Don José “Pepe” Carral Escalante,
en su travesía a la eternidad
“En política, como en filosofía, mis principios son pocos y simples. El principal de ellos, y de hecho el que engloba a la mayoría de los demás, es ser honestos y justos con nosotros mismos y exigirlo a los demás”, quiero iniciar con esta cita de George Washington, porque retrata el pensar y el sentir del varón al que me referiré hoy. Inicio: Recuerdo que aquella fue una mañana particularmente luminosa y despejada en pleno corazón de la preciosa Ciudad de México, día luminoso en mi memoria, cuando ingresamos a la imponente construcción que alberga al máximo poder judicial de México, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en este inolvidable otoño del 2021.
La gran edificación se envuelve en los maravillosos murales de Orozco, Biddle, Cruz, Cauduro y Carbonell que cobran vida cuando caminas por esos largos e irrepetibles pasillos, hacia un destino por demás emotivo, para ser recibidos y llegar al encuentro del señor Ministro José Fernando Franco González-Salas, magistral decano de los miembros que componen la honorable representación de la aplicación de justicia en nuestro País, labor titánica que marca el rumbo tanto de la historia irrepetible de la nación como de las decisiones inmediatas que más significan en la ubicación política y contemporánea de nuestro país en el mundo.
Quienes tienen el honor de ingresar a las magníficas instalaciones, los invade, y lo aseguro, la emoción de una encomienda de orden legal, ética y moral. En nuestro afortunado caso, sólo fue una visita de cortesía para entregar un libro acompañado de una invitación.
Debo de confesar queridas amigas y apreciados amigos, que deseaba hacer una visita de despedida al señor Ministro para enriquecer la presente entrega, a escasas semanas de que termine su legendaria encomienda que ha llevado a cabo ejemplarmente a lo largo de los últimos 15 años, hasta llegar a convertirse (dicho por sus pares), en la conciencia moral de la SCJN. Su intachable conducta, su probidad, su inmaculado desempeño y, sobre todo, me atrevo a agregar, su exquisita sencillez al tratar a sus semejantes, caso y cosa que le viene de la cuna, como podrán leer más adelante, le han destacado para ser considerado un gran hombre, amigo, esposo, padre, hermano y servidor de valores profundos de nuestra patria.
Don Fernando vio la primera luz el día cuatro de diciembre de 1950 y hoy, a punto de cumplir 71 años, se prepara para entregar su monumental legado ético el próximo día 12 de diciembre, cuando se cumplen los tres lustros de su gestión. Tarea para la que fue electo, por abrumadora mayoría, el mismo día del año 2006 por el Senado de la República propuesto por el entonces señor presidente de la nación.
El Señor Ministro egresó como abogado de La Escuela Libre de Derecho, donde durante décadas ha impartido la excelencia de su cátedra. Es un verdadero hombre de estado, al servicio de su País, dando muestras ejemplares de su inmaculado desempeño personal en distintas áreas del ejercicio profesional, en instituciones como la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje de la fue Secretario General de 1976 a 1979, y posteriormente fue Secretario Técnico de la Oficialía Mayor de la Secretaria de Agricultura. A partir de 1982 y hasta 1987, fue Jefe de Relaciones Laborales del IMSS, siendo electo Magistrado Presidente del Tribunal Federal Electoral de 1990 hasta 1996, donde evidentemente hizo escuela. Entre 1996 y el año 2000 se desempeñó como Subsecretario en la Secretaría de Gobernación y en la Secretaria del Trabajo. Iniciado el nuevo siglo y hasta el 2006, cuando lo eligen como Ministro, como jefe del Centro de Derecho Público del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
Con el paso de los años, he tenido el enorme privilegio de compartir su mesa, con ello el pan y la sal, en nuestros encuentros que son verdaderos descubrimientos a su mundo generoso. Me ha maravillado al escucharle departir y charlar con su natural sencillez y sobre todo por su impecable uso del lenguaje salpicado de grandes anécdotas personales de su espléndida vida y su nítida formación familiar. En nuestro último encuentro en la corte, celebrado la mañana del 28 de septiembre del año en curso, tuvimos un largo desayuno en ese magnífico comedor que hace las delicias de los comensales, aún en la recia solemnidad del aposento.
Mi mujer Carolina y el escribiente quedamos encantados en primerísimo lugar por la charla sin parangón. Un detalle en particular nos emocionó sobre manera al tener la oportunidad de disfrutar una fotografía de la señora madre de Don Fernando, que nos mostró orgulloso. Su madre sobrepasa ya los 90 años, y es una mujer, lo digo con respeto y halago, de una belleza incomparable. Nos compartió además, varias historias de la formación militar y académica de sus antepasados que le dieron patria, origen y sustento.
Independientemente de la calidad gastronómica que merece toda una columna, los alimentos dispuestos por demás a la usanza de las mesas de un hogar mexicano, la sutileza de los sabores de origen veracruzano aún nos hacen agua la boca. Por otra parta, el entorno familiar de Don Fernando es ejemplar, tuve la fortuna de ser recibido en su casa en algún momento y su fina y elegante señora esposa, hijos y nietos hicieron de aquella una velada inolvidable que llevo en el corazón.
La vida del señor Ministro es la de un hombre ejemplar, que puede sentirse completamente satisfecho por haber servido con orgullo a nuestro país. Su entrega y amor por nuestra bendita tierra nos invita siempre a ser hijos orgullosos de nuestra patria que es territorio de los mexicanos. Hombres como él, que saben servir a la nación con total empeño, sólo nacen apenas un puñado por cada generación. De su sangre sé que saldrán los líderes del México futuro, de sus palabras sé que saldrán los discursos que den esencia e ideales a los jóvenes que darán paz a nuestras memorias y sentido al siglo XXI. La honestidad del Señor Ministro nos exige sumarnos a su apostolado.
Don José Fernando Franco González - Salas, según comprendo, atendió siempre la máxima de Jean Jacques Rousseau: “renunciar a la libertad es renunciar a la condición de hombre, a los derechos de la humanidad, es renunciar a incluso a los propios deberes”. Nunca renunció a la libertad que le dio la vida de ser un hombre justo y por ello le rendimos un sentido homenaje al gran patriota.
Hasta siempre, buen fin