“El acto de emigrar pone en crisis todo lo

relacionado con el individuo o el grupo que

emigra, todo lo relacionado con la

identidad y la cultura y las creencias”.

SALMAN RUSHDIE

Totalmente sorprendido, le pregunté a mi esposa GEMY: “¿qué es un Mugshot?”, la mañana del 26 de agosto de este 2023. Esto fue después de nuestra majestuosa celebración de entrega de anillo (que ocurrió justo hace un año cuando decidimos casarnos) disfrutando plenamente la noche anterior frente a un hermoso piano de cola blanca, acompañados por el maestro David Krautze, cuya interpretación musical es tan celestial como la de los propios ángeles. Mi amada, quien habla inglés a la perfección y deletrea aún mejor, me lo explicó con gran erudición y, por supuesto, con la sencillez de la elegancia que siempre caracterizan sus explicaciones. Dijo: “Es muy fácil, amor, es la foto de la ficha policial”. Todo el mundo (excepto quien escribe, evidentemente) sabía que se trataba de la temida fotografía que nadie desea en su historial, la foto de tu arresto, que queda inscrita de por vida en los registros estadounidenses del sistema judicial.

Aquellos que me conocen bien saben que dedico, como mínimo, tres horas todas las mañanas, sin excepción, a leer cuanta información encuentro a mi alcance. Sigo un orden regular: política, financiera, empresarial, turística, migratoria, cultural y un largo etcétera de asuntos internacionales. Por esta razón, cuando en la madrugada del día 26 comencé a revisar los medios, me encontré con la desafortunada imagen de un afortunado acontecimiento, encabezada por la palabra que titula este artículo. Esta palabra se repetía de forma incuestionable.

La lamentable representación gráfica, con un gesto estúpidamente bravucón, como es típico en él, estaba protagonizada por las iniciales de Donald Trump. No podría relatar la situación mejor que muchos de los excelentes periodistas que describieron con precisión el incidente y abordaron el tema puntualmente. Sin embargo, me gustaría recomendar dos columnas en particular, fácilmente accesibles en las redes. Estas columnas no tienen desperdicio debido a su análisis claro, sus lecciones profundas y su inmejorable redacción.

Aunque no he tenido el placer de conocer personalmente a los autores, nunca he dejado de leer sus trabajos, los cuales destacan por sus plumas magistrales, a pesar de ser notablemente distintos entre sí. Xavier Velasco publica sus columnas en Milenio los sábados, al igual que Fernando Islas, quien hace lo propio en El Excelsior. La columna de Velasco lleva el sugerente título “Clic”, haciendo una sutil alusión al sonido de la cámara, mientras que Islas opta por un título más elaborado: “Homenaje a los trece hombres más buscados”. Les recomiendo encarecidamente que se tomen el tiempo para leer estas enriquecedoras crónicas, les aseguro que las disfrutarán al máximo.

Dicen que cada día se aprende algo nuevo, y aunque no soy dado a usar frases hechas, jamás hubiera anticipado que el expresidente pudiera brindarme un motivo de satisfacción o agrado. Sin embargo, eso es precisamente lo que ocurrió en el histórico 26 de agosto, una fecha que perdurará en mi memoria y en la historia universal. Dentro de la larga tradición de eventos extraordinarios en la vida democrática del país del norte, este marca un verdadero hito, una “primera vez” que establecerá un antes y un después en la cultura democrática de los Estados Unidos de Norteamérica. Este individuo provocador, transgresor de todo tipo de derechos, tanto humanos como legales, debería estar tras las rejas por innumerables razones. Enumerarlas sería una tarea interminable, pero mencionaré algunas que encuentro especialmente ofensivas.

El acto de insultar a una persona debido a su lugar de origen, por buscar una nueva vida para mejorar la situación de su familia, con la intención primordial de trabajar, crecer y migrar, me parece abominable en cualquier ser humano. En el caso particular de este energúmeno que, como nación hemos soportado sus agravios y lo seguimos soportando, debe ser juzgado y encarcelado por los más de 90 cargos que actualmente lo señalan como lo que es. Tal como mencioné anteriormente y continuaré destacando, es un ser impresentable.

Nunca antes había redactado una columna con estas características. Mi intención recurrente es, sin excepción, hablar positivamente de las personas de bien para contribuir al bienestar. Por cierto, no puedo contenerme como mexicano y quedarme en silencio mientras este auténtico delincuente evita pagar por todo el daño infligido a tantos seres humanos. Muchas de las muertes de hermanas y hermanos migrantes se deben a su irresponsabilidad, y por ello, debe cumplir una sentencia que perdure con severidad, firmeza y claridad. Debe enfrentar las consecuencias hasta el último día de su vida, vestido con ropa de presidiario y detrás de las rejas.

Esta entrega no nace del rencor, el odio o el enojo. Surge de la monumental satisfacción de observar que hay un ser superior en el cielo, mi Dios Padre, al ver que todavía prevalece la justicia, la justicia divina, en nuestra bendita tierra.

Hasta siempre, buen fin.

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