No me gusta lo negativo, jamás me ha gustado ningún tipo de negatividad, rehúyo de los seres humanos que me provocan eso, me aparto de inmediato de todo tipo de situación obtusa en ese sentido. ¿Qué necesidad tenemos de andar por esas rutas que deben ser ajenas al alma? Por cierto, no soy experto en nada, disculpen la ironía anunciada, menos en Física. Pero entiendo y aprendí desde niño, durante mi paso por la escuela primaria, que los polos opuestos, esto es: negativo y positivo, se atraen, se complementan y ambos se necesitan. Así pues, anuncio que el escribiente, está desbordado de un positivismo y optimismo, en específico por la construcción tanto del Tren Maya como el Transístmico. Obras magnas y trascendentales que realmente nadie puede negar por su importancia.

“Estoy aquí por otra circunstancia,
pero no estoy aquí, y ese es el drama.
Suplico, majestad, su tolerancia”. 
Alberto Cortez 

En principio, aclaro con absoluta firmeza, este ejercicio no es una defensa per se de ambos proyectos, lo que escribo responde a un criterio muy personal acerca de estas magnas construcciones, ahora emblemáticas y de la administración encabezada por el Señor Presidente, Andrés Manuel López Obrador, a quien admiro y respeto profundamente desde hace más de dos décadas. Lo más grave que le puede pasar a un tren (igual que al progreso), es el descarrilamiento, por ello me apena y ocupa que existan intenciones de descarrilar estos proyectos por desconocimiento, ignorancia o negativas intenciones políticas, me explicó a continuación:

En medio del marasmo universal y doloroso, por la contingencia sanitaria, que nos obligó a todos a encerrarnos a partir de la segunda quincena del mes de marzo del terrible año 2020, llenos de incertidumbre y temor, pero con renovada fe y diálogos permanentes en lo individual con nuestro Dios Padre; el día 29 de mayo de ese mismo año recibí una inesperada llamada de mi máximo mentor, con la siguiente solicitud… “Carlos, el Señor Presidente, Andrés Manuel López Obrador, nos invita a acompañarlo a la inauguración del arranque de obras del Tren Maya, es obvio que entiendes la trascendencia de la solicitud en medio de la situación, por supuesto esto no es una convocatoria laboral, sino algo totalmente superior, pero entenderé y aceptaré si decides, no acompañarnos dadas las condiciones de salud”. Mi respuesta siguió sin pensarlo un segundo: “Infinitas gracias por considerarme, es un honor monumental tener la oportunidad de acompañarlos en esta convocatoria histórica”. Lo primero que orgullosamente comprendí al concluir la llamada, fue el hecho de que México, nuestra gran nación, seguía de pie gracias a su más alto dirigente y que a pesar de la pandemia saldríamos adelante, seguiríamos firmemente el rumbo sin limitantes. Llegué, no sin gran preocupación, a Cancún desde Tijuana, tomando en cuenta todos los cuidados necesarios durante el traslado por avión, por cierto, vacío, y con una escala en la Ciudad de México, en un aeropuerto desértico. Así pues, arribé 48 horas antes del recorrido terrestre a lo largo de la península de Yucatán.

La inolvidable odisea arrancó con el mes de junio y nació en Playa del Carmen pasando por Cancún, Mérida; Calkiní, Escárcega, Campeche para terminar en Palenque. El recorrido, por infinidad de razones, fue magnífico e irrepetible, realmente maravilloso en medio, por cierto, de tres tormentas tropicales que nos acompañaron durante toda la semana. El convoy era muy sencillo, por delante avanzaba la unidad del Señor Presidente en compañía de la ayudantía, nuestro vehículo siguiendo de cerca. Fueron días espectaculares en practicante una media docena de paradas donde se dieron los banderazos de salida del proyecto en las estaciones con una sencilla ceremonia sobre una tarima, acompañado el Presidente de algunos miembros del gabinete federal y las autoridades locales. Lo más aleccionador y lo más emotivo era la cercanía con la población. El cariño real manifiesto de la ciudadanía que se desbordaba en cada parada. La distancia obligada, incluso el temor al contagio era evidente, pero ahí estábamos todos los integrantes de una legión que tenía una tonalidad casi heroica dadas las condiciones. Afortunadamente, estoicos, concluimos felices la tarea.

Hace algunos días leía la información que están a punto de salir de la fábrica los primeros trenes que realizarán las pruebas iniciales durante los siguientes seis meses, para ir cumpliendo las distintas etapas y sobre todo los tiempos. Todo esto trajo a mi memoria la apasionante osadía, diría el inmortal Alberto Cortez, en su hermosa pieza “El primer día”, que llevamos a cabo hace apenas 25 meses y hoy está a punto de convertirse en una genial realidad, en medio de los enormes beneficios incalculables en estos momentos pero que, en un futuro cercano, será un medio obligado de transporte por su belleza y funcionalidad que no sólo nuestros compatriotas podrán disfrutar sino también todos los visitantes que arribaran felices al país desde los lugares más recónditos del orbe para disfrutarlo plenamente.

Continuará…

Hasta siempre, buen fin

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