señor Borges, usted cuando se refiere a la mujer amada la trata siempre de una manera especial, la trata con preferencia, como algo diferente". "Caramba", responde Borges visiblemente sorprendido, "De que otra manera se le puede tratar. Sería alarmante no

sentir preferencia hacia la mujer amada, sería raro". De pronto Borges cambia imprevistamente de tema y dice en tono de broma: "Bueno tengo una mala noticia para ustedes, una mala noticia que seguramente va a alarmar a Manuel Mujica Lainez, que dice descender de él: Don Juan de Garay no existe. Era un Juan venido de un pueblo llamado Garay". Una señorita que se identifica como cronista, pregunta: si "¿A qué atribuye, señor Borges, esa pasión que los argentinos sentimos por usted?". "No sé, quizá a una prueba de generosidad Argentina. Estaría mal que yo dijera que es una prueba de estupidez Argentina; pero yo no voy a decirlo, claro. O una muestra de insensatez Argentina; pero tampoco voy a decirlo. Diré, en todo caso, que estoy asombrado, gratamente asombrado por esa, bueno, como la llama usted, pasión Argentina hacia mí". La cronista incurre en otra pregunta: "¿A quién le hubiera gustado que le gustara su obra?". "Yo alguna vez escribí que me hubiera gustado que le gustara a Lugones, pero esa era una pretensión mía, una ilusoria pretensión. No sé, me gustaría que le guste a Silvia Ocampo, pero a ella no todas las veces le gusta lo que yo escribo; con toda razón, sin duda". Tímidamente otro representante de la prensa interroga: "Usted, señor Borges, se declaró alguna vez admirador del Imperio Británico. ¿Lo sigue siendo?" Bueno, lo que usted llama Imperio Británico ya no existe. Pero ya que usted gusta de los arcaísmos, porque no me pregunta sobre lo que opino del Imperio Romano, digamos". "¿Qué opina de la mentira?", arremete otro. "Mark Twain decía que la verdad es el más preciado tesoro que tiene el hombre, y aconsejaba, por consiguiente economizarla. Yo creo que la mentira a veces es necesaria por razones de cortesía, de buena educación y de reservas también. Ahora creo que es importante separar a la mentira del embuste. Yo tengo grandes amigos que son embusteros, y eso hasta suele resultar simpático, porque es una forma de mentira inofensiva, que no hace mal a nadie. Y, quizá, al cabo de un día uno ha mentido muchas veces, con palabras o callando; por eso una persona no deja de ser ética". "¿Está seguro de su obra, señor Borges?", interroga otra. "No, yo no tengo obra, lo mío es un conjunto de textos dispersos; pero eso no es una obra. Además yo no estoy seguro ni de mi propia vida, que es

un hecho casual, o circunstancial como cualquier otra cosa, ni de mi existencia estoy seguro. Yo no sé nada, no estoy seguro de nada.... Soy tan ignorante que ni siquiera sé la fecha de mi muerte". "Pero su obra literaria existe, señor Borges", insiste el periodista. "No, no. Lo que yo escribo o lo que he escrito, ha sido casi una impertinencia de mi parte. Yo soy apenas un buen lector; diría que soy todos los autores que he leído. Pero bueno, he tenido la audacia de publicar algunas cosas y la suerte de ser algo conocido por esas cosas. A mí quizá me hubiera gustado ser mi padre, que escribió, pero tuvo la prudencia, mejor dicho la decencia de no publicar. Mi padre decía que quería ser el hombre invisible de Wells, pasar desapercibido, que nadie notara su presencia. Y yo también aspiro a eso". "Pero usted ya se ha ganado la inmortalidad", sentencia un periodista. "Caramba, eso es terrible. La inmortalidad puede ser algo espantoso. Yo aspiro a la muerte, a la muerte total. Uno de mis temores es no morir, no desaparecer completamente; tengo la esperanza de la muerte. Después de todo las pruebas de que somos inmortales son de carácter estadístico; puede ocurrir que con nosotros se inaugure una generación de inmortales. Sería una condena aterradora, ¿no?." Bueno, hay algunos a los que les ha interesado la inmortalidad: Unamuno, por ejemplo, y, más hacia nuestros días, Sabato. A Sabato le interesa la inmortalidad, le interesa pasar a la posteridad. Él me dijo una vez que escribía para la posteridad. ¡Qué raro que alguien sienta esa misión!, Óscar Wilde decía que la posteridad no ha hecho nada por nosotros". "¿Yo quisiera saber cuál es el límite que usted encuentra entre el escritor y el periodista? ", pregunta categórico otro hombre de prensa. "Bueno, yo no sé si el periodismo debe ser celebrado; yo creo que no. Ya sé qué decir algo así es una herejía. Pero bueno, tengamos paciencia, quizá algún día desaparezca el periodismo", Borges ríe y luego se disculpa, "es mejor que eso no ocurra en seguida, ya que ustedes se quedarían sin trabajo". "Pero hay grandes escritores que han sido periodistas, como usted mismo", lo atajan. "Es cierto, Bernard Shaw, por ejemplo. En cuanto a mí, yo he sido periodista, pero no soy un gran escritor". "¿Encuentra diferencia entre periodismo y literatura?", repite el periodista. "Si, son disciplinas distintas. La literatura se nutre de la

imaginación, de la invención; el periodismo se dedica a hechos reales, lo cual es una forma de la inventiva también. Ahora, yo creo que el periodismo se parece peligrosamente a la literatura".

Al inmortal Don Jorge Luis Borges, solo nos resta decirle, eternas gracias maestro por sus letras infinitas, por su presencia terrenal, por su legado místico, y sobre todo por su mente prodigiosa sin igual.

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